La bióloga Valeria Pizarro Novoa descubrió un arrecife coralino en el 2013. El ecosistema, de 1,8 kilómetros (km) de largo y 0,4 km de ancho, va desde el fuerte de San Fernando hasta Barú y recibió el nombre de “Varadero”. Según ella relata, lo verdaderamente sorprendente de este arrecife no era solo que fuera uno de los mejor conservados en Colombia, sino que estaba en la bahía de Cartagena: uno de los lugares más contaminados y descuidados de todo el país.
“El encontrar un arrecife como este, donde el estado de los corales es mejor que el de otras áreas del país, especialmente bajo las condiciones de la bahía de Cartagena, es poder tener una esperanza o unas posibles respuestas que nos permitan frenar el deterioro de los corales”, explica la bióloga. Varadero es la excepción a lo que se ha vuelto regla, una muestra de lo que las aguas de la ciudad han perdido a lo largo de los años (Puede leer: El arrecife de coral que apareció en Cartagena en 2013).
La situación es crítica
La bahía es un puerto comercial y turístico, una fuente de ingresos y alimento para los pescadores, el surtidero de todos los restaurantes de la ciudad, pero también es un lugar sumamente contaminado e insalubre. La falta de atención lo ha mermado hasta el borde del colapso.
“No hay un estudio completo y actualizado sobre la biodiversidad de la bahía, por ejemplo, ni tampoco una política sobre cómo deben realizarse. La mayoría de los catálogos de especies están desactualizados desde hace 20 años y los más recientes provienen de iniciativas dispersas, nacidas del interés de profesores y estudiantes que trabajan independientemente”, explica Gabriel Navas Suárez, biólogo marino.
En contraste, la bibliografía sobre la degradación de esas aguas es abundante y concluyente. Un estudio realizado en el 2017 por Marko Tosic para Basin Sea Interactions with Communities (Basic, “Interacciones entre cuencas, mar y comunidades”) afirmó que “la bahía de Cartagena es un estuario donde confluyen grandes cantidades de aguas terrestres, sedimentos, nutrientes y otros múltiples compuestos que la dejan con una sobrecarga de polución. El proceso natural de recambio de la zona no es suficiente para asimilar ese exceso y es necesario mitigarlo reduciendo sus fuentes”.
“Los principales contaminantes que se han detectado son materia orgánica, residuos de hidrocarburos, aceites, metales pesados como el mercurio, microorganismos patógenos, detergentes, sólidos sedimentables, sólidos en suspensión y plásticos, entre otros”, detalla Mónica Eljaiek, ingeniera civil que ha participado en investigaciones sobre la bahía.
Todo eso provoca consecuencias como un aumento de la mortandad de peces, enturbiamiento del agua (lo que mata a los seres marinos que más dependen de la luz del sol, como las algas), pérdida de la biodiversidad, transmisión de sustancias tóxicas a través de la cadena trófica (llegando a afectar la salud humana), proliferación de bacterias parásitas y deterioro del lecho marino. La bahía, la ciénaga y los caños de Cartagena presentan esos problemas y varios más.
¿Por qué?
Son muchas las razones por las que la bahía ha llegado a ese estado. El vertimiento de aguas servidas y desechos desde la zona industrial de Mamonal y la zona insular (a causa de la falta de alcantarillado en este caso) es una, la desembocadura del Canal del Dique es otra de las causas principales (debido a que este trae los sedimentos y metales pesados que se vierten desde el río Magdalena); el transporte marítimo y la actividad turística completan el cuadro de fuentes directas. No es exagerado decir que el “desarrollo” de la ciudad convirtió a la bahía en un vertedero.
Frente a todo esto se necesita “una acción coordinada y articulada de los entes nacionales, regionales y locales, una planeación con base en la ciencia, porque la desarticulación institucional en torno a la bahía tiene que desaparecer”, afirma Rafael Vergara, abogado ambientalista, quien además alerta sobre la destrucción del mangle que protege a los ecosistemas marinos y el peligro que representa el aumento del nivel del mar (provocado por el cambio climático y el propio hundimiento de la zona costera de Cartagena).
Según el abogado, tampoco se puede hablar de iniciativas grandes y concertadas para conservar la bahía, simplemente no las hay. Lo único cierto es que recuperarla es una de las grandes deudas no sólo del Distrito, sino también de todos los entes de protección ambiental y de las empresas que han contribuido a su deterioro (Le puede interesar: Los retos para recuperar y proteger la Bahía de Cartagena).