Existen personas que viven a plenitud la Navidad. Es tal la pasión que esta época despierta en sus corazones, que en tono a la misma hacen cambio en su entorno e intentan contagiar de alegría a quienes les rodean.
Con esa bella costumbre se identifican Jacqueline Haiek y Francisco Sáenz, al esperar ansiosos la llegada del mes de noviembre para empezar el montaje de los elementos más representativos y que de forma divertida acogen visitantes para disfrutar por un momento de un espacio con tradición.
Ambos recuerdan a sus madres instalando el pesebre en casa, allí empezó la pasión que hoy alimentan con compras de más detalles y hasta encargos a otros lugares. El objetivo es hacer reverencia al nacimiento del Niño Jesús.
Tantos han sido los detalles adquiridos, que la casa de Jacqueline quedó pequeña para albergar su creación, por su parte Francisco es fiel a la Navidad y si bien la organiza en su apartamento, los espacios no son suficientes para todo lo que guarda de épocas pasadas.
El feliz encuentro
Aunque la Navidad de 2020 no fue la más normal, Jacqueline organizó todo en el área social de su edificio, siempre con miras de en algún momento solicitar un área en la parroquia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, el cual consiguió este año.
El montaje empezó a principio de noviembre, y por esos días llegó Francisco para donar unas casitas, a partir de ese momento los dos se unieron en esa linda labor que aman y el resultado es un pesebre de gran magnitud, lo mismo que la llamativa villa de Navidad que capta la atención de los feligreses.
Todas las figuras están guardadas en una bodega durante el año, cuando se aproxima noviembre, salen a lucir sus mejores galas de la mano de Jacqueline y su fiel colaboradora Delfina Torregrosa, quien es muy activa al momento de desempacar, revisar el estado de las mismas, e instalar hasta los detalles más pequeños, una vez llega enero, es la encargada de la recogida.
Las primeras figuras de este sueño materializado en la iglesia fueron adquiridas por Jacqueline hace 25 años, a partir de allí sigue agregándole y los allegados saben que ese es un regalo que nunca falla, por lo que la colección crece sin proponérselo. Por su parte Francisco llevó algunas piezas que tenía muy bien guardadas y que esperaban el momento propicio para lucirse.
Ambos están dispuestos a realizar el montaje cada año si la iglesia lo permite, saben que es la mejor manera de avivar el amor en los corazones y mantener viva una tradición que se conserva en muchos hogares.




