Es alegre y divertida, la picardía en ella está a flor de piel y como cualquier chica de su edad, se distrae mientras habla, pero basta con nombrarle la cocina para que su conversación se torne seria y con el léxico propio de los profesionales de la gastronomía.
Yulitza Sarmiento Pérez vive en Malambo, una población cercana a Barranquilla y no es difícil llegar a su casa, todo el pueblo la conoce, pues no sólo se ganó el primer Master Chef Junior Colombia, también el corazón de la teleaudiencia que acudió cada noche a la cita para verla preparar las más insignes recetas del Caribe.
En ella el juego y la cocina conviven, más no se fusionan, pues está convencida que ésta última es un verdadero arte y que lo va a cultivar por siempre, sueña con una cadena de restaurantes para rendir tributo a esa sazón que la enorgullece y que cultivó al lado de su abuela Heroína.
Empezó a cocinar a los cuatro años, algo inusual en los pequeños de esa edad, quienes sucumben fácilmente a un juguete o la televisión, pero en ella la pasión por las recetas y sus preparaciones, la llevó a acercarse siempre a la estufa, aun cuando su Mónica, su mamá, le tenía prohibido temiendo un accidente.
A los cuatro años empezó a hacer patacones, hoy es una experta y ningún plátano se salva de perder su figura en las manos de Yulitza, también picaba verduras, algo que perfeccionó con su tía “Chiqui”, ganando agilidad con los cuchillos.
Su especialidad es la comida colombiana, resaltando la caribeña, donde se incluyen los mariscos. Con su abuela Heroína emprendió el camino gastronómico y consignó con rigor en un cuaderno algunas recetas, mientras que con la abuela Aurora, quien vive en Bogotá y ha tenido restaurante, aprendió detalles que le imprimieron a sus preparaciones ese toque gourmet que la distinguió en el programa.
Los estudios vs. reality
La pasión por la cocina de Yulitza es de amplia aceptación en la familia, tanto que al salir los anuncios de convocatoria, su tía “Chiqui” no dudó en proponerle participar y en medio de la novedad, tenían que pensar cómo mantener la rutina académica durante el tiempo del programa si resultaba elegida.
Un video donde preparaba una posta negra cartagenera, arroz encebollado y una ensalada mixta con vinagreta de autor, fue la llave de entrada a la producción infantil para Yulitza, donde pudo compartir con los mejores 60 cocineros de Colombia, seleccionados entre 42 mil inscritos.
“Sólo con haber llegado allí, era una gran felicidad, ahora se imaginan haber ganado, es algo inexplicable”, indica la niña con toda la felicidad que puede expresar por esta gran experiencia de vida.
El tiempo que duró el reality fue de mucho trabajo y responsabilidad para los chicos, los estudios debían continuar y precisamente la preocupación de Mónica fue calmada por los organizadores del programa cuando le explicaron que todos los participantes contarían con tutoría para garantizar el desarrollo de todas las áreas con el colegio.
Las eliminatorias
Yulitza advierte que la estancia en Master Chef Junior venía con una experiencia diaria. Primero era compartir con niños que no conocía, también mantener un tema permanente con respecto a la cocina y a partir de allí poner a prueba sus conocimientos.
Dice que algunos hablaban mucho, pero que al momento de cocinar no eran tan productivos, ella por su parte optó por callar y cocinar. En este aspecto tiene un sinnúmero de anécdotas difíciles de olvidar.
Las eliminatorias ejercían mucha tensión, y cuando se encontraba en el grupo, los nervios aparecían y el deseo de continuar en el programa la llevaba a dar todo al momento de preparar el plato. Su sueño estuvo vigente y llegó a pensar que podía ganar, pero sabía que no era fácil por el talento de sus compañeros.
La oración fue su compañera al dormir y al despuntar cada día, aclara. Yulitza dice que pidió a Dios que la dejara llegar a la final, aunque a medida que corría el programa entendió que ganar era el mejor premio que podía traer a casa.
Durante el desarrollo de Master Chef tuvo un plato con alto grado de dificultad, los gnoquis, nunca los había preparado, pero tradujo la inseguridad en dedicación y aunque tuvo muchas ganas de llorar, venció el estrés y lo presentó. Mientras que el más fácil fue la trucha rellena de papa criolla, parmesano y azafrán, acompañado de arvejas.
La relación con los jurados fue en general muy buena, advierte la niña, aunque con Nicolás De Zubiría hubo más empatía, tal vez por la afinidad de la cocina Caribe. De José Ramón Castillo y Jorge Rausch, aprendió muchísimo y valora cada aporte a esta bella experiencia.
La cotidianidad
El regreso a casa incluyó un esfuerzo mayor en el estudio, si bien hubo la constante evaluación en Bogotá por parte de los tutores, algunas notas no compensaban las exigencias de su colegio, entonces debió ponerse al día.
Yulitza advierte que antes cocinaba acompañada de un adulto por el temor de su mamá ante un accidente, ahora tienen mayor confianza y aunque todavía debe subirse en una silla para alcanzar los fogones, es la de mejor sazón en la familia.
A todos en casa les gusta la comida que prepara, no tienen un plato preferido y sabe que su receta de enyucado no tiene competencia, por lo que asegura que jamás la dará y será exclusiva de su futuro restaurante.
Yulitza regresó con el orgullo de ser la primera Master Chef Junior en Colombia, pero también con la tranquilidad que le proporciona a ella y a sus padres el tener garantizada la educación superior en la institución y la carrera que elija, pues ese fue el premio otorgado.
De otra parte, continuará aprendiendo gastronomía mientras crece, es su pasión y la va a desarrollar al máximo, es un regalo de Dios que la dio a conocer y le hizo entender que cocinar no es un juego.

