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La increíble vida en Suma Mauri, una de las únicas islas flotantes del mundo

En el lago Titicaca, las islas flotantes de los Uros preservan una cultura milenaria con una profunda y única conexión con el agua.

La increíble vida en Suma Mauri, una de las únicas islas flotantes del mundo

Martín es el presidente de Suma Mauri, una de las pocas islas flotantes en Puno. //Foto: Lía Miranda-

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En el sureste de Perú, a más de 3.827 metros sobre el nivel del mar, existe una comunidad que no pisa tierra firme. En medio del lago Titicaca, en la ciudad de Puno, los Uros han tejido por siglos su propio territorio sobre el agua: islas flotantes construidas con totora, una planta acuática que no solo les da sustento, sino que sostiene toda una forma de vida. Aquí, el suelo se renueva, las casas flotan, y las costumbres ancestrales resisten el paso del tiempo.

Suma Mauri es una de las más de 80 islas flotantes del lago Titicaca, el lago navegable más alto del mundo, con una profundidad media de 107 metros. En esta isla se habla aimara, una de las lenguas originarias del altiplano andino, y su nombre se traduce como ‘pescado bonito’. Aquí, la convivencia se rige por normas claras y compartidas por la comunidad.

En cada isla hay un presidente y conviven en promedio cuatro familias, unas 20 personas, incluyendo niños y ancianos. En Suma Mauri, el presidente se llama Martín y se siente orgulloso de recibir como anfitrión a grupos de turistas de todo el mundo que visitan su isla cada mes.

Martín construyó Suma Mauri hace diez años. Relata que tardó un año y seis meses en completarla, y que cada isla puede durar entre 30 y 35 años antes de deteriorarse. Tiene 64 años y, según los guías turísticos de la zona, un presidente puede llegar a construir entre dos y tres islas flotantes a lo largo de su vida.

Martín es el presidente de Suma Mauri, una de las pocas islas flotantes en Puno. //Foto: Lía Miranda-
Martín es el presidente de Suma Mauri, una de las pocas islas flotantes en Puno. //Foto: Lía Miranda-

Los Uros no siempre vivieron en el lago. Según la historia oral, sus primeros antepasados habitaron la selva unos 5.000 años a. C., en convivencia con los Arawaks, también conocidos como Arahuacos. “Los Arawaks migraron hacia lo que hoy es Colombia, Venezuela y Ecuador. Los Uros, en cambio, cruzaron los Andes, descubrieron el lago Titicaca y se sintieron atraídos por los recursos que ofrecía. Al principio se establecieron en las orillas y comenzaron allí su civilización. Sin embargo, con la llegada de otro grupo cultural, los Tiahuanaco, provenientes de Bolivia, se generaron conflictos. Los Uros entonces se internaron en el lago en canoas y buscaron refugio en un lugar que consideraron seguro”, explicó Manu, uno de los guías de la isla.

Los primeros pobladores Uros -palabra que significa ‘libertad’- comenzaron a recolectar totoras o juncos, una planta que crece en las orillas del lago, y las agruparon hasta crear una base sólida capaz de flotar sobre el agua. Poco a poco, entrelazaron haces de totora fresca para formar capas gruesas que luego se compactan y se anclan al fondo del lago con cuerdas y postes de madera, a fin de evitar que la isla se desplace.

El grosor de cada isla suele ser de entre dos y tres metros, y cada 15 días se renuevan las capas de totora para mantener su estructura. “Cada isla puede flotar entre 30 y 35 años. Después de ese tiempo, la isla se hunde y deben comenzar la construcción de una nueva”, explica Manu.

La totora también sirve como alimento; quienes la han probado dicen que su sabor se asemeja al del apio. Además, es el principal material de construcción para levantar viviendas, cocinas y otras estructuras en la isla. En Suma Mauri, las habitaciones también están hechas de totora, y los habitantes emplean varias capas de ropa para protegerse del frío del lago.

Suma Mauri: pesca artesanal y tejido como forma de vida

Los pobladores de Suma Mauri se sienten tan a gusto en su isla que, mientras los hombres se encargan de las labores de mantenimiento y sostenimiento, las mujeres dedican su tiempo al tejido artesanal, utilizando materiales como la fibra de alpaca, la lana de oveja y hasta la propia totora.

Es común ver a las mujeres, junto a sus hijas, sentadas durante gran parte de la mañana tejiendo sin parar, en un silencio cómplice. Elaboran telares en los que narran sus historias y representan la diversidad de aves que habitan en el lago.

Las mujeres en Suma Mauri se dedican a tejer historias de gallardía y resiliencia. // Fotos: Lía Miranda.
Las mujeres en Suma Mauri se dedican a tejer historias de gallardía y resiliencia. // Fotos: Lía Miranda.

Subsisten gracias a la pesca artesanal y construyen embarcaciones tipo canoa para desplazarse por el lago y llegar al pueblo más cercano. La mayoría de estas embarcaciones tienen dos pisos y su construcción puede tardar hasta seis meses.

Con la llegada de más turistas a las islas, la comunidad de Uros ha encontrado una nueva fuente de ingresos económicos. En Suma Mauri, por ejemplo, ofrecen paseos en embarcaciones de totora por 15 soles, unos 17.000 pesos colombianos. “En los últimos años, las visitas turísticas a Puno -después de Cusco- han aumentado notablemente y eso les ha permitido ampliar su economía”, subraya Manu.

Embarcación hecha de totora por la comunidad de los Uros. // Foto: Visita Perú.
Embarcación hecha de totora por la comunidad de los Uros. // Foto: Visita Perú.

En Suma Mauri también hay espacio para el amor: basta con que una pareja de enamorados tome una canoa y se interne en las aguas del lago. Otro dato curioso está en el nombre de este gran cuerpo de agua. En Perú, entre bromas, dicen que, por su pronunciación, ellos se quedan con el “Titi” y dejan el “Caca” para el lado boliviano. Por su parte, los bolivianos aseguran que el “Titi” les pertenece a ellos y que el “Caca” corresponde a los peruanos.

Conocer las islas flotantes de los Uros no se resume a un tour de tres horas, sino que representa una oportunidad para reconocer una cultura milenaria y el profundo respeto que esta comunidad mantiene por el lago Titicaca. Más que una curiosidad turística, las islas Uros son un testimonio vivo de adaptación, ingenio y una conexión con el agua tan auténtica como especial.

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