El sol de Cartagena cae a plomo sobre el cerro San Lázaro. A cada paso, siento el peso de los siglos bajo mis pies. Las piedras, desgastadas por el tiempo y la historia, me susurran sus secretos. Estoy en el Castillo de San Felipe de Barajas, la fortificación más imponente de América Latina.
Me acompaña Rodrigo Alfaro, historiador y experto en experiencias culturales de la Escuela Taller. Su mirada es la de quien conoce este lugar como la palma de su mano. “Este castillo es el elixir de la eterna juventud”, dice con una sonrisa. “Subirlo te agota, pero la historia que cuenta te revitaliza”.
El viento trae consigo un leve aroma a agua salada, recordándome que estamos en una ciudad de mar, en un enclave que alguna vez fue la encrucijada del comercio y la guerra. Mientras recorremos los muros de piedra coralina, Rodrigo me explica cómo esta fortificación no fue solo una defensa, sino el corazón de la seguridad de Cartagena. “No era solo una barrera de piedra”, aclara. “Era la clave para que la ciudad sobreviviera a las embestidas enemigas”. Lee también: Descubre Cartagena: tarifas y horarios de sus atractivos 2025.

La clave del comercio y la defensa en América
Nos detenemos en una garita de vigilancia. Desde aquí, la vista de la bahía es imponente. Rodrigo señala el horizonte con la certeza de quien ha narrado esta historia cientos de veces: “Cartagena era un banco flotante. “Durante meses, la plata extraída del Cerro Rico de Potosí se guardaba aquí antes de partir hacia España. Y con la riqueza llegaron los enemigos”.
A lo largo de los siglos XVI y XVII, la ciudad se convirtió en un punto clave de la ruta comercial del imperio español. Con cada galeón que llegaba, el castillo se volvía más necesario. “Los ataques eran inevitables”, comenta Rodrigo. “No solo de piratas, sino de las grandes potencias europeas que querían controlar el Caribe”.
El comercio florecía, pero la amenaza era constante. Cada cañón en las murallas hablaba de noches de vigilia, de soldados expectantes, de una ciudad que dormía con un ojo abierto. La seguridad de la plata significaba la seguridad del reino, y para los españoles, Cartagena era la joya que no podían permitirse perder.

Ataques, derrotas y victorias
Las murallas guardan el eco de las batallas. Nuestro recorrido nos condujo hasta la parte más alta de la fortaleza, donde el aire es más fresco y la historia parece palpitar con más intensidad. “Aquí, en 1697, el Barón de Pointis y sus tropas francesas bombardearon la ciudad desde La Popa”, relata. “Cartagena cayó y su economía tardó 30 años en recuperarse”.
Pero el episodio más célebre, según narra el historiador Alfaro, ocurrió en 1741 cuando una flota inglesa con más de 20.000 hombres liderada por el almirante Edward Vernon rodeó Cartagena. “Era la mayor invasión que América había visto” dice. “Pero esta vez, Cartagena resistió”.
Blas de Lezo, con una flota y tropas muy inferiores, lideró la defensa. Entre los derrotados ingleses estaba Lawrence Washington, hermano del futuro primer presidente de Estados Unidos. “Si Cartagena hubiese caído, tal vez la historia de América del Norte habría sido diferente”.
La épica resistencia de Cartagena no solo fortaleció su posición en el Caribe, sino que reafirmó su identidad como ciudad de guerreros. Cada piedra del castillo lleva las marcas de las batallas, cada rincón cuenta la historia de los hombres que dieron su vida por esta fortaleza para la protección de la riqueza de la corona española.

Túneles, garitas y secretos escondidos
Nos adentramos en los túneles del castillo. Aquí, la temperatura es más fresca, pero el aire se siente denso, como si las paredes mismas contuvieran los susurros de siglos pasados.
Rodrigo baja la voz, como si al hacerlo respetara a los fantasmas de los soldados que habitan estos pasadizos. “Estos túneles fueron diseñados con estrategias de eco y oscuridad para confundir a los invasores”, explica. “Aquí se cuenta la historia de una niña que cayó en un tanque de agua. Algunos dicen que su espíritu sigue aquí”.
Por su parte, las garitas sirvieron como puntos de vigilancia. Desde la espadaña del castillo, similar a un campanario, se daba aviso en caso de ataque, desde esos puntos se podían dar avisos para preparar la munición para defender la fortaleza y la ciudad.
Los túneles también fueron refugio, escondite y trampas mortales para los enemigos. Alfaro señala un nicho oscuro con el cual nos encontramos mientras realizamos nuestro recorrido por esos angostos espacios. “Aquí esperaban los soldados con sus bayonetas listas. No había escapatoria”. Mientras escucho el relato, no puedo evitar imaginar la tensión, el miedo en la oscuridad y la brutalidad de la guerra sin tregua en aquella época.

Un destino turístico que sigue en pie
Hoy, el Castillo de San Felipe es más que un atractivo turístico, es el símbolo de la resistencia cartagenera. Miles de visitantes recorren sus pasadizos y muros, reviviendo las gestas heroicas que aquí tuvieron lugar. A medida que descendemos por los empinados escalones del castillo, veo turistas tomándose fotos, niños corriendo entre los cañones y guías narrando la historia con la misma pasión que Rodrigo. “El castillo es un sobreviviente”, dice, con una mezcla de orgullo y nostalgia. “Ha resistido batallas, saqueos y el paso del tiempo. Y aún sigue aquí”.
Para los cartageneros, el castillo es un legado. Para los turistas, una oportunidad única de viajar en el tiempo. Mientras nos despedimos, Rodrigo se detiene un momento, mirando al horizonte dice: “Si alguna vez te has preguntado qué se siente caminar por la historia, ven al Castillo de San Felipe. Aquí no solo ves el pasado, lo sientes”. Con esto, finalizamos nuestro recorrido por esta fortificación que alberga gran parte de Cartagena, La Heroica.

Más sobre el castillo como atractivo turístico
Ubicación
Cerro San Lázaro
Horarios
Lunes a domingo de 7:00 a.m. a 6:00 p.m.
Valor entrada
Plena: 36.000 pesos colombianos
Nacionales: 31.000 pesos colombianos (mostrar documento de identidad en la taquilla)
Tarifas reducidas: 15.000 pesos colombianos. Cobija a menores de 6 a 13 años, estudiantes de Instituciones Educativas de la ciudad y adultos de la tercera edad. (mostrar documento de identidad en la taquilla)
Programas educativos (vive tu patrimonio): 30.000 pesos colombianos
Instituciones educativos oficiales: 1.000 pesos colombianos