Al caer la tarde en Cartagena de Indias, la luz del sol se suaviza, bañando las plazas del Centro Histórico con un resplandor cálido que convierte a esta ciudad colonial en un escenario donde la cultura y la historia se encuentran. Recorrer estas plazas es como escuchar, entre el bullicio de las personas, el eco de siglos de historia que se entremezclan con la cotidianidad e imponencia de un lugar, lleno de vida que nunca duerme.
Recorre las 5 plazas emblemáticas de Cartagena al atardecer.
En un recorrido al atardecer, por la ciudad amurallada nuestros pasos nos llevaron a visitar cinco plazas icónicas que han marcado un antes y después en la historia de Cartagena, cada una con su propio encanto, personalidad e historia. Caminar por estos lugares resulta ser una experiencia enriquecedora desde todos los puntos de vista. Sin embargo, me di cuenta de que, en medio del ajetreo diario, es fácil pasar por alto esos pequeños detalles que hacen de esta una ciudad que no solo se visita, sino que se vive y se siente profundamente.
Descubre las 5 plazas ocultas de Cartagena: cultura e historia
Plaza de San Diego
Esta plaza nos recibió con el aire festivo que caracteriza las noches cartageneras. Aquí, las personas se congregan para compartir y disfrutar de conversaciones amenas y, como se diría popularmente, “parcharse” en un ambiente lleno de tranquilidad. Rodeada de restaurantes, balcones coloniales y por supuesto, del comercio que no puede faltar en este punto, la plaza se llena de vida con la presencia de artistas urbanos cuyos ritmos de rap contagian a los visitantes. Muy cerca, se encuentra la Universidad de Bellas Artes, antes conocido como el Claustro de San Diego, un espacio educativo cuya arquitectura armoniza perfectamente con el entorno histórico.
“Esta plaza tiene un significado especial para mí”, comparte Cindy Gómez, mientras contempla el lugar con una sonrisa. “Estudié Bellas Artes y siempre fue el punto de encuentro para mis amigos y para mí durante la universidad. Volver aquí siempre es como viajar al pasado y revivir aquellos momentos”.
Plaza de la Proclamación
Nuestra siguiente parada fue la Plaza de la Proclamación, un lugar cargado de historia. Allí, el 11 de noviembre de 1811, se proclamó la independencia de Cartagena, convirtiéndola en la primera ciudad de Colombia en declarar su libertad. La tarde se desvanecía mientras la noche tomaba protagonismo, y el contraste entre las luces y la cúpula iluminada de la Catedral de Santa Catalina de Alejandría creaba un escenario visual único e imborrable. Otro maravilloso atractivo de la plaza es el hermoso Palacio de La Proclamación. Lee También: Horarios de misas 2025 en 9 iglesias emblemáticas de Cartagena.
Frente a la catedral, me encontré con una familia bogotana con una energía bacanísima, me contaron acerca de su recorrido ya que era primera vez que visitaban la ciudad y por supuesto ese lugar. Uno de ellos comentó: “me sorprendió mucho la catedral, es hermosa y las esculturas que están aquí igual. En general la ciudad lo es, pero si me preguntas por esta plaza; es tranquila y segura en la que podemos movernos y tomarnos fotos tranquilamente para el recuerdo porque no sabemos cuando regresemos por acá”.
En una esquina, un grupo de jóvenes interpretaba bailes tradicionales al ritmo de tambores llamadores, un sonido arraigado en las raíces africanas. La presentación capturaba la atención de todos los que estaban allí, incluso la mía. Aunque no era mi primera vez en este lugar por la noche, sí era la primera ocasión en la que decidí detenerme a observar todo con calma, sintiéndome como uno más entre los presentes, una turista más, redescubriendo la esencia de este espacio. Fue entonces cuando comprendí, una vez más, que eso también es Cartagena: una ciudad donde la música y la danza forman parte de su alma y de su memoria, esa es una de las razones que la hace ser una ciudad especial, una a la que la gente siempre querrá volver.
Plaza de San Pedro Claver
Bajo la mirada de la estatua de San Pedro Claver, llegamos a la plaza que lleva el nombre del jesuita que dedicó su vida a proteger y defender a los esclavos africanos. De noche, el lugar adquiere una energía distinta, casi liberadora, donde las preocupaciones parecen quedarse fuera. La plaza estaba llena de turistas que iban y venían, asombrados por la magnitud del espacio, rodeados de museos, palomas, puestos de artesanías, esculturas y lugares ideales para compartir. Es un punto obligado en cualquier recorrido por el Centro Histórico. Lee también: Centro Histórico de Cartagena: un recorrido obligado por sus plazas.
Plaza de Santo Domingo
La plaza de Santo Domingo dentro del recorrido fue la que más actividad tenía entre las personas, bares y restaurantes que la rodean, la hacen una de las más frecuentadas de la ciudad amurallada. En el centro está la escultura La Gorda Gertrudis, del maestro paisa Fernando Botero, que no pasa desapercibida para quienes pasamos, convirtiéndose en el punto para las selfies de todo el lugar. Pero la plaza no es solo su escultura. También en esta se encuentra una de la iglesia más antigua de la ciudad, que lleva el mismo nombre y cuya construcción data de 1539.
Mientras caminaba, algo particular llamó mi atención: entre las mesas de los restaurantes, un grupo de mujeres formaba una fila frente a un puesto de turbantes. La vendedora, además de ofrecerlos, mostraba cómo usarlos, generando un espacio de interacción que atraía a las turistas y añadía un detalle único a la experiencia de estar allí para ellas que emocionadas esperaban su turno.
Plaza de Santa Teresa
Nuestro recorrido finalmente nos llevó a la plaza de Santa Teresa, un rincón tranquilo y discreto del Centro Histórico de Cartagena. Este lugar, que debe su nombre al antiguo convento de las Carmelitas Descalzas, destaca por su atmósfera serena, lejos del bullicio que caracteriza otras plazas de la ciudad.
Al llegar, noté que el lugar estaba prácticamente vacío. Sorprendía la ausencia de turistas, especialmente considerando que allí se encuentra la entrada al Museo Naval del Caribe y, a pocos metros, uno de los famosos baluartes del cordón amurallado. Solo unos cuantos vendedores ambulantes permanecían en la plaza, algunos ya preparando sus cosas para marcharse y yo, maravillada con la vista 360 grados en una ciudad encantadora que visitaría mil veces más.