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Puerto Rico, un paraíso que encanta más allá de la salsa

Espero que, al final de este artículo, usted viva desde las letras el encanto de la resistencia del pueblo boricua.

Puerto Rico, un paraíso que encanta más allá de la salsa

El verdadero encanto de Puerto Rico es su gente. //Foto: Discover Puerto Rico.

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La emoción de conocer Puerto Rico nació después de leer el libro de Leonardo Padura ‘Los rostros de la salsa’. Crecí en una familia musical, inmersa en los ritmos tradicionales del Caribe, pero mis conocimientos en comparación con quienes me rodean eran muy vagos, eso no quiere decir que no soy capaz de reconocer y ser conquistada por los timbales, los bongos, la conga, la trompeta, la clave, el bajo, el piano o el saxofón. En realidad, lo que atrapa es la letra, la realidad narrada, la voz de muchos que se convierte en un movimiento social, cultural y musical.

Nacida en la década de los setenta en Nueva York y acogida por ciudades latinoamericanas, en especial, por una isla del Caribe que la toma como propia, es despojada del título de género musical, de un ritmo definido o un modo de bailar, para la ‘isla del encanto’, que encanta y enamora, la salsa es un estilo de vida, una voz de protesta, una forma de resistencia, un espacio de convivencia y un sentido de comunidad.

La gente de la Isla es carismática, hospitalaria, súper alegre y apasionada. //Foto: Cortesía.
La gente de la Isla es carismática, hospitalaria, súper alegre y apasionada. //Foto: Cortesía.

A la tierra del mofongo llegué con ganas de descubrir precisamente ese encanto. Cuatro días fueron suficientes para saber que este archipiélago es más que sus playas, la flora y la fauna que habita su cordillera central, o la amada e hipnotizante salsa. Puerto Rico es la resistencia de su comunidad, la tenacidad de sus habitantes y las ganas de que su voz sea tan fuerte y feroz como las erupciones volcánicas que emergieron del mar Caribe y el Atlántico.

La primera noche fui testigo de la creatividad del puertorriqueño en la exposición de arte ‘Cultural Canvas Art Series’ en el primer hotel construido cerca del aeropuerto, el Fairmont El San Juan Hotel. Me cautivaron las ansias de cercanía con la naturaleza, el valor de una flor hecha con pintura seca y la representación de aquella robusta y dominante ceiba que había visto horas antes.

Así que me acosté emocionada por conocer más del archipiélago que ya me había regalado los primeros destellos de magia a través de su dorada y fina arena y el olor particular de la playa que te llama a su inmensidad. Lea: 5 razones para visitar Puerto Rico: historia, cultura y sabor boricua

Desde que arribé a la tierra de la piña colada me advirtieron: “Todo el mundo va a hablar del huracán María”. Estaba preparada para escuchar historias desgarradoras, pues este fue el huracán más devastador en tocar tierra en más de 80 años, arrasando con los 13.792 km² de la isla. Un punto de inflexión que transformó la cosmovisión de sus habitantes.

El amor por lo propio

Frankie, un puertoriqueño que conoce la isla como la palma de su mano, dedica su vida a exponer su esencia, pero la pasión que brota de él al hablar del Yunque te hace querer adentrarse a sus pantanosos senderos. Siempre con la energía hasta el cielo, aseguró que María marcó un antes y un después en sus vidas, los llevó a retornar a la naturaleza, a depender de los frutos del campo y a aprender a vivir del abrazo del prójimo. Su conocimiento era como un fuerte aguacero, insaciable e interminable. Evocaba los tiempos en los que los indios taínos habitaban este bosque tropical lluvioso de gran diversidad biológica y sí había cama y comida para tanta gente.

El verdadero encanto de Puerto Rico es su gente. //Foto: Cortesía.
El verdadero encanto de Puerto Rico es su gente. //Foto: Cortesía.

“María fue una época dura, pero fue hermoso ver a todo el mundo volcado a ayudarse mutuamente y a reencontrarse con el poder de la tierra de nuestra isla”, dice con su acento marcado y su particular jerga que es el sello boricua. De la nada suelta el agudo grito… “¡Familia, esto es hermoso! La forma en la que el sol besa al suelo. Aquí hace calor o mucho calor, sale el sol o cae la lluvia, y nos da unos colores hermosos y nos da todo lo que necesitamos”. Franki tiene razón. Los azules del cielo y el mar hacen contraste con el vibrante verde de la vegetación, que parece acabado de colorear por un perfeccionista.

Subir al Yunque es encontrarse con la capacidad de la biodiversidad de convivir con la modernidad y una torre medieval que nos deja ver la infinitud del mar que cambia de colores a la medida que se aleja de la tierra y el sol cae sobre el horizonte. De la montaña bajamos y viajamos a Loíza, donde vive el conde de Aurelia y baila bomba, en la playa, bajo las pincelas de Samuel Lind, célebre arista plástico, que desea mostrar la belleza de su tierra desde diversas perspectivas.

En este pueblo te conectas con la herencia africana, que fue llevada por impetuosas aguas en grandes barcos y dispersada por el Caribe. Con un tambor, ellos bailan bomba; nosotros, mapalé, bullerengue y cumbia. Me sentí en casa bailando con Sheila, una enfermera que dejó su profesión para cuidar a sus padres y mover sus caderas a la orilla de la playa, enseñándoles a los visitantes su cultura.

Ponce, ciudad señorial

Si usted está leyendo para saber de la vida de Héctor Lavoe, déjeme decirle que ese hombre se fue a ser el cantante de los cantantes a Nueva York a los 16 años y ese dato ya lo conoce. Lo que sí puedo decirle es que si decide ir a Ponce, en cada calle las historias que reviste a la salsa florecen, como el feroz fuego que cobró tanta vida y la Sonora Ponceña narra en ‘Fuego en el 23’. Lea: Sabores de Puerto Rico: un recorrido por la gastronomía boricua

Elías, el conductor elegido, manejó por más de una hora y media de San Juan a la “ciudad señorial. Donde la naturaleza, sembró su belleza. Pueblo de grandes historias y un sinfín de glorias”-no lo digo yo, lo dice Héctor-, y nos contó su vida como si fuéramos los amigos más íntimos, pero era una necesidad imperiosa que entendiera que el boricua es hermano en las buenas y en las malas, demostrado cuando María les arrebató el suministro eléctrico por más de siete meses, en 2017, y las calles parecían incineradas, la carne se descomponía y la comunicación era casi nula.

Puerto Rico es un archipiélago en el Mar Caribe con cuatro islas pequeñas y cientos de cayos e islotes. //Foto: Cortesía.
Puerto Rico es un archipiélago en el Mar Caribe con cuatro islas pequeñas y cientos de cayos e islotes. //Foto: Cortesía.

Yo sé que dejé de hablar de salsa como género musical hace muchos párrafos, pero, como Ernie Rivera, arqueólogo, maestro de historia y guía turístico, nos enseñó, el puertorriqueño es salsero de la mata y de la mata a la raíz.

Conocen la historia de cada gran artista, tanto los reconocidos en el mundo como los que ven diariamente en el mercado, mejor de que las tablas de multiplicar o el abecedario, porque es imposible resumirla a un aspecto musical. Es necesario comprenderla como un movimiento que cuenta la historia de todo un continente, hasta del país del tío Sam, alejado de lo que significa ser latino o Caribe, pero juega un papel fundamental en la revolución salsera. Ese conjunto de sonidos que usted baila avivado y como si estuviera en trance es la resistencia de la historia y la tenacidad del mañana. Tan protegido por las nuevas generaciones, con tal respeto, que sea imposible para el olvido alcanzarlo. Puerto Rico trabaja arduamente por mantenerla alejada de los lobos que se llevaron su industria, su autonomía y su poder de decisión.

Aunque la supremacía del reguetón se apropie del mundo, durante estos cuatro días en la tierra de Daddy Yankee, Don Omar y Residente lo que más escuché fue el sonar de los timbales y las trompetas que nos han acompañado en la construcción de identidad de quienes somos producto de la unión de razas aborígenes, afros y españolas. Puerto Rico es un país que sabe bailar al ritmo que le pongan y contra cualquier adversidad.

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