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Adiós teclado y mouse: la nueva era ya empezó

La nueva era de la computación: fin del teclado y el mouse, impulsada por voz y software personalizado con IA.

Adiós teclado y mouse: la nueva era ya empezó

Imagen de ilustración generada con inteligencia artificial.

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La nueva era de la computación: fin del teclado y el mouse abre paso a la voz y al software hecho a la medida por IA. Es el cambio más profundo desde la pantalla táctil.

Durante cuarenta años, el combo teclado–mouse fue el rey del escritorio. Construyó imperios como Windows y macOS, disciplinó nuestras manos y encorsetó nuestras ideas en menús y atajos. Pero ese reinado entra en ocaso. Lo que viene es hablarle al computador como quien pide un tinto en Getsemaní: claro, directo, sin rituales. Y que el sistema nos entienda, nos ayude y, si hace falta, programe por nosotros. No es una promesa futurista; es la lógica consecuencia de dos fuerzas que ya se sienten: la interfaz por voz y lenguaje natural, y la era del software personalizado vía “vibe coding”.

Primer pilar: la voz como interfaz principal. La computación por conversación no es un truco de feria; es el retorno a lo humano. El Procesamiento del Lenguaje Natural se volvió lo bastante bueno como para convertir nuestros “oye, necesito esto” en acciones útiles. Piense en asistentes como ChatGPT o Gemini: cada vez menos obedecen palabras mágicas y más sostienen diálogos con contexto, memoria y multitarea. Cuando decimos “prepara una presentación con estos datos, resúmela en 5 láminas y envíala al equipo”, ya no estamos clicando menús: estamos delegando. Sundar Pichai —CEO de Google— y otros líderes de la industria han insistido en que la conversación es el nuevo sistema operativo mental del usuario. Y no están solos: Satya Nadella en Microsoft empuja “copilotos” en todo el portafolio, desde el correo hasta la hoja de cálculo. El mensaje es inequívoco: el cursor pierde protagonismo frente a la palabra. Le puede interesar: Sora 2 y el futuro de las redes con IA: ¿progreso o espejismo?

Esta transición no es solo comodidad. Es productividad y accesibilidad. Para millones de personas, hablar es más rápido que tipear. Para quienes no pueden usar sus manos, la voz y la multimodalidad (voz, imagen, vídeo) abren puertas largamente cerradas. Y para todos, trabajar “en lenguaje humano” reduce fricción: menos tutoriales, menos manuales, menos miedo a “romper algo”. En Cartagena lo sabemos: el tiempo vale, y una herramienta que entiende “como hablo yo” suma puntos.

Segundo pilar: el software personalizado y el “vibe coding”. La Inteligencia Artificial Generativa está convirtiendo al usuario común en productor de software a la carta. No hay que memorizar sintaxis: se describe la intención y la máquina propone, genera, refina. Le dicta el tono, el “vibe”: “quiero una app sencilla que me recuerde pagar el agua, con alertas por WhatsApp y un tono costeño en los mensajes”. Y la IA no solo sugiere pantallas; escribe el código, ajusta estilos, conecta APIs y, si le pedimos, entrena un pequeño modelo para priorizar lo urgente. Es programación por conversación, con prototipos en minutos, no semanas.

Este “vibe coding” desafía el negocio del software generalista. Durante décadas compramos herramientas gigantes que resolvían “algo para todos” y mucho para nadie. Ahora asoma un futuro en el que cada persona carga un kit único de microaplicaciones efímeras, hechas para su forma de trabajar, sus datos, su jerga. Un profesor en Crespo tendrá un asistente de calificaciones que entiende sus rúbricas; una emprendedora en Bocagrande manejará un CRM que habla como su marca; un médico en Manga tendrá un copiloto clínico que sigue su protocolo. La aplicación masiva se vuelve plantilla; la magia está en el ajuste fino continuo.

¿Significa esto que el teclado y el mouse desaparecerán mañana? No, igual que la radio no murió con la televisión. Habrá tareas —edición de precisión, diseño pixel-perfect, programación hardcore— donde el control fino del puntero y el atajo siguen ganando. Pero el centro de gravedad se mueve: lo principal será conversar y orquestar. El teclado quedará como instrumento especializado, no como puerta de entrada obligatoria.

¿Qué falta para consolidar esta era? Tres cosas. Uno, privacidad y soberanía de datos: si la IA personal nos conoce, debe resguardar mejor que nunca. Dos, latencia casi cero: hablar y esperar no es conversar; por eso el cómputo en el dispositivo y los modelos locales serán claves. Tres, estándares abiertos de agentes: cuando mi asistente hable con el tuyo, que no se arme el bololó. Lo positivo es que el mercado ya está avanzando: ya tenemos asistentes multimodales, copilotos integrados en suites completas y herramientas de desarrollo que transforman prompts en productos.

El escepticismo es sano. Lo vivimos con la pantalla táctil: primero fue juguete, luego hábito. Con la voz y el “vibe coding” ocurrirá igual. Hoy ya pedimos “explica esta hoja de cálculo”, “arma un itinerario con presupuesto que se adapte a mi bolsillo”, “genera un contrato sencillo”, y obtenemos resultados útiles. Mañana diremos “monta una tienda para el festival de música del fin de semana, conecta pagos y arma inventario con estas fotos”, y la IA hará el 80%. Nosotros pondremos criterio, gusto y contexto local, ese sabor que no se sintetiza fácil.

La nueva era de la computación —fin del teclado y el mouse como dogma— no se trata de reemplazar habilidades, sino de ampliar alcance. Menos clics, más intención. Menos interfaces, más conversación. Y, sobre todo, menos software genérico y más herramientas que nos hablen en nuestro idioma, con nuestra vibra. Si el futuro se construye con palabras, que empiece la charla.

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