Un minuto que cambió la historia de la computación personal. Durante el SuperBowl de 1984 los espectadores quedaron sorprendidos por una atleta que corría con un martillo, detrás de un grupo de seguidores anestesiados por El gran hermano.
Era un comercial dirigido por el cineasta Ridley Scott e inspirado en la obra de George Orwell, 1984. La presentación del nuevo Macintosh 128 K era, sin duda, una alegoría al gigante de la época, IBM, que dominaba la computación personal en la década del 80.
En 1979, cuenta Walter Isaacson en la biografía oficial de Steve Jobs, el fundador de Apple estaba cautivado por la visión de un informático que daba clases de música y artes gráficas. Jef Raskin había mantenido el proyecto bautizado como Annie a toda costa. En su mente estaba un ordenador para las masas con una interfaz gráfica sencilla.
Pero Jobs no estaba dispuesto a ceder en su aspiración de construir una máquina "absurdamente genial", como la quería: "No te preocupes por el precio, tú detállame las funciones que tiene que tener el computador", le decía, tal como cita Isaacson.
IRONÍAS
Raskin respondió -en tono irónico- con un listado de funciones ideales, desde acceso ilimitado a la red Darpa hasta reconocimiento de voz. "Raskin no tenía paciencia para adaptarse a la creencia de Jobs de que podías distorsionar la realidad si sentías pasión suficientemente intensa por su producto", concluye Isaacson.
Esta ironía comenzó a sembrar la discordia entre ellos dos y Raskin pronto fue relevado de su función como líder del equipo. Dejó su impronta en un computador de un solo módulo en color beige, que tenía una pantalla de 9 pulgadas, se conectaba por un cable, parecido al de teléfono fijo, con el teclado y la interacción se basaba en un mouse con un solo botón.
Funcionaba con los tradicionales floppy o disquete de 3 1/2", un soporte de almacenamiento que se insertaban en una ranura del equipo.
Daniel Betancur Salazar conoció el Macintosh 128 K cuando tenía 4 años. Su papá trabajaba para Xerox y con la renovación de los equipos, accedió a la máquina de Apple.
La utilizaban para generar facturas que imprimían en impresoras de punto y pronto lo convirtió en un equipo para hacer tareas en Wordpad. La curiosidad y la pasión por "cacharriar", desde entonces, hizo que se convirtiera en ingeniero de sistemas.
Todavía tiene un disquete con el juego de Béisbol, que puso a funcionar en el equipo que reposa en la colección de Gustavo Botero Cadavid, gerente de Sistemas y Formación. Repartidos por los tres pisos de esta firma está la historia de la emblemática manzana. Desde el Apple Lisa, el pionero, hasta curiosidades como el Newton, el Asistente Personal Digital, precursor del iPad.
Botero Cadavid fue uno de los "vendedores estrella", como dice. Ayudó a masificar esta línea, en especial, cuando empezó a hacerse fuerte como alternativa en la industria gráfica. En su concepto, la gran revolución estuvo del lado de la "interfaz gráfica (basada en íconos). Acercó la computación a la gente normal".
En lo que concuerda el ingeniero John F. Restrepo, al decir que fue "el comienzo de la humanización de la computación personal". Del equipo "complejo y reservado" solo para el especialista, se pasó a una máquina con la que cualquiera podía relacionarse.
Un Mac como nosotros.
