Al hablar de maternidad, la palabra respeto se ha puesto de moda: “parto respetado” o “crianza respetuosa” se han escuchado mucho en los últimos días. Me parece bien que esta palabra tenga tanta importancia, porque lo que más necesitamos las mamás (sobre todo de otras mamás) es ser respetadas.
Como no hay un modelo único de llevar el embarazo ni el parto ni la crianza, nada de lo que diga incluso el científico más científico es la panacea. Y me atrevo a decirlo porque en todos estos procesos intervienen muchos factores que también valen: el nivel socioeconómico, la cultura, la personalidad de los padres y las condiciones emocionales del momento. Por eso no podemos pregonar el respeto desde ningún punto de vista si no sabemos respetar a los demás. Y tampoco dictar cátedra de maternidad sin haber sido mamás.
Porque la maternidad es tan impredecible que te sorprende a cada rato, cambiándote los planes y derrumbando tus expectativas. Por eso cada mujer vive su proceso y cada una decide qué es lo mejor para su hijo, aunque la decisión a veces no sea la más acertada. Porque se supone que nuestras acciones como mamás están guiadas por el amor hacia nuestros pequeños.
LAS MAMÁS MERECEN SER RESPETADAS…
- Merece ser respetada su manera de ver la lactancia.
- Merece ser respetada su forma de parir (una mamá no es menos mamá porque tenga un parto por cesárea).
- Merece ser respetada su elección de dejar que sus hijos vean televisión o no.
- Merece ser respetada su manera de tratar el llanto de su hijo.
- Merece ser respetada cuando le da un dulce aunque no deba; o si lo alimenta sin gluten, sin lácteos, sin nada.
- Merece ser respetado su derecho de querer salir a trabajar o quedarse en casa con sus pequeños.
- Merece ser respetada la opción de buscar a alguien que la ayude con el bebé.
- Merece que le respeten sus propios tiempos, su manera de hacer las cosas y su intimidad (porque nadie sabe lo que pasa dentro de su casa).
Pero sobre todo, una mamá no debe, bajo ningún concepto, dudar de su capacidad de dar amor (aunque lo dé de forma distinta al que uno creería que es el correcto), de su capacidad de guiar y enseñar, de inculcar valores y de impregnar con su personalidad la vida de sus pequeños.
El “deber ser” no debería tener cabida en la maternidad, porque lo único que hace es generar culpas estúpidas, demasiadas dudas y un proceder que no tiene nada qué ver con lo que la mamá es. La maternidad, con todo y sus dificultades, es para disfrutarla y requiere flexibilidad… y muchas veces, “descomplicación”.
Ya basta de tanto señalamiento, ocúpense de sus propios hijos que bastante trabajo dan, y no dejen de ser honestas con ustedes mismas, que ser madre es una actividad más que llega a sus vidas, no la anulación de la vida que tenían antes de ser mamás.
Una mamá debe sentirse segura de que lo que está haciendo es lo mejor y no dejarse arrastrar por tanta cátedra absurda, porque al final, cada mamá es como es.
Mamá, que nada te perturbe. Lo estás haciendo muy bien.