La búsqueda para Antonina ha sido un motor siempre. De hecho, a lo largo de su vida -que confiesa llena de magia- la motivación principal era conocer su misión y para ello anduvo varios caminos antes de volver al país y crear Prem Shakti, una academia en donde a través de la danza, mujeres de 3 a 70 años encuentran una filosofía de vida con la cual sanarse y empoderarse en todos los planos de la existencia.
Saber lo que debía hacer, lo que realmente debía hacer, fue un proceso largo que siempre la inquietó. Por eso decidió seguir sus estudios de Bellas Artes en Nueva York, donde se graduó y exploró las posibilidades del performance y el trabajo corporal. Justo al día siguiente de graduarse decidió viajar a India: quería estudiar con uno de los grandes gurús reencarnados del siglo XX: Pattabhi Jois.
“En algún momento –recuerda Antonina- le pregunté cuál era mi misión en la vida -porque pienso que cada ser humano la tiene, quería que mi vida fuera esa misión y hacer lo que mi alma vino a hacer-. Y este sabio tan lindo, a quien nunca volví a ver, me contestó: ‘Tu misión es llevar la energía del Sahara y los Himalayas a Los Andes’.” Una revelación que aumentó su curiosidad y la lanzó en un viaje itinerante que estaba lejos de terminar.
Fue a medida que viajaba de India a Egipto, Turquía, Marruecos y Jordania cuando se encontró con la magia de la danza. El yoga la llenaba (de hecho, en su método se perciben muchas influencias de esta práctica) pero ese peregrinar, ese talante de gitana que la llevaba de una tierra a otra, pronto la hicieron sucumbir al encanto de los ritmos, la música, las telas, los aromas y los secretos que esconden las cerca de 150 danzas nacidas en esa parte de nuestro mundo.
Y aunque muchas de ellas pueden ser las más sensuales que hayamos disfrutado a lo largo de la historia, toda esa feminidad y sugestión que encierran los velos, ese movimiento de caderas que parece dar testimonio de la fertilidad que albergan y los misteriosos acordes que llenan de vida toda la escena, encierran un estilo de vida ligado a un camino de iluminación y evolución que acompaña hoy día a muchas mujeres en el planeta, incluso aquí, en Colombia.
“Para iluminarse, las mujeres en la India bailaban; su danza era una ofrenda a dios, una oración. En el antiguo Egipto, las sacerdotisas que hacían la famosa danza de los siete velos removían cada capa del ego a medida que se quitaban cada uno de ellos. Así, estos son caminos sagrados donde no se trataba de desnudar el cuerpo sino el alma y ese sentido se perdió un poco con el tiempo; la gente piensa que es solo un baile sensual, ¡y claro que lo es, es el baile más sensual del mundo!, pero también es el más espiritual y sagrado, por eso me atrapó.
Por eso ahora, en la academia, el trabajo es muy hermoso –continúa nuestra portada-, pues es un trabajo de sanación a la mujer. Tenemos alumnas de 4 a 60 años y aunque la excusa es la danza, porque aprenden la técnica de diversos géneros, hay una misión filosófica muy profunda: la de sanar la autoestima, alinear los chakras y hacer una tarea integral que unifique los diversos planos que debe trascender la mujer”.
El poder de su hijoHace 15 años, un tiempo después de haber regresado, Antonina estaba en Cartagena, donde había dictado un retiro de yoga y danza en Islas del Rosario. Y allí tuvo un mágico encuentro que cambiaría su vida para siempre: volvió a ver al saxofonista británico Steve Paul, integrante de una banda de jazz, a quien había conocido en Nueva York.
En medio de su sorpresa atinó a preguntarle qué hacía por estos lares, a lo que él contestó contundentemente: “Buscando a mi esposa colombiana”. Dos años después se casaron y más tarde tuvieron a Aswan. En otro momento Antonina había manifestado el poder y la guía que traía su hijo, y hoy día es él quien toca los tambores en escena, acompañando a niñas de tres años de edad.
A su corta edad, Aswan vive perfectamente adaptado en un mundo compuesto por raíces de diferentes lugares: Inglaterra, Jamaica y Colombia, acompañado por enseñanzas egipcias e hindúes. Tal vez por eso Antonina no titubea al expresar serenidad frente al duelo que constituyó la muerte de su esposo hace tres años. “Murió de cáncer. Ha sido una experiencia de vida también linda, porque comprendí varios aspectos de la vida y la muerte. Además, sé que mi hijo escogió también este tema y estoy en paz con eso. Hoy tengo una pareja y en la academia ayudo a muchas personas con sus duelos”.
15 años celebrados con oro“Ganamos 2012 y 2013 la medalla de oro en el Mundial de Danza en Egipto, luego de ocho años de competencia. También enseño como maestra invitada desde 2006 y siempre voy con un grupo de alumnas porque me gusta que tengan acceso cultural e histórico. Haber ganado dos años consecutivos se debe al trabajo de 15 años que empieza a fluir. Antes, ni siquiera sabían que en Colombia bailábamos danza árabe; así que ganar fue muy emocionante y conmovedor, realmente un logro peleado”.
A mediados de este mes Antonina celebrará una edición más del Festival Internacional de Danza que realiza con más de 300 bailarines en escena y los mejores bailarines del mundo, llamado Orus Shiva. Después espera mudar de lugar la escuela, y abrir un gran proyecto en Estados Unidos.
“Ahora estoy en un punto de entrega total, ya no hay cuestionamientos. Simplemente expansión y mucho agradecimiento. Con la academia hay mucho trabajo y además estoy escribiendo un libro titulado El despertar de la diosa, un poco autobiográfico y cuyo objetivo es dejar un legado de este trabajo tan bello y necesario”.

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