Lejos de querer encarnar a la princesa de la historia, a la Norma niña lo que le gustaba era armar combo entre sus amigos del colegio y recrear leyendas colombianas como La Madreselva y La Llorona. Porque a ella los personajes que le atraían eran aquellos de mundos fantásticos y que requirieran de un disfraz.
Años más tarde, como modelo, hizo de su cuerpo un vehículo de expresión al alcance de los diseñadores con quienes trabajó. Una razón de peso para ser amada y respetada por todos en el medio, pues en sus propias palabras, era quien siempre les hacía todas “las payasadas” para fotos y pasarelas.
Esa versatilidad, su belleza y capacidad de trabajo la convirtieron en la modelo top del país. Su imponencia en la pasarela fue alabada por personajes de la talla de Oscar de la Renta, a quien descrestó en Cali Exposhow 2010.
Sin embargo, en la siguiente edición de esa feria hizo sus últimos desfiles. Después de 15 años de trabajo se sintió satisfecha, sus amigas y colegas se habían ido del país o convertido en madres y empresarias, y su propio camino se estaba redireccionando, por fin, a la actuación.
Cuando comenzó a hacer casting en televisión, pocos sabían que había llegado a Bogotá a los 16 años, exclusivamente a estudiar Teatro en la Academia Charlot. Pero no pasó mucho para que la agencia Stock Models la fichara y la convirtiera en una de sus más importantes representantes.
Aunque aceptó por varias razones, desde el principio sintió miedo de que sucediera lo que finalmente sucedió: pasaron los años rápidamente, y sin darse cuenta había abandonado su vocación por completo. Por eso, tras hacer cuentas, decidió abandonar su puesto VIP en el modelaje colombiano y regresar al punto de partida.
“Otra cosa que me dio susto desde el principio y pude confirmar después, es cómo me afectó la imagen que tiene la gente de las modelos; no imaginé que ese cliché en serio existiera. Me he encontrado con personas que de frente, sin darme la oportunidad de decir dos líneas, me dan durísimo.
Me tocó, por ejemplo, uno que otro productor que no quería hacerme casting porque era ‘modelito’. Para mí era muy jarto recordarle a todo el mundo que yo estudiaba en la Charlot y que lo del modelaje se me había atravesado; además, infortunadamente en ese momento a un montón de modelos les dio por actuar, y algunas con pésimos resultados. Eso no ayudaba para nada en el contexto. Pero actuar es lo mío; no importa qué piense la gente, yo soy quien sabe cuál es mi sueño”.
Una mamá vampiro
Todavía la vemos al aire como Bárbara en La traicionera y hace un mes está grabando una serie juvenil que RCN planea lanzar a mitad del próximo año. El nombre tentativo es Chica Vampiro y recrea una historia de vampiros y humanos que conviven en medio de situaciones cómicas, protagonizadas por una pareja de adolescentes y sus familias.
“En principio está pensado para el horario de las 6 de la tarde. Es una idea de Tony Navia (Francisco, el matemático y Okidoky) y se recrea en dos estudios con un montaje increíble, dirigido por Lucas Jaramillo. Es un proyecto muy bonito, con una mezcla de musical. Yo soy Catalina, la mamá del vampiro antagonista y, por supuesto, la antagonista en la historia de los grandes. Tengo 350 años y eso es muy chistoso porque al que interpreta a mi hijo solo le llevo 10 años. Estamos todos experimentando, aquí nunca antes se había hecho una serie así”.
La que le contó del proyecto fue su colega Silvia de Dios, quien conociendo la afición de esta tolimense por disfrazarse y escaparse a otros mundos, no dudó en avisarle de las pruebas. “Los efectos especiales son increíbles. Estamos grabando con croma, la técnica de las películas que me encantan, como las de Tim Burton. Siempre me había preguntado qué se sentía actuar imaginándose las cosas y aquí me tocó. También volamos con arneses y todo en la producción está súper bien hecho.
Esto es delicioso –continúa una entusiasta Norma Nivia- porque puedo tener un día triste, pero me ponen la ropa del personaje y se me olvida todo. De niña no me imaginaba nada más porque era lo que me salía natural y ahora es igual: el hecho de poder conocer otros mundos, de conocer tanta gente, de renovarme constantemente”.
El arte de ‘darse duro’
Cumple dos años de casada en diciembre. Desde chica había descartado la idea de hacerlo, razón que la llevó a dar el “no”, sin siquiera temblar, en dos ocasiones previas. A Augusto –un ingeniero de sonido argentino que vino a trabajar con el Factor X y se quedó por ella-, le dio el “sí” con la misma facilidad.
- ¿Cómo se siente con su trabajo en este momento?
Ha sido un proceso de evolución y me siento un poco mejor cada vez. Ahora me veo y no me da tanta pena como la primera vez. Siento que uno se da muy duro, pero he descubierto que todo el mundo lo hace y yo estoy en el camino de encontrar cómo puedo dar más. La gente también me lo ha dicho. No solo mis amigos, igual directores y actores.
- ¿Qué tal es protagonizar en el segundo papel?
Muy difícil, porque uno está muy perdido. Creo que si vuelvo a ver ese personaje de Zona Rosa me voy a sentir leída, pues la naturalidad es algo que se consigue con mucho tiempo de trabajo. Afortunadamente éramos cuatro protagonistas y la responsabilidad se distribuía. Si hubiera sido la única mujer, habría dicho que no.
Es bonito protagonizar, pero disfruto mucho ser personaje de reparto porque si haces bien tu trabajo y escoges roles clave, puedes lograr un buen impacto. A los protagonistas que les va mal se demoran en volver a conseguir trabajo.
- ¿Qué no se esperaba del mundo de la actuación?
Lo que dicen de las envidias y los egos lo sentí más en el modelaje. En la actuación he conocido mucha gente chévere y honesta con quien se puede compartir. Los actores que toda la vida he respetado son profesionales generosos, puedes hablar con ellos sin ningún problema, son ellos los que más te quieren enseñar. Por el contrario, hay algunos nuevos con una actitud…; toda chistosa.
- ¿Por qué se retiró del modelaje siendo modelo top?
Quería dedicarme solo a la actuación y, honestamente, prefiero retirarme en el momento a que me retiren. Igual, me siguen llamando para desfiles y algunos diseñadores me dicen que hago falta.
Pero soy muy crítica. Me veía en las pasarelas y decía: ¡‘No fregués, ya se ve la diferencia de edad!’. Tampoco soy una vieja, pero es que en la pasarela son muy jóvenes. Conozco muchas que son mayores que yo y todavía lo hacen…; fantástico por ellas, pero no me parece que se vean bien y no quería lo mismo conmigo.
- ¿Y los pros de comenzar como modelo?
Siento que de la manera como desarrollé mi carrera en el modelaje fue una práctica de actuación. Ahora veo mis fotos y siempre fue bastante histriónico e irreal, ni siquiera era yo. Además, estar en sesiones de fotos en la calle te enseña a perder la pena. Cuando llegué a un set de grabación por primera vez no tenía miedo ni estaba asustada con los aparatos y con toda esa gente, podía perfectamente meterme en el cuento con mi compañero y olvidarme de todo lo demás y eso se lo debo al modelaje.
- ¿Y el reconocimiento de la gente en la calle?
Hay un antes y un después de La isla de los famosos. Antes eran muy pocos los que me reconocían en la calle. A medida que el tiempo pasa, ese número va aumentando. Con La traicionera lo he sentido más. Justamente, en estos días pensaba en eso, no había sentido que me reconocieran tanto como ahora. Entro a un sitio y todo el mundo se voltea a mirar y murmura. La verdad, no estoy acostumbrada…; ¡y es extraño!

Carolina Soto tiene una misión: promover la donación de órganos
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