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Sicología: Déficit atencional “¡No me puedo concentrar!”

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Hasta hace dos décadas, ellos eran niños “inquietos”, “desobedientes”, “agresivos” o “inaguantables”. Después de que el déficit se detectó como diagnóstico clínico, las cosas cambiaron. El neurofeedback, un tratamiento exitoso.
A los ojos de los inexpertos, pareciera que a partir de las dos últimas décadas, niños y adolescentes han sido víctimas de una “epidemia”: la originada por el llamado déficit atencional o déficit de atención. El número de diagnósticos se disparó, y en los consultorios de sicólogos y terapeutas abundan los casos típicos: niños incapaces de mantener su atención en una actividad, con bajo rendimiento académico, y tildados de “difíciles” por parte de padres y docentes.
¿Acaso antes no existía el déficit atencional? Claro que sí. Pero éste se detectó, como diagnóstico clínico, en los años 1987-88, por lo que quienes crecieron antes de esa fecha y tenían esta condición, sólo fueron calificados de “inquietos”, “desobedientes”, “agresivos” e “inaguantables”. Hoy sabemos que, en pocas palabras, este es un tema de mal funcionamiento cerebral.
El doctor Andrés Osuna se autocalifica como “un Quijote que intenta hacer ciencia en Colombia”.  Sicólogo de la Konrad Lorenz, consultor clínico y docente de varias universidades, es experto en neurofeedback y tiene estudios de profundización en neuroelectrosicofisiología, área que estudia la forma en que el cerebro trabaja y cómo se relaciona esto con lo que pensamos, con lo que sentimos, etc.
De acuerdo con el doctor Osuna, es usual que los no conocedores del tema generalicen el término déficit atencional (o déficit de atención), cuando realmente existen tres niveles.
1. Debilidad atencional. Los episodios son esporádicos: en determinados momentos, el niño no sostiene la atención y se “desconecta” de la información que es relevante. Generalmente a estos pequeños les va bien en las materias que les gustan, pero pierden la atención en aquellas que no son de su agrado.
2. El déficit atencional. Es un grado intermedio. Afecta todas las áreas de conocimiento, pero no todos los procesos. En otras palabras: quizá le vaya mal en lo académico, pero no muestra problemas de socialización, de adaptación o de seguimiento de normas.
3. El trastorno por déficit atencional con o sin hiperactividad. Afecta todas las áreas de desarrollo del niño: del conocimiento, socialización, adaptación familiar, procesos emocionales y personalidad. Explica el doctor Osuna que son niños “con unos niveles bajísimos de tolerancia a la frustración (muy pocas veces saben administrar la equivocación y la derrota) y supremamente irritables; otros pueden mostrar signos contrarios, como desarrollar tendencias depresivas”.
Las estadísticas muestran que aproximadamente el 22% de la población en el mundo padece trastorno por déficit atencional,  mientras que los otros dos (el déficit y la debilidad atencional), podrían estar en un 15%.
LOS CULPABLES
Las causas de los tres niveles anteriores obedecen a varios factores, entre los que se destacan:
- Genético. Más no necesariamente hereditario (aunque la probabilidad de que pase de padre a hijo es de 50%). “Las investigaciones indican, hasta ahora, que están involucrados los cromosomas 5, 6 y 11; una parte de éstos administra los llamados captadores de dopamina, sustancia neurotransmisora que controla y administra todo el rendimiento mental. Cuando esos captadores de dopamina se afectan, producen un exceso, en la mayoría de los casos, de frecuencias delta en el cerebro, lo cual hace que el ‘motor atencional’ falle”, explica el especialista.
- Nutricional. En muchos casos, las dietas deficientes en Omega 3 y en proteínas, y excesivamente altas en carbohidratos y azúcares, son causantes.
- Ambiental. Relacionado con procesos de estimulación. “Lo curioso –indica el doctor Osuna- es que tanto la escasa estimulación como la excesiva estimulación pueden originar el problema. He tenido muchos casos de déficits atencionales causados por sobre-estimulación en la primera infancia, la cual produce una especie de ‘aceleramiento’ en el desarrollo del sistema nervioso central en momentos que no corresponden, y ello suele tener implicaciones a largo plazo”.
Usualmente, hay una combinación de las tres variables, mientras que en algunos niños es muy marcado el factor genético.
LOS SÍNTOMAS
- Básicamente, incapacidad total o parcial de terminar una actividad: el niño comienza a hacer una tarea y la abandona sin poder finalizarla.
- Cambio constante de actividad. El niño comienza a hacer la tarea, se levanta a buscar algo en la nevera, luego enciende el televisor (mira la pantalla unos minutos), después juega con su carrito por un breve tiempo, se sienta ante la tarea, y así sucesivamente…;
- En muchos casos, exceso de motricidad. En otras palabras, niños terriblemente inquietos.
- Pero también hay inquietud emocional. “El pequeño es irritable y reactivo –explica el experto-. Algo muy comprensible, pues aunque ya sabemos que los niños con déficit no es que no quieran hacer…; es que no tienen con qué, algunos adultos siguen creyendo que les gusta fracasar. Y eso es un mito. Ningún niño se siente orgulloso de que le vaya mal en el colegio, a ninguno le es indiferente el fracaso.
Esto es realmente una incapacidad, una falta de destreza que origina muchas consecuencias, no sólo en el rendimiento académico sino en lo emocional, en la socialización y en la autoestima. Es terrible cuando el pequeño crece convencido de que es un incapaz y un fracasado”.
Y ahí es donde se corre el riesgo de que el niño o adolescente comience a buscar otras alternativas para encontrar el éxito: pandillas y filiaciones con pares que no son constructivas, son algunas.
- Tiene dificultades académicas y él mismo se queja de que no se puede concentrar. Es el que se distrae con el vuelo de una mosca, tira papelitos a los compañeros, hace garabatos en la clase o deja volar su mente por la ventana. Estos niños son rotulados de indisciplinados o “difíciles”, lo cual agrava el problema aún más, pues también la autoestima está en juego.
¿CON DÉFICIT O MALCRIADO?
¿Cómo saber si el niño tiene déficit de atención o sólo se trata de un pequeño indisciplinado o escasamente interesado en sus estudios?
“El diagnóstico no es un tema que se deba plantear sólo desde la observación; requiere exámenes específicos, que son los únicos capaces de confirmar si se trata de ese problema o no -asegura el doctor Osuna-. El diagnóstico tradicional se realizaba con listas de chequeo. Hoy, la herramienta más avanzada con la cual contamos es el mapeo cerebral: un electroencefalograma que en tiempo real analiza cómo funciona el cerebro del niño cuando debe  prestar atención, cuando utiliza la memoria visual y la auditiva, cuando piensa y cuando tiene que hacer dos actividades al mismo tiempo (cada una con un hemisferio)”.
Si el déficit existe, aparecerá en el mapeo cerebral. Es el examen más concreto y además indica cuál es el nivel del problema de atención (pues hay cinco categorías de déficit atencional) y en qué parte del cerebro se presenta.
Esta prueba debe ser hecha por especialistas en mapeo cerebral y neurofeedback o por un neurosicólogo. Si no es posible el acceso a la tecnología del mapeo cerebral, debe buscarse un sicólogo cognitivo conductual o un neurosicólogo, quienes hacen otro tipo de evaluaciones.
AHORA, A TRATARLO
Uno de los tratamientos más controversiales es el uso de fármacos. “Hay dos problemas fundamentales con los medicamentos que se suelen utilizar en estos niños –asegura el sicólogo- Primero, invaden todo el sistema nervioso central; no operan focalmente en el sector del cerebro donde se origina el déficit atencional. En otras palabras, no tienen capacidad  de selección. Segundo, según lo muestran las investigaciones, el uso prolongado de sicoactivadores desde la infancia, a largo plazo puede causar problemas en el sistema cardiovascular y en el hígado. Además, hay correlación entre el abuso de sustancias en la adolescencia y en la adultez, con consumo de sicoactivadores en la infancia.
Sin embargo, hay un porcentaje ‘muy estrecho’ de casos, en los cuales sí se requieren medicamentos. Este tipo de tratamiento exige estudios nutricionales y la supervisión de especialistas en el tema. 
¿CÓMO FUNCIONA EL NEUROFEEDBACK?
Antes de hablar de este método de tratamiento, una brevísima descripción del trabajo del cerebro. El cerebro está construido por neuronas y éstas producen electricidad. Para que cada parte del cerebro emita su máximo potencial de funcionamiento, debe prevalecer determinado tipo de  frecuencia eléctrica.
El déficit atencional puede originarse, ya sea por defecto de frecuencias eléctricas o por exceso. Un mapeo cerebral identifica exactamente en qué área del cerebro está el problema, así como las frecuencias involucradas.
Con base en los resultados se diseña un protocolo de entrenamiento en neurofeedback, específico para cada niño. “Se hace otro electroencefalograma, más simple, y se coloca un electrodo en esa área del cerebro que necesita sincronizarse –asegura el doctor Osuna-. El niño comienza sus sesiones de entrenamiento, en las cuales un software convierte las señales eléctricas del cerebro en comandos de juego de video. Así, el pequeño cree que está jugando, y no se da cuenta de que la única manera para jugar es producir las frecuencias eléctricas correctas en su cerebro. Por eso recibe el nombre de entrenamiento”.
En cada sesión (de 25 minutos), el cerebro produce  frecuencias eléctricas funcionales entre 800 y 1.500 veces. Y la tecnología le muestra en tiempo real cuándo lo logra.
Después de 40 sesiones, lo que ocurre con las neuronas de ese sector del cerebro, es que quedan produciendo las frecuencias eléctricas que corresponden. “El método no tiene efectos colaterales y hace que el cerebro se encamine por sí mismo hacia un mejor proceso de desarrollo. Lo de las 40 sesiones no es arbitrario: las investigaciones muestran que con 30 sesiones debería ser suficiente, pero en un porcentaje muy alto de casos, hay una recaída a mediano plazo. Las 40 hacen que las neuronas liberen la frecuencia eléctrica adecuada y queden funcionando en ese nivel por el resto de la vida”.
Aquí es necesaria una aclaración: los niños tienen tres etapas de desarrollo del sistema nervioso central: una hasta los 10 años, otra hasta los 17 y la tercero, posterior a esa edad.  El cerebro se desarrolla de atrás hacia adelante y ese proceso se traduce en la capacidad que tiene de producir una sustancia llamada mielina, una especie de grasa que va recubriendo las neuronas de la corteza cerebral. A medida que hay mejor recubrimiento de mielina, hay mayor capacidad de producción eléctrica. Por eso se recomiendan tres entrenamientos cuando se comienzan desde la infancia.
¿Y EL ESPECIALISTA?
Las pautas de crianza específicas –límites definidos, horarios para actividades, construcción de hábitos,  buscar una actividad en la que el niño brille y demuestre sus habilidades-, los procesos de motivación y una nutrición adecuada, son coadyuvantes de esta tecnología.
La clave al elegir a una persona idónea para hacer el entrenamiento es buscarla en la lista autorizada por el Ministerio de Salud. “Dude si le ofrecen la tecnología neurofeedback sin hacer antes mapeo cerebral. Ahí ya hay algo raro –asegura el doctor Osuna-. Y ojo: este entrenamiento no debe percibirse como algo milagrero. Genera cambios espectaculares, pero tampoco es ‘cura todo’, y como cualquier tecnología, tiene sus alcances”.
DESTACADO
En el 80% por ciento de los casos, el nivel atencional de los niños, como mínimo, se duplica con neurofeedback. Y en un 20%, se triplica.
DESTACADO
El déficit atencional afecta más a niños que a niñas. Los momentos “pico” se manifiestan en la niñez. Sin embargo, hay casos en los que, cuando comienza la preadolescencia y con ella el proceso de “hormonización”, se ven afectados también los procesos atencionales, originando  el déficit.
DESTACADO
Un niño con déficit atencional que no es tratado será un adulto con el mismo problema. Por eso este desorden no es exclusivo de los niños. Las estadísticas dicen que aproximadamente el 22% de la población universitaria y de ejecutivos, lo sufre.

Si quiere saber más: Doctor Andrés Osuna, director científico de Rectamente Neurofeedback. Tels: (1)5227060. E-mail: andres.osuna@rectamenteneurofeedback.com
www.neurofeedback.com.co
www.rectamente.com

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