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Agresividad infantil: Cómo detenerla

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Muchos piensan que “los niños de hoy” hacen más pataletas y son más egoístas, exigentes e incluso agresivos con sus padres si se comparan con las generaciones anteriores. Una sicóloga explica cómo detectar a esos ‘pequeños tiranos’.

Si usted está en un supermercado y un pequeño de 6 años arma un berrinche de proporciones bíblicas -porque su mamá se niega a comprarle una gigantesca caja de chocolates-, grita, llora, le da manotazos y patadas e incluso le suelta alguna palabrota, necesariamente pensará lo que ya es un hecho para sicólogos y sociólogos: los padres suelen olvidar que la mayor muestra de amor que se le puede dar a un hijo es ponerle límites claros y establecer normas para que crezca como una persona sana emocionalmente, tolerante a las frustraciones, segura de lo que quiere, respetuosa de los demás, exitosa y capaz de desarrollar todo su potencial.
Infortunadamente, pareciera que estos niños criados bajo esos parámetros son cada vez menos. “Últimamente estamos asistiendo a un aumento de episodios violentos protagonizados por menores. Todos hemos visto imágenes de niños que agreden a sus compañeros y que después de grabarlos con sus celulares, cuelgan los videos en internet. Hay adolescentes que acosan sexualmente, otros que son capaces de pegarles a sus propios padres y otros que llegan incluso a cometer asesinatos. Pero también es cierto que existen adolescentes con gran sentido del respeto, de la responsabilidad y de la cooperación. Pero los anteriores hacen mucho más ruido”, asegura la doctora Alicia Banderas, sicóloga de la Universidad Autónoma de Madrid y autora de Pequeños tiranos (Editorial Planeta).
En su libro, la experta nos dice cuándo y cómo comienza a ‘gestarse’ un niño tirano, cuáles son los primeros ‘síntomas’ o características de esa condición (signos que deberían poner en alerta a los padres) y cómo detectar precozmente estos comportamientos. Así mismo, les da a los padres consejos prácticos para hacer de ese pequeño un adolescente feliz (al enseñarle a obedecer, a ser responsable y a tener autocontrol sobre situaciones que se salen de lo cotidiano). Además, hace un análisis de cada uno de los estilos educativos que suelen implementarse en los hogares.

¿Cuestión de personalidad?
¿Qué está pasando? ¿Por qué a muchos papás y mamás les cuesta tanto ejercer la autoridad? La doctora Banderas asegura que “son numerosos los padres y madres que se ponen trabas, justificaciones e impedimentos que les hacen incapaces de mostrarse firmes y que se sienten culpables por serlo.
Desde la culpabilidad, la sobreprotección o la pena, no es posible ejercer la autoridad. Porque al final de este camino de permisividad, suelo encontrarme con madres y padres atormentados que descubren su fragilidad cuando aparece la frase más temida: ‘¿Qué ha ocurrido para que mi hijo haga…;? ‘¿Qué habré hecho mal?’”
Innegablemente, algunos padres, sin saberlo, confunden amor con educación y terminan cometiendo muchos errores en nombre del primero. Olvidan que son dos cosas totalmente diferentes. Tener un hijo no es sólo quererle, el amor solo no es suficiente.
Explica la experta en su libro, que “la personalidad de los niños se va forjando poco a poco, y a medida que va pasando el tiempo se va configurando y consolidando más y más.
Consecuentemente, cuando los hijos llegan a la adolescencia, los padres disponen de un margen menor de actuación a la hora de intentar poner límites o establecer normas…; Cuanto más tardemos en actuar, menos piezas quedarán por colocar en el complejo rompecabezas de la personalidad.
Un niño inocente, de alma cándida y bondadosa, no se convierte de repente y por generación espontánea en un delincuente que roba o amenaza a sus padres para poder llegar más tarde a casa. Esto no ocurre así. Mucho antes de que nuestro hijo o hija comience a manifestarse de un modo agresivo con conductas como insultar, amenazar, humillar o romper objetos, ya existe una serie de señales de falta de respeto que son claros indicadores de tiranía, presagio de lo que sin duda puede llegar a suceder en el futuro”.
Por supuesto, no debemos olvidar que los adolescentes, en muchas ocasiones, se vuelven contestones, rebeldes, irónicos y distantes, se irritan por cualquier cosa, todo lo rebaten e intentan imponer sus opiniones sin siquiera oír las de los demás.
“Esto es ‘normal’ en la adolescencia –asegura la sicóloga- y no sólo no es perjudicial, sino que realmente constituye una etapa importante, porque les sirve de ensayo para la vida adulta. Por eso es muy importante no confundir la rebeldía del adolescente con la tiranía”.

Aparece la tiranía…;
Los “síntomas” suelen aparecer aproximadamente hacia los 6 años de edad. Se presentan con suficiente intensidad como para que no pasen desapercibidos en la preadolescencia (10 a 13 años más o menos) y se desarrollan alrededor de los 15.
“Hay niños que nacen con una predisposición genética a manifestar un temperamento difícilmente manejable -indica la sicóloga-. Si no se emplea la acción educativa con determinación, firmeza y mucho tesón para frenar comportamientos agresivos, pueden llegar a desarrollar la tiranía en toda su intensidad. Por tanto, los padres no son los únicos responsables de que estos niños muestren comportamientos tiránicos.
Pero si los padres actúan con permisividad ante estos niños y adolescentes de difícil temperamento, acabarán siendo dominados por sus propios hijos y terminarán por acatar la ‘dictadura del menor’”.

Indicadores para detectar si su hijo es un tirano en potencia

  1. Muestra escasa sensibilidad emocional. En otras palabras, presenta bajo o ningún sentimiento de culpa cuando le causa dolor a otra persona. Y suele pensar que los demás son los culpables de todos sus males. “Insulté a mi mamá por su culpa, no me dejó dormir en casa de mi amigo”.
  2. Es capaz de mentir hasta límites insospechados. Incluso niega las pruebas que se le ponen al frente. Muy pocas veces admite que se ha portado mal.
  3. Es incapaz de pedir perdón de manera sentida, interiorizada y profunda.
  4. Es egocéntrico(a) y siempre está pensando en sí mismo(a). Cuando quiere algo, lo quiere de verdad y ya. Es capaz de saltarse a quien sea y de hacer lo que sea con tal de no postergarlo. Cuando era pequeño, hacía rabietas desproporcionadas.
  5. No le tiene miedo al castigo. Y los sermones tampoco surten efecto.
  6. A veces responde con expresiones vengativas: “Te odio, me las vas a pagar”.
  7. Tiene pocos vínculos afectivos con sus padres y escasas relaciones de amistad profunda con amigos y compañeros.
  8. Se siente válido ejerciendo la violencia, pero no haciendo el bien. Para ganarse la atención o el respeto hace lo contrario de lo que haría cualquier niño cuando ordena su cuarto o hace las tareas, buscando aprobación de sus padres.

En algunas ocasiones, estas conductas pasan desapercibidas, pues suelen ser muy sutiles. Lo malo es cuando los padres sí se dan cuenta de ellas y las dejan pasar porque no las consideran importantes. O creen que no merecen tanta atención, pues “cuando mi hijo madure, dejará de portarse de esa manera”. Error, error. Si este tipo de actuaciones no se frena a tiempo, la situación empeorará día a día.

¿Nacen o se hacen?
“La genética predispone, pero no determina que nuestros hijos se conviertan en niños tiranos o violentos –explica la doctora Banderas-. El entorno y la educación, factores ambientales ambos, juegan un papel extraordinario. Pero no hay por qué alarmarse. No está todo perdido, aunque sí es cierto que será un camino más difícil de recorrer y mucho más costoso que educar a un niño con problemas comunes de comportamiento.
Por otro lado, hay que decir que estos niños no tienen un trastorno grave mental, ni que son producto de haber vivido una situación de marginalidad o maltrato para explicar por qué violan las normas y los derechos y las necesidades de los demás. Son niños que puedes encontrar en cualquier familia, colegio, vecindad, y en la sociedad en general”.
En efecto, hasta hace muy poco tiempo creíamos que los niños agresivos, con comportamientos violentos, eran fruto de la pobreza, la falta de oportunidades y la marginalidad. Ahora sabemos que no es así. En estratos medios y altos también se genera la violencia juvenil, básicamente porque el factor determinante es la educación.
“Actualmente –indica la doctora Banderas- podemos observar cómo tener más dinero, más cultura o una mejor formación académica no implica tener mejores valores”.

Consejos generales de la sicóloga para tratar a un niño potencialmente tirano.

- Enséñele a desarrollar sensibilidad emocional. Aproveche oportunidades para hablar con él de los sentimientos ajenos y de la capacidad de comprender las necesidades de los demás.
- Reduzca el egocentrismo de su hijo. Elógielo cuando tenga comportamientos en los que se dirija de forma positiva hacia los demás: por ejemplo, cuando le ayude a su hermanito a recoger los juguetes o se ofrezca a ayudar en casa. Tenga en cuenta su opinión, pero evite que sea ésta la que siempre se imponga.
- Ayúdele a descubrir nuevas maneras de aprender a sentirse importante y admirado por adoptar conductas sanas. Potencie situaciones en las que su hijo pueda hacer cosas buenas y usar valores positivos, en lugar de hacerlo a través del poder. El mensaje que hay que transmitirle es que haciendo el bien puede sentirse importante, en vez de ejercer su liderazgo con la manipulación.
- Apúntele a actividades gratificantes de ocio, deportivas y culturales, en las que se sienta seguro de sí mismo por sus logros. O donde esté presente el valor de la solidaridad.
Cuando la violencia se haya instalado en su hogar y las conductas intolerables del niño sean de difícil manejo, pida ayuda profesional.
 

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