Cuando Ana Veydó se refiere a Cimarrón, explica que se trata de una banda constituida al iniciar el siglo, y en ese comentario hace referencia a una propuesta encaminada a buscar espacios que fueran más allá de lo local. Lea también: La historia de un hotel frente al mar de Cartagena que tendrá su película
Todo estuvo antecedido por una carrera tanto de ella, como del desaparecido músico Carlos Rojas, quien para entonces diseñaba una metodología para la enseñanza de los instrumentos en la región, Ana por su parte estudiaba historia, al tiempo que participaba en festivales.
Coincidieron en conceptos, y concebir Cimarrón era el siguiente paso, fundamentado en traspasar la frontera regional, incluso nacional, por lo que ese nuevo periodo de sus vidas artísticas se inició con una presentación en el Kennedy Center en Washington D.C., un evento donde el joropo sonó por primera vez en una institución emblemática.
A partir de ahí, el trabajo se concentró en buscar mánager, festivales y adentrarse en ese circuito que era el ideal para llegar a la escena internacional, el llamado “Word Music”. A lo largo de estos 23 años han cumplido giras que incluyen unos 40 países, 540 conciertos, repitiendo naciones, pero nunca escenarios, por lo que las presentaciones han sido ante públicos diversos cada vez.
El sonido de la Orinoquía
Siendo un sonido desconocido ante el mundo, incluso en el país, la música del Oriente de Colombia no ha sido la llamada a mostrarse, dificultando más su difusión, y en este sentido, Cimarrón trabaja en el acercamiento a los públicos, lo que a su vez conlleva una buena experiencia, verificar que la receptividad internacional se mantiene.
“La Orinoquía tiene una diversidad geográfica, humana, étnica y sonora, la misma que se integró en la propuesta de la banda, marcando una gran diferencia con lo que se ofrece en la región”, afirma Ana desde su residencia en San Martín, Meta. Cimarrón tiene el ADN de Ana, pero también de Carlos Rojas, juntos conformaron un equipo que mantuvo ese fuerte lazo profesional y de admiración hasta el fallecimiento de él en el año 2020, cuando recién habían participado en la ceremonia de los Latin Grammy y preparaban la gira por el Reino Unido. El mejor homenaje a su amigo fue cumplir con ese compromiso. Lea también: Actriz de Netflix abrió cevichería en Cartagena ¡y fuimos a conocerla!
Experimentando una nueva fase para la banda, toda vez que estaban pendientes compromisos en verano y otoño en el exterior, precisamente porque la trayectoria ha sido internacional debido al poco apoyo en el país, lo que les llevó a buscar otros espacios interesados en su propuesta.
La música llanera se tiene en un imaginario un tanto errado. El hombre rudo, las mujeres bellas, pero frágiles y asociado a la masculinidad va ese sonido que igualmente se asume en medio de caballos y otros aspectos propios de esa parte de Colombia, es allí donde el trabajo de Ana ha sido muy claro, quien agrega que ha tenido el privilegio de presentar su propuesta alejada de esos sesgos.
Desde Cimarrón ha replanteado lo que quiere hacer con la música, porque no es un secreto que el sonido llanero se hizo para el gusto masculino, determinando la estética y a qué se le canta, en resumen, es todo lo que se oponga a ser Andino, y en esa oposición se ha construido esa identidad.
En ese sentido, Ana Veydó logró entrar en ese difícil campo, y reconoce que ella y otras mujeres que se le midieron en su momento a cantar joropo, fue a través de concursos, espacio donde tenían todo el apoyo, y ella fue de las primeras cantadoras de joropo recio en participar en uno de esos eventos. Criada en el campo de Boyacá, escuchaba el ritmo a través de la radio venezolana, un formato que distaba del que se hacía en Colombia con cuerdas heredadas de la región Andina, el arpa llegó del vecino país.
Con un referente masculino, esta artista construyó esa expresividad que ostenta y que marca la diferencia en su canto, el mismo que ejecuta desde cuando ordeñaba y apartaba terrenos en el campo donde creció. Afirma que una vez empezó a consolidarse en la modalidad de “voz recia”, se visibilizaron otras que existían en el silencio.

Ahora, con más de dos décadas a cuestas, percibe que este proceso ha sido de total aprendizaje para los hombres, que es con quienes finalmente trabaja y ellos pueden reconocer que dentro de Cimarrón tienen que asumir otra postura, especialmente en las letras, porque su fundadora no permite temáticas acostumbradas de antaño.
En el ámbito musical de la región no ha sido fácil el ingreso de Ana, reconoce que para muchos hombres resulta fuerte esa competencia femenina, y al fallecer Carlos su reto fue mayor, toda vez que el fungía como una imagen para ellos, referencia que ella “utilizó” a su favor para que siempre se pensara que era su compañero musical quien proponía los cambios escénicos.
La aceptación sin fronteras
Cimarrón resulta ser un nombre fuerte y significativo. En la región corresponde a una res que en algún momento estuvo bajo la mano del hombre, pero después se “enmontó”, es decir, se escapó y alejó, algo que denota libertad y en ese caso, el animal sin domar y sin marca.
Carlos Rojas fue quien puso el nombre al grupo antes del año 2000, cuando percibía ese proyecto de explorar y ante todo trabajar alrededor del formato venezolano, y luego, para ambos, significó una alegoría a la libertad.
En la creación de un sonido propio, la agrupación trabajó en convertir tanto la bandola como el arpa en dos instrumentos que pueden “dialogar” en la escena, también lograron que algo considerado inconcebible, como es un hombre bailando joropo zapateado en solitario, hoy se vea natural, y aunque generó rechazo de los tradicionalistas, igualmente le sumaron una percusión más amplia, como el cajón peruano, la tambora costeña y el zurdo brasilero.
Con dos álbumes grabados para un sello estadounidense, uno de ellos nominado a los Premios Grammy, mientras que el otro ganó en los Independent Music Awards como mejor álbum latino, de otra parte, han alternado con una artista galesa y han llegado a cada pueblo de Gales, por lo que afirma que allá son más conocidos que en Colombia. Con ella desarrollaron un disco en vivo, y más adelante otro llamado “Orinoco”, nominado a los Grammy Latino y que se ha expuesto en China, India, Líbano, Argelia y Estados Unidos.
El año pasado, con la ausencia inevitable de Carlos Rojas y bajo la producción de Ana, se grabó “La Recia”, un álbum que le ayudó a confrontarse con su nueva realidad y cree que ha sido una maravillosa experiencia, toda vez que ha tenido reseñas en 14 países y buena crítica en Reino Unido.