Siempre he pensado que la palabra construir tiene un hermoso y valioso significado. Aunque por lo general la relacionamos con construcción de paredes, casas y edificios, prefiero verla como un vehículo de transformación de nuestras acciones día a día: construimos nuestra propia realidad, construimos nuestros sueños, metas, anhelos, y una expresión que me ha encantado últimamente es que cuando somos buenos ciudadanos “construimos país”.
Esta es la historia de Geovanna Hernández y Luz Estela Cabarcas, dos mujeres que han creído que la educación es una forma de ser mejores personas y de contribuir a la sociedad, construyendo futuro desde sus propios barrios, su ciudad y por qué no, su país. Lea aquí: Mary Luz Boada, una mujer que trabaja sobre cuatro ruedas
“La construcción es para hombres”, le recordaba la sociedad. Lo más cercano que pudo conseguir en Caucasia fue trabajar en minería durante casi tres años. “A punta de pico y pala pude comenzar a construir mi sueño y coger las agallas y los callos que se necesitan para esto de la construcción”, recuerda.
Buscando mejores oportunidades laborales llegó a Cartagena y se instaló en Manzanillo del Mar con su compañero, Enrique, y su hijo, Iker, de 5 años. En medio de todas las carencias con las que aterrizó llena de sueños y metas por construir, un día escuchó en la Fundación Serena del Mar acerca de una convocatoria que le cambió la vida.
Hoy es una de las 200 mujeres beneficiarias del programa ‘Construimos a la par’, una apuesta de Camacol Bolívar y USAID, con el apoyo de diversas instituciones públicas y privadas de la ciudad y el departamento, que ha venido capacitando con el Curso en Construcción de Acabados Arquitectónicos a mujeres que, como Geovanna, tuvieran el sueño de desempeñarse en diferentes oficios de la cadena de valor de la construcción, todas ellas pertenecientes a comunidades vulnerables de la ciudad. Vea también: Video: la inspiradora historia de una barbera venezolana en Cartagena
Para poder formar parte del proceso, Geovanna se despierta a las 3 a. m. a preparar los más de 200 fritos que vende entre 6 y 8 a. m. Los buseteros y trabajadores de las obras cercanas son sus mejores clientes. “No ha sido fácil, me dan las 11 de la noche armando la masa. Y a las 3 a.m. ya estoy lista para vender y poder estar libre para mis clases a las 8 a. m.”, cuenta.

Luz Estela, de 39 años, es otro ejemplo de tesón y berraquera que deja claro que eso de que las mujeres somos el “sexo débil” está mandado a recoger.
Todos los días llega con su neverita de icopor a las clases, en las que a veces irrumpe con jocosidad para vender bolis y así poder asegurar recursos para el sustento de sus hijos: Luis, José y los mellos Yeimer y Yeibrán.
Es madre soltera y vive en Colombiatón. Dice que no se le arruga a nada. “He hecho de todo. Trabajo en jardinería, como vendedora, hago comida, oficios en casas de familia”, explica.
Se enteró de la convocatoria en la Fundación Santo Domingo y no dudó en presentarse. Luego de entrevistas y exámenes, recibió con emoción la noticia de que fue una de las seleccionadas.
Sueña con poder tener un empleo formal en enchape o estuco. “Ya soy toda una experta, lo que necesito es una oportunidad para poder demostrárselo al mundo. Querer es poder”, concluye con melancolía.
Instituciones como Fundación Santo Domingo, Fundación Serena del Mar, la Universidad Tecnológica de Bolívar, Termocandelaria, la Secretaría de la Mujer de la Gobernación de Bolívar y la Secretaría de Participación y de Hacienda de la Alcaldía de Cartagena, le creyeron a este gran proyecto y apoyan el proceso con mujeres de comunidades como Ciudad del Bicentenario, Manzanillo del Mar, Villa Gloria, Tierra Baja, Arroz Barato, Puerta de Hierro, Policarpa y Villa Hermosa. El programa concluye con un acompañamiento en torno a creación de hojas de vida exitosas y consecución de entrevistas laborales.
Para ello, Camacol Bolívar lidera el relacionamiento con empresas del sector, con el fin de lograr que sean pioneras en la implementación de políticas organizacionales para la equidad de género. “Nuestro fin es que les abran las puertas a estas mujeres con oportunidades laborales, con igualdad de condiciones”, afirma Angélica Salas, gerente.
Geovanna y Luz Estela pronto prepararán sus hojas de vida y esperarán ansiosas esa llamada laboral que les cumpla su meta de tener un empleo formal para transformar sus vidas y construir un mejor futuro para sus familias. Lea además: Ni la enfermedad huérfana que padece le ha impedido cumplir sus sueños