A Hever Jave Rosado se le volvió costumbre pedalear 80 minutos en bicicleta todos los días, desde Lomas de Albornoz, en la Zona Industrial de Mamonal, hasta la Y de Olaya Herrera, en La Cordialidad; allí trabaja desde hace cuatro años como albañil en un proyecto de vivienda.
Luego de seis horas de labores como resanador de paredes, deja a un lado el palustre y la mezcla para coger el cuaderno, el lápiz y el libro de inglés y asistir a las aulas. El obrero, nacido hace 51 años en San Estanislao de Kotska, Norte de Bolívar, dice sentirse contento porque cumplirá su sueño de graduarse como bachiller: después de toda una vida trabajando por sus hijos, ahora son ellos -¡y los nietos!- quienes lo ayudan y motivan a hacer las tareas. Lea aquí: Dios lo rehabilitó y ahora le sirve con su voz: Raúl SJ

¡Gran orgullo!
Hever Jave siempre recuerda que no pudo estudiar cuando era joven. “Mis padres no tenían plata para sostener mis estudios, solo cursé hasta quinto de primaria. A los 15 años, me puse a trabajar en una de las alternativas que la vida me ofreció: me convertí en albañil y con lo poco que aprendí en el colegio, pude desenvolverme, aunque siempre me fue mal con las matemáticas, ¡no sé cómo resolví los temas de las medidas en la actividad laboral!”, menciona y ríe.
Más de 35 años en el oficio han convertido a Hever en todo un experto en la albañilería: ha sido auxiliar, maestro de obra, oficial de obras civiles, así que, a ojo cerrado, maneja la cantidad materiales que se necesitan para construir una casa de 9 x12 metros, así como para repellar o resanar un cuarto de 3x4x2 metros; colocar las pegas, hacer un piso, empotrar baldosas o instalar tuberías para la redes eléctricas o sanitarias y mucho más.
Dice sentirse orgulloso de la vida porque con lo que devenga en este trabajo educó a sus cinco hijos; gracias al tesón de él, y el de su esposa, les inculcaron valores. “Gracias a Dios, hoy todos son profesionales: mi hija mayor se llama Kederlin, tiene 28 años y estudió Administración de Empresas; Jhinet, de 26, es organizadora de eventos; Jaderley, de 24, es nutricionista; Kimberley, de 22, es trabajadora social y el menor de todos es Hellian, quien se formó como chef, está prestando servicio militar”.
“Papi, pa’lante”
Las ganas de seguir siempre adelante son el motor de Hever Jave, por eso no dudó en tomar una oportunidad que se presentó frente a sus ojos a comienzos del 2022. Un día simplemente llegó a su sitio de trabajo, en la Constructora Ingenal, y en la cartelera informativa estaba colgado un aviso, era una cartulina blanca que decía: “Si no has terminado tus estudios de secundaria, aprovecha esta oportunidad para que salgas adelante”. Hever Jave recuerda que sintió alegría: por fin, luego de tantos años, volvería a estudiar y se convertiría en el bachiller que de adolescente no pudo ser.
El albañil consiguió todos los documentos y se matriculó, guardó silencio por unos días y, cuando ya estaba preparado para comenzar, les comentó a sus hijos sobre este nuevo proyecto y sobre sus inmensas ganas de volver a estudiar.
“Eso de coger el cuaderno para estudiar es una bendición, nunca pensé que se me iba a dar, mis hijas me felicitaron y fue cuando comparé la satisfacción que yo sentí cuando ellos se graduaron. Es una emoción que no pudieron evitar. Recuerdo las palabras de Hellian: ‘Papi, pa’lante, es tu oportunidad, tú puedes’. Eso fue algo grande lo que sentí en el corazón”. Lea además: Jorge De Oro pasó de los vicios y las pandillas a ser un gran empresario
Ante la emoción de los hijos, sus nietos no se quedan atrás: son los primeros en ponerse a la orden para ayudar a su abuelo a cumplir los trabajos que ponen los profesores. “Mis hijas y mi nieto de 12 años son quienes se encargan de orientarme en las tareas. Esto no es fácil, pero me gusta, es un poco complicada la matemática, también el inglés, pero ahí vamos, y nos vamos a graduar, con el favor de Dios”, menciona y confiesa que aprender a usar el computador ha sido un auténtico reto, pues nunca había tenido uno. Por fortuna, otros estudiantes le ayudan.

Hever está cursando el ciclo 6° y 7°, cuyas clases las recibe en un aula que la constructora habilitó para los beneficiarios, los días martes y jueves entre las 5 de la tarde y las 7 de la noche en las áreas matemática, español, sociales e inglés. El grupo lo conforman 64 personas en diferentes niveles, desde primaria hasta undécimo. A finales de julio, se graduaran 18, los que cumplieron los requisitos legales tales como las pruebas Icfes.
Carolina Tirado, directora de Bienestar, señaló que desde hace cinco años realizan actividades especiales de formación con los mismos trabajadores gracias a un convenio con una fundación llamada FundiAcademic, avalada por la Secretaría de Educación, cuyos profesores llegan al sitio a dictar las clases y gozan de plan apadrinamiento.
“No es fácil para ellos volver a tomar cuadernos y lápices. El mayor de todos es el señor Hever Jave, de 51 años, el menor tiene 30. Acá se les ofrece una merienda porque después de pasar el día de trabajo para dedicarse a estudiar es muy fuerte y por eso se le ayuda, hasta con las tareas”. El proyecto de vida de Hever Jave no termina aquí, porque una vez se gradúe quiere seguir estudiando una carrera afín de la construcción: aún no se decide entre Ingeniería, Arquitectura o Delineante, lo que sí tiene claro es que sus ganas de seguir adelante están tan firmes como siempre.