El resguardo zenú celebra con chicha de maíz. Acaba de ser reconocido como Patrimonio Cultural Inmaterial de Colombia el trenzado de caña flecha que durante siglos ha sido el arte y la vida de los indígenas zenúes, en el Resguardo Indígena Zenú de San Andrés de Sotavento, entre los departamentos de Córdoba y Sucre. Se ha exaltado, a través del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, la invaluable epopeya emprendida por el Cabildo Mayor Regional del Pueblo Zenú y toda su dinastía de artistas en la sutil y silenciosa tarea de trenzar su propia memoria, desde la construcción de sus casas en palma amarga, la caña de pescar, y trenzar el alfabeto de los ancestros a través de los hilos cosmogónicos desde que se nace y se muere, a la sombra del día, bajo el ala del legendario sombrero vueltiao. Lea aquí: El trenzado Zenú en caña flecha es patrimonio cultural inmaterial
Empieza desde ya, un acompañamiento por parte del Ministerio de Cultura en el Plan Especial de Salvaguarda para preservar esta tradición de generación en generación y hacerla sostenible en su producción, distribución, circulación, fomento de la investigación de este patrimonio y protección de esta propiedad intelectual y cultural de los zenúes, ha precisado el Ministerio de Cultura.
Tuchín, tierra de tejedores
En Tuchín todo el mundo teje. Los niños nacen a punta de caña flecha. Lo primero que ven los recién nacidos es una enorme cinta de trazos geométricos de colores blanco y negro, la gestación del futuro sombrero vueltiao. Y en ese sombrero dan vueltas los secretos de la tribu. Tuchín teje con caña flecha desde hace más de quinientos años.
La gente de todo el resguardo indígena se conoce por el sombrero que cada uno lleva puesto. Cada sombrero es la Biblia de la memoria ancestral, y cada trazo es un recuerdo y una referencia a las cosechas, a los ciclos celestes y terrestres, al ciclo de nacer y morir, y a los milagros de la matriz de la tierra. Cada sombrero es un alfabeto cifrado. Y por eso quien lleva un sombrero vueltiao puesto lleva consigo más de quinientos años de historia. Los políticos en tiempos de elecciones vulneraron el esplendor del sombrero, abusando de la belleza de esta joya cultural, y lo llevaron como un señuelo para conquistar electores. Qué diferente ese sombrero vueltiao que Gabo usó en la fiesta del Nobel y se lo quitó para abrir el sendero invisible de la cumbia interpretada por Totó la Momposina, bailando con Mercedes Barcha y bailando con la misma cantadora. Me pregunto dónde andará ese sombrero, y si la nieta de Gabo lo habrá encontrado en el ropero que ha abierto en la casa de México. Ojalá que el tiempo no haya ripiado esa maravilla que ahora sigue dando vueltas y contando historias.
El día que nos despertó el sombrero
La primera vez que ese sombrero de caña flecha nos despertó y nos robó el sueño del amanecer fue en medio de los reflectores del cuadrilátero de boxeo, con la alegría del triunfo mundial del palenquero Antonio Cervantes “Kid Pambelé” y años después del triunfo del boxeador monteriano Miguel “Happy” Lora. El sombrero nos despertó con las mejores noticias en las madrugadas, como aquel octubre 21 de 1982 en que supimos desde las seis de la mañana que en Estocolmo acababan de darle el Premio Nobel de Literatura a Gabriel García Márquez. Curiosamente, el que llevó el escritor a Estocolmo bajo la nieve fue un sombrero vueltiao que le hizo el tuchinero Medardo de Jesús Suárez. El sombrero le dio la vuelta al mundo. Y ha seguido dándole la vuelta al planeta cuando reinas y reyes selo han puesto sin saber que ese sombrero ha salido de las manos de los tuchineros y de los zenúes al pie de la caña flecha que siembran en el patio de la casa y en sus resguardos indígenas.
“El profesor y gestor cultural zenú Miguel Hernández nos ha contado que graduarse con sombrero vueltiao en las instituciones y centros educativos del municipio de Tuchín es tradición desde hace más de veinte años, con el objetivo de destacar el arraigo ancestral y la lucha por la preservación de la tradición de nuestro pueblo Zenú, evidenciando en el uso del sombrero vueltiao como prenda de identidad y símbolo nacional e insignia de la cultura Zenú”, nos ha contado William Caldera, a propósito de que en la Institución Educativa Técnica Álvaro Ulcué Choqué y en la Institución Educativa Técnica Agropecuaria Centro Vidales, los bachilleres se graduaron con su sombrero vueltiado y reemplazaron la tradicional toga.
Hubo un tiempo
Hubo un tiempo en que el sombrero vueltiao estuvo tan despreciado y estigmatizado, que quien lo usaba lo estereotipaban de “corroncho”, y para defenderse de los prejuicios muchos ciudadanos, y no solo escritores y artistas, han tenido que reivindicar la corronchidad como sello de legítima identidad cultural. Lo ha hecho el músico Hernán “El Corroncho” Villa, Juan Gossaín y hasta un cachaco feliz de tener ancestros caribes como Daniel Samper Pizano, que es el cachaco más costeño que he conocido. El sombrero aparece en las novelas y en las canciones de nuestros juglares de las sabanas y del Valle de Upar: lo cuidó toda la vida Alejo Durán, Rafael Escalona, Leandro Díaz, Andrés Landero, Toño Fernández, los hermanos Juan y José Lara, Juan Chuchita Fernández, toda la legión de los Gaiteros de San Jacinto, Adolfo Pacheco, Miguel Emiro Naranjo, Manuel Zapata Olivella, Álvaro Cepeda Samudio, Alejandro Obregón, y se lo llegó a poner con orgullo Alfonso López Michelsen y el presidente norteamericano Bill Clinton, para citar algunos de ellos. Pero es un sombrero que Colombia entera debe lucir con orgullo. No solo el pueblo sinuano, sino el resto de la nación. Es tan bello es sombrero que hasta los chinos quisieron falsificarlo.
El investigador Benjamín Puche Villadiego se pasó la vida descifrando los secretos del sombrero hasta encontrar su propia cosmogonía y su cultura ancestral cifrada en las cintas. Y escribió un libro sobre el alfabeto sinuano a partir del sombrero vueltiao. Comprobó que hay una sabiduría matemática en la creación de los sombreros, y una armonía que nos remonta a los orígenes de la tribu fundacional de los Zenúes al pie de su río sagrado, ese río Sinú que aún fluye y se desborda desde que los conquistadores le desviaron sus cauces, derribaron las ceibas enormes y construyeron casas sin escuchar el secreto de las aguas.
Epílogo
Los niños y las niñas de Tuchín y del resguardo zenú decidieron graduarse con su sombrero vueltiao. Las niñas con sus cabelleras negras entrenzadas llevan sus sombreros vueltiaos. La reverencia con que llevan ese tesoro del patrimonio en sus cabezas y en su corazón, es conmovedor e inspirador de nuestras identidades que han sido pisoteadas.
Hace poco se nos fue Máximo Jiménez, quien jamás se quitaba el sombrero. Solo en momentos muy íntimos, como es la tradición. Quien va a dormirse se quita el sombrero. Quien va a celebrar algo o alguien, se coloca el sombrero en el pecho. Quien va a amar se quita el sombrero, pero antes se lo pone en el pecho, en señal de reverencia ancestral. Así son las vueltas secretas del sombrero vueltiao. Lea aquí: El sombrero vueltiao y el significado de sus vueltas