¿Cuánto puede afectar a un niño tener un padre ausente? Mara Iriarte Marsiglia podría responder esa pregunta, y aunque saber la respuesta le ha costado mucho, no cambiaría las cosas si tuviese el poder de hacerlo. Nunca le faltó el afecto de mamá y hasta el sol de hoy está profundamente agradecida con ella por sacar adelante a sus cuatro hijos pese a la adversidad.
Aun así, admite que la ausencia de una figura paterna en su vida le trajo problemas autoestima, seguridad y dependencia emocional, incluso afirma que la afectó mucho en el área espiritual —que hoy es muy importante para ella— debido a que le impidió ver a Dios durante su niñez, y parte de su adolescencia, como el padre que lo considera ahora. Lea aquí: La historia de El Flecha, el personaje que nos esperaba en Lorica
“Descubrí a Dios a los 17 años, y fue Él quien llenó ese vacío dentro de mí ocasionado por la falta de afecto de mi papá biológico. Desde que lo reconocí como mi verdadero padre le he servido, y lo hago a través de una fundación que creé hace tres años”, señaló Mara Paola, de 39 años.
Hoy es esposa y madre biológica de dos niños —una niña de 10 años y un niño de 6— pero tiene 100 hijos más en el municipio Santa Catalina, Bolívar. En ese lugar actúa su fundación, PrayLand (‘tierra de oración’ en español), brindándole ayuda física, espiritual y emocional a la población más vulnerable dentro de una comunidad bastante vulnerable de por sí: los niños.
Algunas de las actividades que la fundación realiza son entregas de mercados, útiles escolares, ropa nueva y usada, calzado, campañas de salud oral, jornadas recreativas y entrega de juguetes en Navidad. También, se preocupa por el desarrollo educativo de los niños mediante clases de inglés y un club de lectura.
“Una compañera de trabajo me invitó hace unos años a su pueblo, Santa Catalina, un municipio bastante olvidado como muchos otros del departamento, donde pude ver las necesidades que pasaban las personas que ahí vivían. Siempre he tenido mucha afinidad con los niños y sentí tanta compasión por los de ese lugar que decidí ayudarlos. Así nació PrayLand”, relató Mara. Le puede interesar: Liliana Camargo lucha por la mujer emprendedora
Además de cubrir necesidades básicas como la alimentación, la fundación busca que los niños conserven la esperanza de que todo puede cambiar en medio del ambiente de escasez y pobreza que los rodea. Tal y como lo dice su eslogan: “Un lugar para creer y soñar”.
La fundación está en proceso de legalización, mientras, Mara tiene un número pequeño de voluntarios que la apoyan económicamente para cubrir parte de los gastos.
La meta más grande de Mara Paola es comprar un lote para construir la sede de la fundación en Santa Catalina, y que los niños tengan acceso al comedor con el que contaría la instalación, pues tiene claro que aquel es “un pueblo donde muchos padecen hambre”.
“La primera vez que llevé alimentos a Santa Catalina, le di a cada niño un desayuno completo, una de las pequeñas se acercó y me preguntó ‘¿Todo eso es para mí?’, ella no podía creer que todo lo que estaba en el plato era para ella sola, sino que debía compartirlo con alguna otra persona. Eso tocó mi corazón, porque en los ojos de ella pude ver la situación tan difícil que había pasado a su corta edad”, confesó la mujer. Lea también: Arlena Hoyos: “Si yo cambio, todo cambia”
Por ahora, Mara Iriarte continuará velando por los más pequeños de esta comunidad y brindándoles el acompañamiento emocional que alguna vez le hizo falta a ella. Está segura de que es el medio que Dios está usando para cambiar la vida de esos niños, así como algún día cambió la de ella y la convirtió en la mujer que es hoy.
