Sentada en el sofá de una casa en el barrio Villagrande 2, veo salir de la habitación a un joven con la mirada completamente perdida. Su contextura es delgada y camina en puntillas por el pasillo de aquella pequeña y acogedora vivienda donde reside desde que su madre y hermano se fueron sin decir a dónde, a finales de noviembre. Sin tropezarse, se sienta a desayunar con su tía Libia, dueña de la casa, y al terminar mastica unas pastillas como si fuesen golosinas. Lea también: La conmovedora historia de Matías, el niño que le está ganando al cáncer.
Aunque su comportamiento es el de un niño, Omar Antonio Martínez Espinosa tiene 20 años; tampoco habla ni se comunica fácilmente con expresiones corporales. Contó su tío Nicolás Martínez que desde pequeño, Omar fue diagnosticado con el Trastorno del Espectro Autista (TEA) y al pasar el tiempo también descubrieron su esquizofrenia, por lo que por ratos se vuelve muy violento.
Lo dejaron donde su tía
La casa es acogedora. Aquí residía Libia sola, porque nunca se casó ni tuvo hijos, pero desde hace más de dos meses su compañía es la de su sobrino Omar. Al caer la noche, ambos reciben la tormentosa visita del insomnio que se queda hasta madrugada junto al miedo que también habita entre ellos. En el caso de Omar, su condición le impide dormir, mientras Libia teme que su sobrino le haga daño.
“Omar es un chico con un autismo violento. Al principio algunos familiares decían que él no hacía nada, pero un día tomó a mi hermana por el cuello con intensiones de ahorcarla. Después partió parte del inodoro. Él no puede seguir bajo el cuidado de mi hermana Libia, ella también recibe un tratamiento psiquiátrico y debe dormir bien”, aseguró Nicolás.
Libia tiene 65 años y padece de bipolaridad en fase maníaca, además es diabética y, según Nicolás, su sola condición mental le impide hacerse cargo del joven y de cualquier otra persona.
“Hacemos un llamado para que la señora María Espinosa Barreto, la mamá de Omar, venga a recoger a su hijo y se encargue de él. Creemos que huyó a Armenia para evadir su responsabilidad”, dijo el tío de Omar.
Ahora, Nicolás rememora una conversación que tuvo con su hermano Luis Antonio Martínez Grau, padre de Omar. Pues bien, su hermano Luis le manifestó poco antes de noviembre que por fin había conseguido un empleo y que, mientras se organizaba, dejaría a cargo a Omar con su mamá, pero poco después ella lo mandó a casa de Libia y simplemente se marchó. “No dejes a Omar donde Libia porque ella es una mujer con tratamiento mental”, le había dicho Nicolás al padre de Omar. Así que pese a las promesas y a las advertencias, el padre no ha regresado. “Luis hasta me bloqueó el teléfono”, agregó. Lea también: Madre e hija, en condición de discapacidad, piden ayuda.
Desde niño
De acuerdo con Nicolás, María Espinosa, madre de Omar Antonio, dejó a su hijo a cargo de su papá -Luis- cuando él tenía 5 años. Para entonces, el padre de Omar tenía un empleo donde apenas se ganaba el mínimo, pero ni el tiempo ni el dinero fueron impedimento para cuidarlo y recurrir a los tratamientos que brinda la EPS, sin embargo, con el pasar de los días Omar se fue agravando.
“Según me dijo mi hermano, en muchas ocasiones la EPS le negaba la atención. Entonces una fundación en Getsemaní, que es de un señor que también tenía una hija autista, acogió a Omar como hasta los 10 años y le dieron la ayuda de una ‘sombra’, que es una persona que está pendiente de este tipo de pacientes. Cuando este señor murió (el dueño de la fundación), a Omar lo separaron de esa fundación, le quitaron la sombra”, dijo Nicolás.
En cuanto a los medicamentos de Omar Antonio, son recetados bajo su diagnóstico de esquizofrenia y con eso no han presentado inconvenientes. Lo mismo sucede con Libia, quien además es dependiente a la insulina. Al principio, algunos familiares estuvieron de acuerdo en que Omar se quedara con Libia, pues el hermano menor de Omar dijo que regresaría hasta que cesaran sus estudios, y que los fines de semana ayudaría, sin embargo, han pasado más de dos meses y ninguno de ellos han reclamado al joven.
“Mi hermana ahora tiene miedo. Ella debe estar tranquila para que haga efecto su tratamiento psiquiátrico, entonces si no duerme bien se debilita su cerebro y por esta situación ella ha perdido la estabilidad de su salud. Como el joven no duerme, ella tampoco duerme”, aseguró.
Nicolás aclara que el comportamiento errático de Omar impide que sepan cómo ayudarlo a calmar su ansiedad. El joven enciende y apaga los focos repetidamente, fue diagnosticado con ansiedad, se orina encima, come cosas inapropiadas como el colchón, camina en puntillas y cuando está encerrado se altera. No dice palabras, se comunica emitiendo aullidos, etc. “La madre está huyendo. Puede ser una hipótesis casi real porque no es la primera vez que lo hace; cuando ella se lo dejó al papá a la edad de 5 años, era manejable, ya no. Lo único que nos comunicaron fue que ella tenía una hernia, pero eso no es impedimento para hacerse cargo de su hijo enfermo, además es joven, tiene unos 45 años, por ahí”, mencionó el tío.
Los familiares piden con urgencia que, por el momento, separen al joven de su tía Libia porque “ambos no pueden convivir juntos”.
