La grandeza de Jorge Luis Borges como escritor es simplemente incuestionable. Referente indiscutido de la literatura latinoamericana y universal. Y aunque su vida y obra han sido excesivamente comentadas y analizadas, tanto por críticos como académicos, hay facetas del escritor argentino de las que no se suele hablar con frecuencia. (Lea: ¡¿Qué tal?! El día que a Gabo fue rechazado “porque su escritura era ineficaz”)
Para mí es un misterio, por ejemplo, que la crítica literaria (o el periodismo cultural, en últimas), no solo aquí en Colombia, sino en la región, no se haya detenido a analizar con mayor interés la relación de Borges con uno de los géneros populares más cultivados en la historia de la literatura: el policial de enigma. Principalmente, porque no se trata de un vínculo casual, ni de un gusto literario del argentino que corresponda a un placer culpable que mantuvo oculto por décadas. No, todo lo contrario. Se trató de una genuina admiración por un género que en definitiva atravesó por completo su obra en al menos tres dimensiones diferentes: como escritor, como editor y como crítico.

La narrativa del crimen
A Edgar Allan Poe le debemos, entre muchas otras cosas, la creación del género policial en 1841. La publicación en ese año de Los crímenes de La Rue Morgue vendría a considerarse como la primera narrativa del crimen. En ese relato seminal, el genio atormentado de Boston crea al primer detective de la historia de la literatura: C. Auguste Dupin, un personaje asocial, con algunas costumbres excéntricas y una capacidad de razonamiento muy compleja que resuelve los crímenes por obra de la inteligencia.

La popularidad del relato policial, que viene de la mano de su surgimiento en las zonas marginales y subestimadas de la cultura como los folletines, tuvo que convivir todo el tiempo con el desdén de la crítica, la cual ha tildado muchas veces a este como un género menor, poco serio, negándole su condición de literatura. A esa crítica Borges hizo frente con una genialidad típicamente suya: “Cabe sospechar que ciertos críticos niegan al género policial la jerarquía que le corresponde solamente porque le falta el prestigio del tedio”.
El recluso de la celda 273
Fue tanta la fascinación al policial de enigma que el propio Borges escribió cuentos de ese género. Con Adolfo Bioy Casares, bajo el seudónimo de Honorio Bustos Domecq, publicaron en 1942 el libro de relatos Seis problemas para Isidro Parodi. De esta manera, para rendir homenaje a Poe, los autores argentinos le dan vida a su singular detective: Don Isidro Parodi, un preso que resuelve los crímenes desde la cárcel (desde la celda 273 para ser más específicos), leyendo el periódico. Aquí, desde un tono casi paródico, llevan hasta las últimas consecuencias la premisa del género de resolver los crímenes por obra de la pura inteligencia, pues el detective, desconectado completamente de lo social, no necesita acceder a la experiencia (seguir pistas, interrogar sospechosos, etc.) para resolver los casos.

Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares.
A esa primera publicación le seguirían Dos fantasías memorables (1946), Crónicas de Bustos Domecq (1967) y, finalmente, Nuevos cuentos de Bustos Domecq (1977). También con Bioy Casares y adoptando otro seudónimo, B. Suárez Lynch, publicó en 1946 el libro de relatos Un modelo para la muerte.
En el resto de su obra las huellas del policial son fácilmente reconocibles. Relatos como El jardín de los senderos que se bifurcan, Tema del traidor y del héroe y La muerte y la brújula, incorporados al maravilloso Ficciones (1944), llevan la impronta del policial.
“He intentado el género policial alguna vez, no estoy demasiado orgulloso de lo que he hecho. Lo he llevado a un terreno simbólico que no sé si cuadra”, dijo el autor. Y aunque esas sean sus palabras, lo cierto es que los relatos policiales de Borges son historias cuyos argumentos exceden las intenciones habituales del género. Sin ir más lejos, podemos decir que La muerte y la brújula es la cumbre del género policial. No hay relato, ni mucho menos novela, del género que supere la excelencia alcanzada aquí por Borges.
El lugar donde castigan a los violentos
Hacia 1945, en la editorial argentina Emecé, de nuevo junto a Adolfo Bioy Casares, crean la colección El Séptimo Círculo. El título de la colección, como todo en Borges, no es casualidad. En La Divina Comedia de Dante el séptimo círculo del infierno es el lugar donde se castigan a los violentos “en un arenal ardiente sobre el que cae una incesante lluvia de fuego”.
Esta referencia a la obra de Alighieri puede ser leída como una declaración de intenciones del tipo de novelas que pretendían publicar. De esta manera, El Séptimo Círculo se convirtió en el espacio desde el cual se dedicaron a la divulgación de los autores más relevantes de novela policial de enigma de la época, que iban desde las lecturas que les apasionaban hasta las novedades que rastreaban de las editoriales neoyorquinas y londinenses.
Borges, pensador del policial
La difusión que del género policial hiciera Borges, comienza en los años treinta, con la publicación en la revista Sur de una serie de ensayos. En el conjunto de estos textos el autor se ocupa de imponer un tipo de policial que está muy ligado al enigma, en donde concibe al género como un mecanismo de relojería que funciona en la medida en que otorga un poco de orden a un mundo que está lleno de caos.
“La novela policial me atraía porque era un modo de defender el orden, de buscar formas clásicas, de valorizar la forma”, le dice el escritor a Lafforgue y Rivera en una entrevista para el libro Asesinos de papel. Ensayos sobre narrativa policial (1996). En esos textos, Borges discute sobre la existencia e importancia de los géneros en la literatura, los orígenes y las leyes del relato policial, su esquema y funciones, al tiempo que reivindica a escritores de policial que forman parte de su panteón personal: Edgard Allan Poe, G. K. Chesterton y Wilkie Collins.
El escritor argentino Juan Mattio (Materiales para una pesadilla, 2022) tiene su propia hipótesis para explicar esa relación tan particular de Borges con el policial. “Creo que Borges cuando difunde el género policial lo que está haciendo es volver legible su propio trabajo sobre el género”, dice Mattio. Entonces, Borges nos viene a decir que su literatura es más legible desde la obra de Wilkie Collins o Chesterton que desde la obra de Proust o de cualquier otro autor. Mattio considera que lo que hace Borges con el género, con sus movimientos críticos y editoriales, es crear las condiciones de posibilidad para la lectura de su propia obra, para que sea comprendida.
*Editor de la revista digital cultural El Laberinto del Minotauro. Instagram: @ellaberintodelminotauro
