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Freddy Cortina y Joe Arroyo, colores de música

El pintor Freddy Cortina (1954-2015) fue vecino y amigo de Joe Arroyo (1955-2011) en el barrio Nariño. Crónica de música y colores.

Freddy Cortina y Joe Arroyo, colores de música

Freddy Cortina, a la izquierda, su amigo Joe Arroyo, su hermano José Cortina, y un amigo que lo acompañan en esta imagen de cerca de cuarenta años. //Cortesía de Luis Carlos Martínez.

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Muy cerca de la casa donde nació Freddy Cortina Rojas, en el barrio Nariño, vivía un muchacho que solía cantar con la cabeza metida en la lata de aceite con la que arreaba el agua de las mañanas. La voz resonaba solo para él, pero la vibración resplandecía al sol en la nota más alta. Mientras cantaba el vecino, él pintaba. Los dos terminaron siendo amigos. El cantante quería que la pintura sonara algún día con el mismo ímpetu con que el pintor deseaba que sus colores sonaran más allá del lienzo. ¿Con qué colores podía pintar aquella música enjaulada en una lata de aceite? ¿Con qué música podía cantar el muchacho los colores de su vecino? Así empezó una relación entre el músico y el pintor, los dos nacidos y criados en un barrio popular de Cartagena. Mire aquí un especial sobre Joe Arroyo en el décimo aniversario de su muerte

El muchacho pintor nació en 1954 y el muchacho músico, en 1955. Los dos conocieron el sol oscuro de las tentaciones mundanas, los dos conocieron el esplendor de su arte, los dos esperaron tal vez que la vida no se les apagara tan pronto. El pintor soñó con exponer su arte, que había nacido en su barriada, deseó que la música de sus colores vibraran en el corazón de los cartageneros. El cantante murió a sus 56 años, en el 2011. El pintor, a sus 61, en 2015. Tanto el cantante como el pintor conocieron de cerca la música africana a través de los palenqueros que se habían quedado en el barrio, y en los fines de semana escucharon el lamento de las marímbulas que revivían los cantos palenqueros de los años veinte en la soledad del atardecer de los domingos. También conocieron la danza ancestral de Cartagena: la cumbia, el porro, el mapalé, el bulleregue en la voz templada de Estefanía Caicedo, la madre del folclor cartagenero, y los porros de ese señor discreto y humilde que era Pedro Laza, y los bailadores de cumbia de las Fiestas de la Candelaria y los bailadores de porros en las madrugadas de noviembre en las Fiestas de la Independencia. El pintor estudioso de las formas y los movimientos en la barriada se detuvo a dibujar aquellas escenas de baile, la cara del músico tocando su trompeta o el bombardino, las caderas de la negra saramuya que baila más que una palmera al viento, y cómo pintar la saramuyez de una negra bailando? Primero el pintor se detuvo a preguntarle a los más viejos qué era saramuya que no solo alude el dulzor de una fruta tropical como el anón, y en el caso de la mujer es otro el significado, cuando a Wilson Choperena se le ocurrió escribir la letra de la música de la cumbia ‘La pollera colorá’ , de Juan Madera, aludía al sabor sensual de una mujer negra bailando en la plaza de Barrancabermeja que le recordaba a las mujeres del Caribe. El pintor eligió el color negro para pintar el cabello de la mujer bailando y el amarillo y el rojo para acercarse al temblor de la música y a la pasión de la danza. Pero el amarillo y el naranja no le fueron suficientes, entonces utilizó el blanco para el brillo del aire, y los azules para insinuare el mar o el cielo. Y los colores carnavalescos para el vestido de la muchacha. Lea aquí: Freddy Cortina, el arte tras el ritmo de la música

La intensa, azarosa y marginal existencia de Freddy lo llevó a un final prematuro, pero le sobrevive su arte que es perdurable.

Todos esos colores están en las pinturas de Freddy Cortina, cuya exposición póstuma puede disfrutarse en la sala artística del Centro de Formación de la Cooperación Española, muy oportuna y coyuntural para las Fiestas de la Independencia, y para recordar a Joe Arroyo, su amigo, que habría cumplido 66 años el pasado 1 de noviembre. Y para recordar al mismo Freddy, que cumpliría 67 años. Las pinturas han atraído como un imán a los amigos de Freddy, y con ellos, los recuerdos y las fotos compartidas como esta que nos comparte Luis Carlos Martínez, en la que aparece Freddy junto a Joe Arroyo, un hermano y otro amigo. La obra de este artista del Barrio Nariño ha cobrado en estos meses un protagonismo en la historia de las artes en Cartagena. Él fue egresado de la Escuela de Bellas Artes de Cartagena. Su intensa, azarosa y marginal existencia lo llevó a un final prematuro, pero le sobrevive su arte que es perdurable. Freddy logró con estas pinturas la memoria musical de Cartagena, no solo de sus músicos sino de sus danzantes. Y un registro artístico que trasciende lo testimonial y lo documental, y que es fruto de una agudizada y curiosa observación de su entorno. Lo hizo a pulso pintando en todos los soportes posibles, reciclando materiales y explorando técnicas mixtas. Lo hizo sobre lienzo, madera, cartón, papel, con la prisa de quien presentía que su vida sería breve, y soltaba su nota más alta como su vecino en la lata vacía de aceite donde arreaba el agua de la mañana, frente a un lienzo templado al sol con los últimos destellos de la noche recorrida como un sonámbulo de la aldea. Le puede interesar escuchar el podcast: ¿Cuál es tu canción favorita del Joe?

Epílogo

Han transcurrido seis años de la ausencia de Freddy y la música de los colores suena con la misma intensidad con que Joe resonaba sus relinchos de caballo. Joe es la música del barrio Nariño al amanecer de la independencia. Freddy, los colores del barrio Nariño en la cumbiamba, en el mapalé y en la champeta de los nuevos tiempos. Ahora los dos son música pintada o colores de una música que sigue derramando sus prodigios de luz bajo la luna amarilla de noviembre.

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