Cuando nacen, unas gotas de viche es lo primero que suelen darle a los bebés ‘parteados’ en Triana y en Buenaventura, en general. Esas gotas los conectan con la energía de la vida y con una tradición de más de 400 años que sigue hilando a las generaciones del Pacífico colombiano.
Conocemos esta historia tras cruzar un robusto puente rojo sobre el río Dagua, hacia este corregimiento del sur de Colombia, pequeño en tamaño e inmenso en riqueza ancestral. Está enclavado en la ladera de una verde y excelsa montaña y es atravesado por los rieles de una vía férrea ya obsoleta. Allí encontramos a Rosmilda Quiñones. Luce un traje colorido y turbante. Es partera y ha perdido la cuenta de las vidas que ha traído al mundo. En Colombia su labor es reconocida, junto con la de otras mujeres, por preservar la partería.
“El viche es una bebida virtuosa, se saca de la caña del Pacífico colombiano y está desde el nacimiento hasta la muerte, porque en todos los eventos que el ser humano realice como pacífico debe estar el viche reinando”, entona fuerte. “En la partería a las mujeres —continúa—, una vez que sale la placenta, les damos una bebida caliente (de viche) con plantas medicinales, alimenticias y aromáticas”. La bebida equilibra energías y trata los ‘fríos’ en el cuerpo de la mujer que pare, mientras que el recién nacido recibe una toma especial. (También le puede interesar: Ministerio potenciará la cultura en San Jacinto)

Rosmilda Quiñones, partera del Pacífico colombiano.
Milagros de Viche
Junto a Rosmilda está Yolanda Asprilla, destiladora hace 65 años. “Destilo desde los ocho años y vendo mi viche aquí”, relata. Prepara recetas para dolencia y, especialmente, llegan a ella mujeres estériles, con dificultades para concebir, a quienes trata con bebidas a base de viche, con plantas preparadas en el cuarto menguante de la luna y cuyo resultado ha sido satisfactorio para sus pacientes.
Y es que el viche “sirve para todo”, dicen en Triana, incluso para amar, pues potencia la energía sexual masculina y femenina; para un resfriado, para una picadura, para una dolencia; es la salud que no llega en forma de hospital y de médicos a los parajes más apartados de esta costa del país, donde, a través del saber ancestral, previenen, tratan y curan enfermedades con ese extracto.
El viche —como ya lo mencionaba Rosmilda— es el jugo de la caña que se destila gota a gota en ollas gigantes. Esa es la materia prima. Es solo una pequeña e importante parte del proceso que nos enseñan hoy.
Hay de todo tipo de viche que se prepara a partir de ese destilado, como bebidas medicinales y también recreativas, licor de diversos sabores para amenizar fiestas y para disfrutar platos exquisitos.
Un orgullo del Pacífico
“Nos da orgullo decir que somos vicheros de cuna, que nuestra madre tierra nos permitió conservar el viche, para tenerlo sobre la mesa y transmitirlo de generación en generación”, cuenta Milady Garcés, quien es hija ‘parteada’ y eso fue lo primero que probó al nacer. Es presidenta de la Cámara de Comercio de Buenaventura y una de las férreas promotoras de Destila Patrimonio, organización que rescata el legado de esta bebida.
En el proceso del viche intervienen varios roles que no cualquiera puede desempeñar: quienes cultivan y cortan la caña en un tiempo y terreno específico, quienes extraen su jugo, quienes lo destilan, luego, entran al proceso las sabedoras ancestrales, que “a través de plantas, que se han sembrado y custodiado con unos tiempos específicos de la luna, empiezan a hacer las combinaciones necesarias para que esa botella sea curada. El viche lo que hace es que puedan activar todas las propiedades de esas plantas”, sostiene.
Hay viche curado, vinete, tomaseca y amargo para la recreación. “Existen muchísimas variedades y cada vez más salen otras porque el viche tiene una magia que con su energía inspira a cada persona que esté en contacto con él, entre las más conocidas están la tomaseca, el curado, el tumbacatre, el arrechón, el matasiete, y otras... El mejor es el viche curado, cada botella curada con plantas cumple un objetivo, según la necesidad de salud que tengamos, por ejemplo, si tenemos un resfriado, lo primero que tenemos para salvaguardar nuestra salud es el viche”, complementa Sergio Cuero, coordinador del PES Paisaje Cultural Vichero.

El extracto de la caña es la materia prima para la preparación del viche.
Una proeza por recuperarlo
“Yo he sido coofundadora de este proceso con muchas comunidades. Primero, hicimos toda la movilización para cancelar la marca de un particular que la había registrado, cuando nos dimos cuenta de eso empezó la movilización mucho más fuerte”, añade Milady sobre el intento que hizo un particular de apropiarse de los derechos de producción del viche, al registrar ante la Superintendencia de Industria y Comercio una bebida que la pertenece a todas las comunidades afros, asentadas en los cuatro departamentos del litoral Pacífico colombiano.
“Entendimos que era necesario hacer una pedagogía a nivel nacional de los procesos que tiene un país, multicultural y biodiverso, emprendimos un proceso y creamos la primera mesa intersectorial por decreto. A partir de ahí realizamos muchos eventos, es decir, reunimos a los vicheros de cuatro departamentos del Pacífico, Valle del Cauca, Chocó, Nariño y Cauca, logramos la primera ordenanza que reconoce al viche como patrimonio”, asegura Milady y comenta que la experiencia de Brasil, con la cachaza; de México, con el mezcal; y de Perú, con el pisco, les ha ayudado en todo el proceso, que derivó en que en 2019 se aceptara la postulación para que el viche eventualmente sea incluido en la Lista Representativa del Patrimonio Inmaterial de la Nación. Ahora se construye el Plan Especial de Salvaguardia para tal fin, que incluye un Paisaje Cultural Vichero, asociado al territorio de tierra, mar y río, que sería el segundo paisaje cultural de este tipo en el país, después del Eje Cafetero, el cual gira alrededor de la producción de café. (También le puede interesar: Niegan tutela que exigía registro Invima para bebidas del Pacífico)

Ministra de Cultura, Angélica Mayolo, durante una visita al corregimiento de Triana, en Buenaventura.
Una ley del viche
El mismo proceso de Destila Patrimonio ha derivado también en un peldaño supremamente importante para esta tradición: la Ley del Viche, una iniciativa apoyada firmemente por la ministra de Cultura, Angélica Mayolo Obregón. “Hemos venido apoyando este proceso del viche, que es nuestra bebida ancestral de las comunidades negras del Pacífico, que ha sido reconocida a través de una Ley de la República y desde el Ministerio de Cultura estamos trabajando en un Plan Especial de Salvaguardia para acompañar a las comunidades durante todo el proceso de elaboración, en el registro sanitario, de marca y de denominación de origen; queremos que el país conozca la riqueza natural de las comunidades negras”, dice Mayolo, visiblemente emocionada desde Triana. El próstilo también es ver al viche comercializándose en todos los establecimientos del país y compitiendo con cualquier licor del mundo.
“Este es uno de los capítulos más importantes por lo que las comunidades negras hemos venido luchado, primero nuestra libertad, segundo la tenencia de la tierra y nuestro saber ancestral”, añade Milady.
“El viche huele a caña, huele a mar, sabe a selva, a esfuerzo de mujer, a caminata, huele a Pacífico y sabe a Pacífico”, finaliza Milady.
Cuando se nace, una gota de viche es dada a los bebés de las comunidades vicheras para conectarlos con la vida, cuando se muere a los muertos de esas comunidades se les despide con cantos ancestrales que son amenizados por el viche. Esos muertos se han ido de este mundo seguramente dejando algo de su ser en un legado que hoy vive más que siempre.
