Ella logró tres hazañas que parecían una quimera imposible en la India: aprendió español muy joven para leer a Gabriel García Márquez, viajó desde un pueblo cercano a Calcuta, durante más de veinticinco horas, desde su país hasta Aracataca, en 2018, tan solo para entrar a la casa natal del Premio Nobel colombiano. Y logró traducir al idioma bengalí la novela Memoria de mis putas tristes, de García Márquez, algunos de sus cuentos, y actualmente trabaja en la traducción de Cien años de soledad, Vivir para contarla, entre otros libros del escritor colombiano.
Arundhati nació en Ranaghat de Bengala Oeste en 1968, un pueblo al lado de un pequeño río. Es profesora, traductora y escritora, graduada en Literatura bengalí del Presidency College, con maestría en Literatura bengalí en la Universidad de Calcuta y maestría en Español en la Universidad de Ingles y Lenguas Extranjeras en Hyderabad. Ha sido profesora del Departamento de Español en La Universidad de Bangalore y en la Universidad de Doon, Dehradun, India. Este año se publicó su traducción de la primera autobiografía de literatura bengalí (escrita por una mujer autodidacta y publicada en 1876 en Bengala) al español titulada Mi vida en España. (Le puede interesar: La casa de los García Márquez)
¿En qué momento empezó a escribir y cuándo se interesó por traducir?
- Empecé a escribir en la adolescencia, se me olvidó exactamente en qué edad. Escribía poesías, pero más tarde, con veinticinco o veintiséis años, empecé a escribir cuentos y ya no he vuelto a escribir poesías. Cuando estudiaba español, cuando tenía treinta años, me interesé por traducir literatura española, especialmente la de América Latina. He traducido Memoria de mis putas tristes, de García Márquez, sus cuentos, unas entrevistas, cartas a Plinio Apuleyo Mendoza y unos ensayos. Además, hasta ahora he traducido dos antologías de los cuentos latinoamericanos al bengalí. Este año he traducido la primera autobiografía de literatura bengalí al español que se ha publicado en España. Este libro, titulado Mi vida, escrito por una mujer autodidacta y se publicó por primera vez en 1876.
¿Qué dificultades tuvo al traducir a García Márquez y Alejo Carpentier?
- El primer reto de la traducción es que el texto sea fácil de leer, mientras hay que ser fiel al texto original. En este sentido, traducir a García Márquez y Alejo Carpentier es sumamente complejo. En el caso de García Márquez, el problema más grande para cualquier traductor se encuentra en sus largas frases. En bengalí no escribimos así, por lo que hay que dividir una frase en dos o tres. Además, el uso de los adjetivos en sus textos es tan original que conseguir las palabras correspondientes en bengalí no es nada fácil. Para Alejo Carpentier el problema principal es el uso de localismos. Ya sabemos que la diferencia cultural crea obstáculos en la traducción de lenguas extranjeras.
¿Qué singularidades culturales descubrió en María, la protagonista del cuento de García Márquez, que aborda los límites del absurdo entre realidad y locura?
- El cuento es Solo vine a hablar por teléfono. Es el primer texto que traduje de García Márquez. En este cuento está escrito claramente el lugar y el tiempo, el lugar es Barcelona y el tiempo es “el crepúsculo del franquismo”. Por eso no hay otra manera de explicarlo sin el franquismo de fondo, sin la dictadura de fondo. Pero cuando yo leí esta historia me pareció una excelente metáfora de nuestra vida, la vida de las mujeres de la India y de otros países vecinos. Soy una lectora de otra etapa, de otro hemisferio, sobre todo, no tengo la experiencia de la dictadura política ya que afortunadamente nuestro país mantiene democracia desde que obtuvo la independencia. Pero sí tengo la experiencia de la dictadura social donde el patriarcado determina todos los aspectos de nuestra vida desde el nacimiento hasta la muerte. Por eso cuando he acompañado a María de la Luz Cervantes en su viaje, he viajado a mi realidad, donde siempre sufrimos una avería en el desierto y al fin llegamos a un manicomio. La vida en un hospital mental es igual que la vida normal de las mujeres aquí. Porque desde el nacimiento nuestra vida está limitada por las reglas determinadas por el patriarcado. Hay un montón de ‘noes’ en nuestra vida. No debemos reír a carcajadas, ni hablar en voz alta, ni salir sin necesidad, ni hablar con los hombres fuera de la familia y mucho más.
¿No parece igual que un manicomio? En nuestra sociedad siempre existe una Herculina o un director.
¿Cómo es el mundo cultural y religioso de las mujeres de la India?
- En estos Juegos Olímpicos dos mujeres indias han ganado una medalla. Se tenían muchas esperanzas en otras participantes que no han conseguido lograrlo, mientras que los deportistas varones todavía no han conseguido nada. Quiero destacar que estas mujeres forman parte de la sociedad marginada de nuestro país. Pero esto no revela la verdadera posición de las mujeres en nuestra sociedad patriarcal. Desde un tiempo inmemorial el patriarcado ha atado los pies de nosotras y esta cadena sigue cumpliendo su eficacia. Por eso en el campo cultural las mujeres estamos relegadas en el último lugar detrás de los hombres. Desde finales del siglo XIX ellas comenzaron a sobresalir. Anteriormente las mujeres destacadas en el campo de música y danza clásica eran cortesanas. De hecho, gracias a ellas este estilo clásico se ha conservado y difundido durante mucho tiempo. Igualmente, en las artes escénicas antes las artistas eran principalmente prostitutas excepto en las artes nómadas e itinerantes. En la actualidad, la danza está ocupada principalmente por las mujeres mientras la mayoría de los músicos clásicos son hombres. En el espacio literario también ellas son mayoritarias. Aunque se ve esperanza, cuando sabemos de la estadística reciente que el porcentaje del abandono de los estudios es más bajo en las mujeres que en los hombres.
La religión tiene su raíz muy profunda en la India. Como las mujeres se encuentran más inseguridad en la vida, son más religiosas. Pero desafortunadamente en la jerarquía religiosa ellas no pueden llegar a ocupar un lugar preponderante, como, por ejemplo, no pueden ser sacerdotisa o ejercer el último rito religioso después de la muerte de sus padres que queda reservado para los hijos varones.
Arundhati ha vivido el drama de la peste en su país.
“Es una enfermedad tan terriblemente contagiosa que nadie puede ayudar. He pasado diez días en el hospital sin ver una cara familiar. Fui al hospital sola y regresé sola. Esto ocurrió cuando la segunda ola estaba en auge. La situación de nuestro país fue horrible y murió mucha gente. El sistema sanitario colapsó en algunas partes. No había camas para tantos pacientes, faltaba oxígeno y medicinas que aumentaron el índice de muertes. En algunos lugares se cayeron las chimeneas del crematorio por no haber parado de funcionar. Hubo que arrojar cadáveres al Ganges y enterrarlos a la orilla del río por no haber podido incinerarlos”. Arundhati me habla ahora desde la ventana de su estudio. Es de noche allá y en Cartagena apenas empieza la mañana. Sobre su mesa tiene Gabo y Mercedes: una despedida, de Rodrigo García, a quien va a traducir al bengalí, y escribe “una novela también que tenía pensada desde hace mucho tiempo, pues, solamente la he empezado, no sé qué me depara el mañana”. Hay en su voz la cadencia de una mujer que ha ido tras sus propios sueños. Una serena y sabia ternura resplandece en su rostro. (Lea también: ‘Gabo y Mercedes: una despedida’, el libro de Rodrigo García Barcha)