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[Video] Edward Betancourt: la inspiradora historia detrás de un artesano

Cuando llegó a Cartagena, Edward Betancourt no tenía nada más que su arte y unas manos con un talento innato para labrar el futuro de su vida y de su familia.

[Video] Edward Betancourt: la inspiradora historia detrás de un artesano

Edward Betancourt enseña algunas de las piezas que esculpe. //Fotos: Óscar Díaz Acosta - el Universal.

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El día que llegó a Cartagena, Edward Betancourt Delgado lo hizo solo, a medianoche. No conocía ni una calle de la ciudad. Tampoco a nadie. Pero escogió esta capital caribeña para regresar a Colombia porque pensó en que podría tener más oportunidades aquí de vender sus barcos, sus peces y su arte. Y lo hizo tras una única y fuerte motivación: su familia.

Primero, alquiló una pieza para pasar la noche y encontró un hotel lo más cercano posible al mundo del mar y del comercio marítimo, en Getsemaní. Y digo regresar a Colombia porque Edward es caleño. “Yo nací en Cali. Hace 42 años mi mamá decidió que toda la familia se iría para Venezuela. Cuando me hice venezolano, que hice mi vida allá, yo no aspiraba a volver a Colombia, sin embargo, mírame aquí, 40 años después”, relata y ríe. “Llegué a los diez años a Caracas y conocí a toda Venezuela. Yo tenía un galpón (puesto de ventas) donde conocí por accidente a alguien que me llevó a trabajar a Berloni, una franquicia italiana que hace cocinas empotradas por todo el mundo. Me convertí en el instalador número uno de esa franquicia y viajé por toda Venezuela”, narra sobre aquellos años mozos en los que la vida era próspera en ese país. Allá conoció a una mujer, también de Cali, de quien se enamoró y con quien tuvo sus hijos y varios nietos. También montó sus propios negocios, entre ellos una carpintería en la que le dio trabajo a muchas personas, pero a la que la crisis venezolana redujo la producción al 1%. “A Venezuela yo la amo, más que cualquier venezolano, más que cualquier persona nacida en ese país, yo cuando estoy allá me siento un venezolano más, aunque ellos se encargaron de recordarme que soy colombiano. Todo el mundo me saluda: ‘¡Epa, Colombia!’, así me dicen”, comenta ahora, desde el sector La Cuchilla -en las estibas-, del barrio El Bosque.

Barco a escala hecho por el colombiano Edward Betancourt. //Foto: Óscar Díaz Acosta.

En Venezuela lo dejó todo. A su familia, a un barrio en el que es un querido líder, a la ciudad de Maracay... Viajó a Cartagena cuando los pesares se hicieron más pesados e insostenibles.

“Estando sin dinero -continúa- para seguir pagando el hotel en Getsemaní, alguien me llamó, era una hermana que vive en Europa, la cual me brindó su apoyo y de esa manera tuve 15 días más para poder sostenerme. Así conocí a clientes, hice mis primeras ventas de mis productos que traje de allá de Venezuela. Todo fue exitoso”, cuenta. Tan exitoso que regresó a Venezuela, para visitar a su familia y llevarles un poco de ese éxito que consiguió.

Un artista empírico

Edward ha sido artesano desde niño. Creció viendo hacer arte a su tío materno Joaquín Delgado, un pintor, escultor y talentoso ebanista. “Fueron tantas veces viéndolo hacer ese trabajo que aprendí a dominar las herramientas. Yo hacía réplicas artesanales de barcos, cuando niño. Luego, lo hice más de manera profesional. Es decir, ahora soy modelista naval, hago cualquier barco que usted vea navegar”, explica. También hace fantásticas esculturas de peces a las que les da forma solo con el filo de cuchillos. Y justamente vino con alguna de estas piezas que logró vender, fue su base para un nuevo comienzo. “Me regresé de Venezuela a Cartagena otra vez. Me fue fácil vender la primera vez, pensé que todo seguiría siendo fácil, pero la pandemia lo cambió todo. Me quedé atrapado aquí, en medio de las restricciones, en medio de no ganar dinero”, comenta. Y, peor aún, sabía que en Maracay su familia no estaba bien. “Toda mi familia está allá en este momento. No la pasamos muy bien. Mi hija es médico del Hospital Central de Maracay, mi esposa es diseñadora de modas, mi hijo es el encargado de los negocios que tenemos allá, de una carpintería que descendió al 1% de producción, digamos que entre tantas personas profesionales es difícil acceder a los alimentos. Es la causa por la cual estoy aquí, luchando y trabajando para tratar de mantenerlos a ellos allá”, precisa. Sus ojos se llenan de lágrimas que no alcanzan a salir y prosigue:_“Saber cómo es el día a día allá, que tu familia, que tus nietos, te digan que no tienen qué comer, eso te quiebra. Te marca. Eso lo vivo yo día a día aquí”, afirma.

Sin embargo, en medio de la tormentosa crisis por el COVID-19 también surgieron oportunidades.

“Le pedí mucho a Dios y fue permitiendo que todo fluyera. Cuando decidí volver a Colombia fue porque salí obligado de mi entorno, fue la causa que me trajo acá. Como soy artesano y tengo una ramificación marina, decidí que Cartagena, que tiene mar y tiene turismo, podía ser la opción. He logrado sobrevivir con este arte, he conocido a mucha gente aquí, he podido hacer de la nada muchas cosas, como por ejemplo, establecerme aquí, que no es fácil incluso para las mismas personas de aquí (...)

“El empujón de la pandemia me llevó a conocer otra Cartagena y un mundo de posibilidades, conocí a Eduardo Ospina, el dueño de la pesquera Asturiana, quien me ofreció un espacio para que yo pusiera mis productos, un set de peces. Entonces, en medio de la pandemia, que fue fuerte, conocí a mucha gente y tuve muchas oportunidades”, asegura.

También ha logrado establecerse en el sector de La Cuchilla, en medio de un gremio bastante luchado al que muy pocos acceden, donde sus esculturas llaman la atención de quienes transitan por la zona y donde es mejor preguntar por el Pez Koi. “Algunos me conocen como Edward, pero si preguntan por el Pez Koi, todos saben quién es, todo el mundo me conoce así. Ese apodo me lo pusieron los muchachos aquí. Al principio no sabía qué significaba, pero luego investigué y supe que es un pez que nada contra la corriente, entonces me gustó el apodo”, añade.

El artista hace piezas en madera y metal de todo índole.

Y nos cuenta un poco sobre el universo de creaciones que le ha traído satisfacciones. “Hacemos muchas cosas en madera, con las mejores maderas posibles, con cedros, caobas... Hacemos réplicas de armas basadas en modelos antiguos, lámparas, relojes. Lo que tú quieras, los peces, tenemos es una gama extensa, hacemos barcos, un barco es algo maravilloso, tú descubres cosas increíbles en un barco”, detalla. También hace fantásticas esculturas con piezas de metal reciclado de motos y pistones que dobla y moldea. Hace caballos, guitarras y cualquier cosa que se pase por su mente. Tiene clientes todos los rincones de Cartagena, extranjeros, de diferentes empresas, incluso de Club de Pesca, donde la primera vez que fue le negaron la entrada, pero donde luego, al conocer su arte, fue invitado por el mismo gerente a mostrar lo que hace porque, como dicen quienes los conocen, “su trabajo se recomienda solo”.

Mientras esculpe cada una de las piezas únicas que crea, no deja de pensar en aquellos que lo esperan y que lo llaman héroe. “Tengo más de año y medio que no veo a mi esposa en vivo y en directo, la veo a través de videollamadas, pero el contacto físico como tal no lo hemos tenido. Llevamos 30 años juntos, te imaginarás lo que es eso para mí. Mi mayor sueño es estar en mi casa, con mis nietos, con mi familia. Lo cotidiano de la relación familiar ya en mí no existe, entonces lo anhelo y lo extraño mucho”, añade y sostiene que, mientras llega ese reencuentro con los suyos, seguirá nadando contra las corrientes que se atraviesen en su camino.

Edward Betancourt enseña algunas de las piezas que esculpe. //Fotos: Óscar Díaz Acosta - el Universal.
Edward Betancourt enseña algunas de las piezas que esculpe. //Fotos: Óscar Díaz Acosta - el Universal.

Edward también hace esculturas con metales reciclados de motocicletas.

Edward hace barcos a escala.
Edward hace barcos a escala.
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