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Juan Madera sueña su estatua

El músico, el artífice de la famosa ‘Pollera colorá’, acaba de celebrar sus 99 años en su tierra natal y acompañado de la lucidez.

Juan Madera sueña su estatua
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Pocos seres humanos en este mundo han llegado a vivir a plenitud, hasta el punto de merecer su propia estatua en vida. Uno de ellos es el músico Juan Madera (Sincé, 1922), quien acaba de celebrar sus 99 años en su tierra natal, con la lucidez de un hombre en el que aún late el parpadeo de un niño que tiembla al escuchar su propia cumbia ‘La pollera colorá’, un clásico colombiano que le ha dado la vuelta al mundo. A él le sigue extrañando que su canción tenga escultura propia en Barrancabermeja, pero aún no hay nada visible en el corazón de Sincé que recuerde que allí nació el genio de una canción que, desde hace 59 años, suena en los rincones más lejanos del planeta como uno himno que toca el corazón de los colombianos errantes por el mundo. Pero no solo a ellos. Cada vez que suena esta cumbia todo se detiene y gira como un trompo en las arenas livianas y profundas de las emociones más recónditas, y pone a bailar sin bastón a su propio creador.

Una escultura para Juan Madera

Hace apenas ocho días, se confirmó a Juan Madera, a su esposa Amparo y a sus once hijos, que ya están diseñados los planos en donde se erigirá la escultura de 1 metro con 70 centímetros del músico en el parque de los Abetos de Sincé, en la vía que conduce a Galeras y Valencia, que se rebautizará como Parque de la Pollera Colorá. Se espera que esa obra se inaugure en menos de diez meses, y el artista pueda ser testigo de ese homenaje en vida, al celebrarse en 2022, el centenario de su natalicio. Paralelo a la escultura en la plaza, que tiene un área de 35 x 45 metros, el artista Eduardo Butrón hará, en mosaicos, dos gigantescas bailadoras de cumbia, que integrarán además la partitura original de la canción. El Ministerio de Cultura, a través de Felipe Buitrago, estuvo recientemente visitando al músico, en su aniversario y ya está definida la realización de esta obra escultórica, que cuenta con el apoyo de la Alcaldía de Sincé y Gobernación de Sucre.

Papá no quería que fuéramos músicos

Amparo Luz Madera, la hija odontóloga del músico, me dice que desde que eran niños, su padre Juan Madera les inculcó que siguieran un camino distinto al de la música, y los impulsó a que se graduaran como profesionales. Comenzaba diciéndoles que durante muchísimos años le escamotearon las regalías de la célebre canción, porque Wilson Choperena, que hizo la letra de ‘La pollera colorá’, reclamaba en Bogotá esas regalías a nombre propio, sin tener en cuenta al autor de la música, hasta que se hizo justicia, y tardíamente se reconocieron los derechos de autor a Juan Madera.

“Pero durante todos esos años nosotros vivimos las de San Quintín”, dice Amparo Luz.

“Recuerdo que papá llegaba cansado a casa, y nos ponía en fila india a todos, y nos preguntaba las tablas de multiplicar y nos pedía que les mostráramos los cuadernos de la escuela para ver cómo íbamos en los estudios. Fue así con esa perseverancia suya como nos inculcó la vocación por los estudios, y entre nosotros, hay muchos profesionales de la Universidad de Antioquia, Universidad de Pamplona y Universidad de Sucre. No estudiamos en universidades privadas porque no teníamos recursos.

“Nuestro padre ha sido un hombre saludable, de temperamento sereno y apacible, dejó de fumar cuando se casó porque no quería ese mal ejemplo en casa, y tampoco tuvo vida bohemia. Ha sido muy hogareño, y con mi madre han pasado juntos toda la vida, él le lleva más de veinte años. El 7 de mayo, día de su cumpleaños, le encanta celebrarlo con lo que más le gusta: el sancocho de gallina criolla y arroz de menudencias, que acaba de comerse a sus 99 años. Le encanta reunir a la familia, pero ahora, por la pandemia, no es posible. En otros años, siempre ha tenido asados en casa. Pero ahora se cuida de lo que come, porque ha sufrido de infecciones urinarias, pero ha sido siempre fuerte. Vive en Sincelejo con mi hermana Berena”.

Suenan las bandas

en homenaje

La Orquesta de Lucho Bermúdez, que dirige su hija Patricia Bermúdez, llegó temprano a celebrar el cumpleaños de Juan Madera, con una magistral interpretación con solos de bombardinos de Tomás Benítez. Lucho Bermúdez hizo una versión en 1963 de ‘La pollera colorá’, con solos de trompetas de Miguel Ospino y solos de clarinete suyos que son instantes inigualables de altura musical en la historia de nuestra música colombiana. Ahora, el tiempo vuelve a sonar ‘La pollera’ como si acaba de componerse en 1962, como un soplo de luz en medio de las tinieblas de nuestro tiempo.

Para el Festival de Bandas que se cumplirá en la primera semana de noviembre de 2021 en Sincelejo, el homenajeado elegido es Juan Madera, y allí estarán bandas nacionales e internacionales que interpretarán ‘La pollera colorá’. La cumbia ha llegado a los países más lejanos y ha estremecido audiencias insospechadas. Y ha sido interpretada en distintos géneros, como es el caso del tenor peruano Diego Flórez, pero la cumbia está en la memoria de los colombianos, como un sello de identidad sonora.

Epílogo

Ahora suena ‘La pollera colorá’ y Juan Madera está sereno, altivo, y empieza mover la madeja de sus pies. A medida que avanza la canción se vuelve un trompo de guayacán de noventa y nueve años, siguiendo el ritmo con el cuerpo y sus brazos. Él sonríe con sus pequeños e iluminados ojos de ardilla, y sonríe como la tarde lejana en Barrancabermeja en que al maestro Pedro Salcedo grababa un álbum y le faltaba una canción para completar el álbum, y Juan Madera le tarareó la cumbia que en principio su director escuchó aún no convencido, y ante la súplica del técnico de grabación que propuso probar ‘La pollera colorá’, aquello fue el comienzo de un acontecimiento histórico en la música de la región y el país. Desde aquel noviembre de 1962, la cumbia comenzó a sonar desde Barrancabermeja para el resto del país.

Algo de la aldea en las sabanas vuelve a vibrar cada vez que suena, pero a su vez, en los pliegues de la pollera que se abre al viento de los colores y las ráfagas de luz y sonido, se repliega un país de cercanías y lejanías, y en las alturas de la melodía más allá de ella misma, sigue bailando una mujer intangible con una gigantesca pollera roja que no ha dejado de girar en el tiempo.

Nuestro padre ha sido un hombre saludable, de temperamento sereno y apacible, dejó de fumar cuando se casó, no quería ese mal ejemplo en casa”.

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