Ese día, el 14 de marzo, Liliana Herrera Romero se enclaustró y con ella no solo guardó apelmazado en su corazón el mayor de los temores al exterior, a otra gente, al virus. El tiempo confinó décadas de una tradición de su familia, perpetuada en cuatro generaciones de joyeros.
Su papá, su abuelo y su bisabuelo hilaron finas y preciosas joyas en los talleres de aquel Mompox de antaño. Pero cuando ella y su hermana Lida quisieron convertirse también en joyeras, un veto social se interpuso. “Eso es cosa para hombres”, les decía su padre, Luis Herrera. Entonces ella y su hermana, nada amilanadas, fueron intentando doblegar aquella voluntad y, en un cuartico, a escondidas, iban practicando cómo hacer esas prendas que veían fabricar.
Así crecieron y se convirtieron en la cuarta generación y únicas mujeres de su familia joyeras. “No fue fácil convencer a mi papá, pero aquí estamos, al final le tocó aceptarnos. Él nos enseñó pero, eso sí, aparte de todos los hombres, porque en el taller de él trabajaban como 40 orfebres. Con el tiempo ya se le pasó eso...”, narra Liliana.
Cuando se graduaron, Liliana de administradora de empresas y Lida de programación en computadores, también estudiaron tecnología en joyas en el Sena. “Con el tiempo fuimos creciendo y alquilamos una casa grande, en una esquina de Mompox, ahora somos 16 personas. Tenemos nuestra Joyería LyL Mompox”, detalla.
Aquella tradición joyera marchaba tan bien que, incluso, la organización del Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (Ficci) las contactó en 2019 para confeccionar seis estatuillas de la India Catalina en filigrana momposina, serían entregadas personalidades del cine. Tardaron cuatro meses hilando aquellas imágenes plateadas. Una de esas piezas alcanzó a ser alzada por las manos de la súper estrella de Hollywood Michael Douglas, quien visitaba con revuelo por esos días a una Cartagena ad portas de una cuarentena. Las otras estatuillas quedaban por entregarse, porque la pandemia pospuso todo y encerró a un mundo atemorizado.
“Cerramos ese 14 de marzo y dijimos ¿ahora qué?, teníamos mucho miedo de salir. Por dos meses no trabajamos nada. No vendíamos nada. Venía la Semana Santa, que es tan movida en Mompox, pero se presentó esto. Fue bastante duro. Nos gastamos nuestros ahorros pagándoles a los muchachos que trabajan con nosotros. No tenemos otra entrada, sino esa. Ahí, de poquito, íbamos reuniendo y les pagábamos a ellos”, recuerda Liliana.
“Hasta que para el Día de las Madres, a través de Icultur y Artesanías de Colombia, empezaron a hacer unas promociones con unos catálogos de artesanías virtuales. La gente empezó a comprar. Comparado con otros años, la verdad, para el Día de las Madres no vendíamos tanto como lo hicimos ahora, en 2020, y todo fue por redes sociales. Aún el día de hoy el teléfono no para de sonar”, añade.
El Instituto de Cultura y Turismo de Bolívar (Icultur) creó los catálogos ‘De Mompox a tu casa’, en alianza con Artesanías de Colombia y Servientrega, para promocionar la filigrana momposina en el país, en medio de la pandemia, alcanzando a vender más de 10 millones de pesos en su primera semana de apertura; y luego se complementó con ‘De Bolívar a tu casa’, para que 400 artesanos de San Jacinto, Magangué, Turbaco y Cartagena pudieran vender sus productos y sobrevivir al confinamiento en un 2020 que, sin lugar a dudas, fue un año duro para el sector cultural, pero en el que el arte se abalanzó aún más al mundo digital. Según ese Instituto, hasta el 9 de noviembre los artesanos habían logrado ventas superiores a los 100 millones de pesos a través esas plataformas, medios que desestimaban antes de la pandemia.
“Ahora nos está yendo bien en las ventas presenciales, pero en las redes también, supremamente bien, las ventas son muy buenas, ahora hicimos contactos internacionales con Francia y Panamá. Desde allá están comprando constantemente, hacen como unos cinco pedidos al mes, es decir nuestro taller tenemos constante trabajo. Las redes para mí han sido una bendición, antes no vendía tanto por ahí. Puedo decir que al principio, cuando empecé a usarlas en pandemia, subí un 90% en las ventas, además las ventas de joyas en oro también se incrementaron entre un 20 o 40%, nos han pedido muchas prendas de oro, algo que no sucedía mucho antes de la pandemia y que era una tradición que se estaba perdiendo, las generaciones anteriores trabajaban más con el oro que ahora”, afirma Liliana.

Taller de la Joyería Wamaris, en Mompox. //Foto: Cortesía.
Algo similar sucedió con la joyería momposina de Doris Peñalosa o con las hamacas y las mochilas de San Jacinto. “El cierre fue muy traumático, el primer temor fue referente a la salud, porque aquí se vive del turismo y temíamos estar contagiados, duramos aislados un mes, de verdad con pánico. Todo se vino abajo, ¿cómo hacíamos para vender, si todo estaba cerrado?, empezamos a tocar puertas y se empezó a mostrar que necesitábamos una ayuda, sobre qué se podía hacer. Antes de esto la virtualidad no era importante para nosotros, no había la necesidad de vender virtualmente, el comercio por ahí era prácticamente nulo. Antes de nosotros estar pidiendo ayudas y mercados eso fue lo mejor que pudieron hacer con nosotros, instruirnos en ventas virtuales. Cuando empezamos a ver que sí fluyó, fuimos reactivando la actividad laboral. Dios ha sido muy bueno con nosotros en ese aspecto. En tiempo de tribulaciones, Dios nos ayudó”, afirma Doris, dueña de la Joyería Wamaris.
Son solo dos ejemplos locales de cómo la pandemia transformó la forma de mostrar el arte. En 2020, en Colombia y el mundo grandes eventos, exposiciones, ferias y presentaciones artísticas fueron canceladas, pospuestas o migraron a lo digital para sobrevivir . Por ejemplo, el Museo del Prado (Madrid) tuvo que contratar más servidores (de 2 a 10) para soportar las visitas a la web y el Louvre (Francia) multiplicó por diez en un día (el 19 de marzo) sus visitantes virtuales, de 40.000 a casi 400.000, destaca un artículo de la agencia Efe.
“Hemos aprendido la resiliencia, estábamos manejando nuestro arte de una manera, pero nunca habíamos mirado esa otra opción, puedo rescatar de 2020 es que a pesar de haber sido tan difícil, porque enfermaron y murieron muchas personas, buscamos otra manera, nos dieron un empujoncito y lo aprovechamos, yo no voy a dejar de seguir trabajando en las redes”, precisa Liliana. La puerta que se cerró aquel 14 de marzo de 2020 se convirtió luego en una ventana que se abrió frente a un mundo de posibilidades para el arte.

