Te digo que he dormido poco. Realmente me siento muy ansiosa. Por momentos me ataca la ansiedad y quiero hacer muchas cosas. No puedo estar tranquila. No puedo estar en quietud, sabiendo que la gente está mal”, confiesa Vilma Jay López. En las últimas horas los ojos de esta joven periodista, nativa de la isla, han llorado, se han cansado pero al tiempo han estado bien despiertos, han visto la furia natural reducir a escombros a parte de su amada San Andrés. (Lea aquí: “Impactante que después de un huracán categoría 5 la virgen estaba en pie”: Duque)
La misma Vilma, quien se considera mitad cartagenera y mitad sanandresana, pudo ser atrapada por las ramas de un árbol derribado por las ventiscas mientras grababa para transmitir por televisión. Afortunadamente no fue así.
“Era muy perturbador el sonido de las ráfagas de viento por la madrugada. Eso a más de un sanandresano no lo dejó dormir, ese ruido que tú sentías como que te hablaba, como que trababa de meterse por las ventanas, era muy, muy teso”, explica.
La corresponsal de Caracol Noticias por ocho años en el archipiélago ya había presenciado la furia desenfrenada tocar las costas sanadresanas, en 2016, con el huracán Otto, hace pocos días, vivió los vertiginosos estragos de Eta y, ahora, vivía también con los suyos el devastador huracán Iota. Las precipitaciones golpearon duramente a la isla entre la noche del domingo 15 de noviembre y la madrugada del lunes 16.
“Ya en la mañana –del 16 de noviembre–, faltando cinco para las 8 de la mañana, salí a hacer un recorrido. Llegué al Centro creyendo que iba a encontrar algo un poco más calmado, a medida que avanzaba en el carro –yo iba sola–, empezaba a ver cómo el viento era tan fuerte que estremecía mi vehículo. Veía ramas en el piso y a personas que venían con las tejas en manos. Estaban ayudándose entre vecinos. Me bajé, me mojé toda, comencé a ayudar a las personas que estaban ayudando e hice un paso en cámara y continué (...)”, relata.
Comenzaba un recorrido en el que, desafortunadamente, vería a sus expectativas ser superadas por la realidad.
“Seguí andando. Empecé a tener mucho miedo –añade–, porque sentía que al carro lo movía la brisa. Luego sentí que no podía hacer nada e intenté buscar refugio”. Pero no halló dónde protegerse y encontró intransitables muchas de las calles, con árboles atravesados.
“Justo cuando estaba grabando (una entrevista), vi cómo se caía el árbol que estaba en un vía por donde yo tenía que pasar. Yo no había pasado por ahí porque había unas ramas. Si yo no hubiera podido aguantar y pasaba, seguramente no estaría echando el cuento”, agrega.
Iota dejó en San Andrés vías cerradas, daños en viviendas cuyos techos volaron y cuyas paredes se derribaron. Hubo cortes de fluido eléctrico y de suministro de agua potable. Mientras la periodista recogía información, también se enteraba de sus propias calamidades. “Supe, a través de un grupo WhatsApp familiar, que el techo de la casa de mi tío, que queda en el sector de La Loma, se voló completamente. No podía llegar hasta allá porque la vía estaba cerrada y era peligroso. Solo hasta el día siguiente (martes) pude ir donde ellos y hoy (miércoles) a mi tío me tocó llevarlo hasta la clínica porque le cayó una teja y le partió la cabeza. Gracias a Dios está bien”, cuenta.
“Tengo todas esas sensaciones revueltas y hoy (miércoles) muchísimo más”, me afirma Vilma. “Salí desde muy temprano a trabajar y no me esperaba que fueran a resaltar esa labor y bueno no pude mantenerme intacta frente a cámara, cuando yo empiezo a escuchar lo que están diciendo de mí fue realmente muy conmovedor, porque ha sido arduo, yo siento que todavía no he tenido tiempo de digerir todo”, añade sobre una transmisión del noticiero en la que destacaron su cubrimiento, y en la que sus ojos cansados no aguantaron y lloraron por los embates de Iota. (Lea también: De tormenta a huracán: Iota en categoría 1 va llegando a San Andrés y Providencia)
“¿Qué pasa?, que, cuando uno se adentra a los barrios, comienza a ver la otra realidad -dice-, casas caídas, postes caídos, falta de fluido eléctrico, sectores donde no ha llegado ayuda, la vía circunvalar destruida, todas esas cosas comienzan a dolerte porque es duro. Es tu gente.
“Todo ha sido duro. Escuchar los relatos de la gente que lo perdió todo. Ver cómo tienen que enfrentar todas esas adversidades, salir corriendo con lo que puedan y refugiarse en una parte más segura, eso es duro. Pero lo que a mí me ha golpeado es ver cómo quedó Providencia, destrozada”.
Los ojos de Colombia se han volcado esta semana para ayudar a las islas de Providencia y Santa Catalina, que en conjunto con San Andrés conforman el archipiélago y una de las zonas más apetecidas por los turistas en el Caribe. Tanto Providencia como Santa Catalina, arrasadas por el devastador Iota, ahora esperan ayudas y poder se reconstruidas. Son unos cinco mil damnificados que perdieron todo. Hasta el viernes, se contaba una persona fallecida y dos desaparecidas.
“Providencia es un desierto, no quedó casa parada. A la familia que tengo en Providencia y a muchas otras de allá las salvaron los baños. Mi familia se protegió en un baño con colchones, porque las ventanas se estaban rompiendo y los vidrios podían cortarlos. Relatan que fue la noche más larga de su vida, mi prima –que vive en Providencia– se preguntaba la hora a cada momento, porque sentía que la noche no acababa. Cuando creían que había pasado lo peor, vino lo más fuerte. Fue una noche muy intensa”, detalla.
Las certezas sobre Providencia llegaron después de que vuelos humanitarios dispuestos por el Gobierno evacuaran a los afectados, incomunicados desde el paso del huracán, hacia San Andrés. Así fue que Vilma y que muchos otros sanandresanos pudieron tener noticias de sus familias afectadas por Iota.
“Perdimos comunicación desde el lunes en la madrugada, nadie, absolutamente nadie, mandaba una señal, te puedes imaginar toda la zozobra por nuestros familiares de Providencia, porque nadie se reportaba.
“Fui al aeropuerto a encontrarme con mis colegas de Caracol. No pensaba encontrar a mi prima ahí. Cuando llegué me encontré con toda la gente esperando los vuelos humanitarios, cuando estaba mirando hacia un lado y vi a mi primo Brayan, salí corriendo como una loca a abrazarlo, detrás de él estaba mi prima con su bebé, que solo tiene siete meses de nacida, en ese momento, justo allí, yo le agradecí a Dios”.
La prioridad de los vuelos humanitarios han sido los adultos mayores, las mujeres y niños. Los esfuerzos de los organismos de socorro se concentraban en ayudar a las personas que quedaron en la calle. Los sanandresanos zarpan en lanchas para llevarles comida, ropa y darles una mano.
“Somos conscientes de que pudo haber sido peor, es más eso dura un poco más y la gente no resiste.
“Saber que Santa Catalina prácticamente desapareció, duele demasiado; Providencia, saber que todo eso quedó destruido, que ahora hay un panorama desolador, es completamente triste, eso a nosotros aquí nos tiene con el corazón arrugado y nos tiene muy mal porque Providencia es nuestra hermana menor. Ver que hoy está destruida le duele a todo San Andrés”, añade la periodista.
El jueves pasado las autoridades hacían también un llamado de donaciones de pruebas PCR de coronavirus, el otro gran mal que afectó a la Isla. “Estamos agradecidos con Dios. Aquí, en San Andrés, somos muy creyentes en Dios y él nos ha salvado, no solo de Iota, también de todos los fenómenos naturales. Seguimos sobreviviendo a la pandemia y somos sobrevivientes de Eta y de Iota, vamos viviendo un día a la vez, pero creo que estas son las más grandes lecciones que nos está dando un virus y un fenómeno natural, nos está diciendo: cambien, amen al prójimo, yo siento que esas son las enseñanzas que nos está dejando 2020 que, para nosotros, ha sido un doble 2020, para nosotros ha sido un 2020 elevado a la máxima potencia”.


