La historia ya había sucedido. La sangre, la vida derramada en el mar. Unas manos asesinas, despiadadas. Marineros envueltos irremediablemente en un suceso siniestro, al tiempo que soez... ¿Qué crimen no lo es? ¿Y la víctima?, el jefe en un barco, de esos hombres de mar cuya existencia se fugaría intempestiva y violentamente en las manos homicidas dentro de su propio navío. Pasó. Ha pasado de formas similares, en buques que navegaban en aguas cercanas o de Cartagena.
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Día: Marzo 19. Año: 2010. Precisamente diez años atrás, las autoridades marítimas de Cartagena recibían un reporte sobre un suceso escabroso con desenlace fatal. Dicha información, llegada al puerto y a su vez transmitida a la Policía, llevaría a los uniformados a un muelle de la Zona Franca, en el corregimiento de Pasacaballos. Ahí, los agentes de criminalística se dirigirían a una embarcación pesquera de bandera indonesia: King Sai Maru, donde comprobarían la veracidad de la noticia. Esa era la escena del crimen. Ahí yacía un hombre. Su piel y sus carnes habían sido laceradas, había sangre. Era nada más y nada menos que el jefe de cuartos fríos, un hombre de Indonesia del que solo trascendió el nombre de Yarmin, de 35 años. En los testimonios de la tripulación se dibujarían las razones que existían detrás del asesinato.
Una difícil relación laboral sería el motivo que despertó la sed asesina de dos marineros miembros de la tripulación. Ellos fraguarían un plan para acabar con su jefe. En uno de los cuartos del buque pesquero indonesio, a las 5:30 de la mañana del 19 de marzo de 2010, en aguas del Mar Caribe, se cometió el ataque con cuchillo que dejó a su víctima moribunda, agonizando. En un intento por salvar la vida a Yarmin, el resto de la tripulación de aquel barco pesquero se trasladó al puerto más próximo. Fue así como llegaron a Cartagena. Solo cinco horas después, a las 10 a. m. arribaron al muelle de la Zona Franca. En una primera inspección de la Cruz Roja, paramédicos confirmaron que el jefe de cuartos fríos de aquel navío ya no estaba vivo. La noticia confirmada daría paso a funcionarios de criminalística de la Sijín. En aquel entonces, un artículo de prensa reseñó: “La tripulación de la nave asegura que los dos presuntos asesinos, de 19 y 20 años, y subalternos de él (jefe de cuartos fríos), aprovecharon que aún dormía para agredirlo”. La noche anterior a aquel 19 de marzo, la tripulación habría sido testigo de una fuerte discusión por problemas laborales entre Yarmin y sus dos subalternos. “Para muchos, la difícil relación entre ellos determinó la actuación de los homicidas”, se reseña en la misma nota de prensa de aquella época. No hubo mayor trascendencia en los medios de comunicación sobre el suceso, o por lo menos no que yo recuerde. Lo cierto es que Yarmin regresaría muerto a su lejana Indonesia.
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Día: 7 de marzo. Año: 2017. Precisamente hace 3 años. La vida de un marinero se fugaría en el barco donde trabajaba: la escena de este nuevo crimen sería el pesquero de nombre Hallelujah y de bandera de Tanzania, África. Las manos asesinas se posarían sobre él. La embarcación no navegaba en altamar, pero sí estaba atracada en el Muelle Costa Brava, en el barrio El Bosque de Cartagena. ¿Quién era la víctima?, un hombre de Indonesia del que solo trascendió el nombre de Puryanto. La piel de su cuello fue lacerada, causándole una herida lo suficientemente profunda para que su vida se escapara a través de esa lesión. El llamado llegó más temprano que tarde a las autoridades policiales de Cartagena, la información daba cuenta de un marinero herido de muerte en una zona interna del buque Hallelujah. Efectivamente, al llegar al navío e inspeccionar la escena corroborarían aquella información. El cuerpo de Puryanto yacía inerte en un pasillo.
“Versiones preliminares indican que el extranjero se encontraba de guardia y siendo aproximadamente las 6 de la mañana de este sábado fue hallado con heridas en el cuello por otro compañero que estaba a bordo de la embarcación”, se reseñó entonces. Tenía 33 años. El motivo del ataque en su contra: una disputa con alguno de sus compañeros fue la hipótesis que cobró fuerza horas más tarde. El hombre, de 33 años, habría discutido con una de las personas que trabajaban en el barco. Tras los hechos, el capitán del navío reuniría a los tripulantes para confirmar que estuvieran completos. Solo hasta ese momento se percataría de la ausencia de uno de ellos, a quien dejaron entrever como sospechoso. Era un colombiano de 26 años y natural de Manaure, La Guajira. “De acuerdo a las autoridades, se pudo corroborar que entre las 5:20 y 5:30 de la mañana el sospechoso salió con dos bolsos de la embarcación, tomando un rumbo desconocido”, se añade en un artículo publicado por El Universal. Se reseñaba además que el agresor estaba plenamente identificado. El cadáver de la víctima fue llevado a la morgue de Medicina Legal para luego ser entregado a sus compañeros y regresado a su país de origen.
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Aunque no guardan relación una con la otra, estas dos historias son similares a un reciente crimen. Día: 16 de abril. Año 2020. Otra vida a la deriva. Esta vez la de un miembro de un barco mercante, cuyos días terminarían dentro de su propia embarcación, un caso misterioso, un crimen bajo circunstancias sombrías que la Fiscalía colombiana entró a investigar. El llamado realizado a la autoridades cartageneras por el Oficial de Protección de la Sociedad Portuaria Regional de Cartagena informaba sobre un hecho dentro de una motonave, atracada en ese puerto en la mañana de ese mismo día. Al llegar, a eso de las 5:30 de la tarde, los agentes hallaron un cadáver en la cubierta del barco Spirit of Hamburg de bandera británica, cargado con 2.500 contenedores. La víctima era nada más y nada menos que el capitán de la embarcación, Myo Tun Zaw, un navegante de Birmania, país del Sudeste asiático. Tenía 51 años. ¿Qué le sucedió?, es un interrogante por resolver. Sus homicidas estarían entre su tripulación de 20 personas oriundas de Birmania, Rusia y Etiopía, y lo habrían matado a golpes. Es una primera versión entregada por las autoridades colombianas. Sin embargo, existe otra que habla de un crimen cometido presuntamente por intrusos, así lo habría afirmado la compañía dueña del navío. Hasta el viernes no había capturas de ninguno de los tripulantes del buque de la empresa alemana Zeaborn Shipmanagement, con sedes en Hamburgo, Alemania y Singapur. Lo cierto el cadáver del capitán estaba envuelto en cinta adhesiva, por lo que se presume iba a ser lanzado al mar. Finalmente, fue enviado a su tierra en un vuelo humanitario.
Yarmin, Puryanto y Myo eran tres navegantes asiáticos que quizá nunca se conocieron, cuyas vidas han corrido la misma fatídica suerte en tiempos diferentes en Cartagena. En especial, hace diez años, recuerdo haber visto los rostros de aquellos indonesios asesinos del buque King Sai Maru, en los juzgados del Cuartel del Fijo. Tenían cara de espanto. Si mal no recuerdo, a través de un abogado de oficio pedían clemencia y eso se traducía para ellos en preferir ser juzgados en Colombia para evitar ser llevados a Indonesia, donde seguramente que les esperaba la pena de muerte, la misma que le ocasionaron a su jefe.