Es como si el río viniera a cantarnos, como un bálsamo de noches guitarreadas al pie del agua y nos trajera la frescura de ese árbol que en el Caribe se llama camajorú y choibá en el Chocó.
La música venida del Chocó trae la cadencia ancestral de la chirimía gracias al álbum musical reciente “Que suene el bunde” (2020), que contiene diez canciones hermosas del colectivo artístico “Chirimía Choibá”, fundado por Jaison González, con la dirección artística de Geiler Mena, la producción musical de Christian Salgado, la edición fílmica de Sebastián Salgado y la sabia e iluminadora presencia del músico e historiador chocoano Leonidas Valencia. Este extraordinario grupo musical, surgido en 2017, ganó el Premio Petronio Álvarez en 2018.
Al escuchar este primer álbum, encuentro una afortunada confluencia de la música ancestral de los chocoanos con elementos modernos que sintetizan el diálogo de la chirimía con las músicas afroantillanas y del Caribe colombiano. Es música de clarinetes, saxofones, guitarras eléctricas, con los instrumentos nativos forjados en madera. Este álbum “Chirimía Choibá, es un soplo de creatividad, ingenio y talento de la nueva generación de músicos nacidos en el medio Atrato, una lección artística de resistencia que conecta al río Atrato con los oleajes sonoros del Caribe. Lo sorprendente es que siendo una música de hondo encanto y arraigo ancestral –interpretada y creada por las nuevas generaciones de jóvenes músicos chocoanos- no sea tan conocida por el resto de Colombia.
“La chirimía es la música que está en todos los momentos de la vida comunitaria en el Chocó, en las procesiones, en las festividades, en las ceremonias y en los duelos. Es un género musical tradicional que asimiló la integración de instrumentos modernos, sin perder su formato ancestral de pitos y tambores con instrumentos que se fueron incorporando como los clarinetes, saxofones, guitarra eléctrica, congas, redoblantes, tambora chocoana, bombardinos, etc.”, me cuenta Leonidas Valencia Valencia (Quibdó, 1964), quien promueve la Asociación para la Investigación Cultural del Chocó y es el autor de innumerables libros y obras musicales que preservan esta herencia sonora y rítmica en el Pacífico. “En la música tenemos que parecernos a nosotros mismos. Los instrumentos europeos heredados son instrumentos para hacer nuestra música ancestral. El sonido de la marimba no puede perderse, porque es tradición milenaria. No estoy de acuerdo con que afinemos nuestros instrumentos nativos como la gaita para que suenen como en Europa. Es otro tipo de afinación la que tenemos, y si buscamos la homogeneidad musical, perdemos la memoria ancestral”.
Leonidas dice que la conexión cultural y musical entre el Chocó y el Caribe, a través de Cartagena, ha sido siempre activa y enriquecedora. Los barcos cubanos vinieron también con su música y aportaron ritmos afroantillanos. Recuerda ahora al cartagenero Epifanio Álvarez Caraballo, que vino a Quibdó a vender latas de manteca de cerdo y queso costeño, y se quedó para siempre entre los chocoanos con sus bodegas, que son una síntesis de los saberes y sabores de Cartagena. Fue él quien llevó la Kola Román. Pero ahora tres generaciones de su familia están en el Chocó. A través del río Atrato llegan las maravillas de comer de Cartagena y, junto a todo eso, llegó también la música. Los instrumentos de viento, el porro y la cumbia, la salsa y el jazz. Los barcos cubanos trajeron el son, el punto, el danzón, la rumba y el bolero. Me habla de cómo Delia Zapata Olivella llegó allá a salvaguardar tanto las danzas del Caribe como del Pacífico. Y me nombra a una enciclopedia viviente de Cartagena: Ramón Garcés Herazo, erudito de la música del Caribe. Pero Leonidas no se queda atrás: es un guardián estudioso de toda la historia musical y cultural de la región, además de ser un excelente compositor de chirimías y músico ejecutante del bombardino, trombón, guitarra, flauta dulce, piano y experto en percusión del Pacifico. La chirimía es una música vibrante que nos reconcilia con las memorias profundas y vivientes del Pacífico, a lo largo del río San Juan y río Atrato. “El formato con mayor arraigo es el conjunto de tamborito en Nuquí, Bahía Solano, Juradó y Bajo Baudó, mientras que el conjunto de marímbula tiene presencia en el Bajo Atrato. El formato instrumental del sexteto prevalece en las reuniones, fiestas domésticas”, explica Leonidas. En las Fiestas de San Francisco de Asís en Quibdó o en la Fiesta de San Pacho, al santo patrón, va todo el pueblo bailando al ritmo de la chirimía.
El abogado alemán Gerald Gassman, viajero encantado de las culturas populares de Colombia, casado con la caleña Carmen Lord, llegó al Chocó y quedó seducido al cruzar tantas veces por sus ríos y paisajes sonoros, y al llegar al puerto lo detuvo misteriosamente el ímpetu y el embrujo de la música surgida de las aguas. Gerald se aferró a las manos de Carmen para contemplar juntos el horizonte y descubrió el encanto de las chirimías que suenan cada vez que él pasa y le cuentan un lejano y palpitante secreto de esta región maravillosa donde no acaba de llover música. Gerald ha salido en la búsqueda de estos muchachos músicos y se ha subido en el tren de la música apoyándolos en este primer álbum acompañado de un video musical al pie del Atrato. Gerald desde hace muchos años es un fervoroso amante de la cultura colombiana, y desde hace siete años, como Cónsul Honorario de Colombia en Stuttgart, celebra con música y cultura en Alemania, el 20 de julio, y tiende puentes entre artistas, escritores, músicos y creadores en general. El mundo es de verdad un pañuelo.
“Esta es una música de resistencia como el árbol de choibá”, me dice el músico Jaison González, y me explica que los chocoanos hierven la corteza del árbol para encarar la diabetes. Pese a la cuarentena el colectivo “Chirimía Choibá” no cesa en su creación musical y en sus conciertos que ahora serán virtuales como las clases de música y danza que dicta Leonidas Valencia en la Universidad del Chocó.
La chirimía nos conmueve con sus solos de clarinete y saxofón y las bellas voces que abrazan la tradición y la modernidad para narrar amores y duelos, esperanzas y desencantos, y para celebrar la vida al pie del río en el Chocó. Canciones como “Se tenía que decir y se dijo”, “No vuelvo a cae”, “Llena de encanto”, “Aurora”, “Calorcito”, “Melodías de amor”, “Ven y te cuento”, de este álbum de “Que suene el bunde” de “Chirimía Choibá”, es una apuesta musical desde el Chocó para Colombia y el mundo.
