“Mijita, que Dios te dé un buen marido, uno con mucha plata que te ponga a vivir como una reina”, me dijo una señora el otro día y sentí esas palabras como un derechazo contundente a mis aspiraciones de profesional, como un golpe directo a mis ovarios.
¿No es increíble que en pleno 2020 la gente siga con los mismos prejuicios? ¿No es absurdo que todavía haya hombres y mujeres creyendo que está justificado que un marido le pegue a su esposa? ¿No es doloroso que algunos sigan sorprendiéndose cuando una mujer llega a ser gerente, presidente o cualquier otro cargo alto en cualquier esfera? ¿Y no es terrible que siempre aparezca alguno —o alguna— para decir... “quién sabe a quién se lo dio”?
Ninguna mujer que viva hoy alcanzará a ver o experimentar una verdadera igualdad de género, un mundo donde el machismo se haya extinguido. Según un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), así como vamos, una niña que nazca el 8 de marzo de 2020 tendría que vivir 202 años para experimentar las mismas oportunidades, salario, derechos, poder y voz que un hombre.
El estudio se llama ‘Abordando normas sociales. Un cambio de juego para las desigualdades de género’ y fue publicado el jueves. Allí, el PNUD incluye datos de 75 países que comprenden a un 80% de la población mundial. En él se destaca que, pese a décadas de progreso hacia la igualdad entre hombres y mujeres, casi el 90% de la población conserva algún tipo de prejuicio contra las mujeres.
El informe se vale de un Índice de Normas Sociales de Género para medir cómo dichos preceptos pueden obstaculizar la equidad de género en ámbitos como la política, el trabajo y la educación; y sus resultados muestran que aún tenemos bastantes batallas que dar en esta lucha por un mundo más par:
-De acuerdo con el Índice, “aproximadamente la mitad de los hombres y las mujeres del mundo considera que los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres”.
-Más del 40% opina que los hombres son mejores ejecutivos empresariales y que tienen más derecho a ocupar un empleo cuando el trabajo escasea.
-Menos del 24% de los escaños parlamentarios en el mundo están ocupados por mujeres y solo 10 de los 193 jefes de Gobierno del planeta son mujeres.
-Apenas un 21% de las mujeres son empleadoras y un 12% millonarias.
-El 28% de las personas cree que está justificado que un marido le pegue a su esposa.
Ajá, “el 28% de las per-so-nas”: quiere decir hombres y mujeres... El machismo no es solo cosa de los hombres. Como nacimos y crecimos en medio de él, en el fondo, nosotras también tendemos a creernos inferiores y eso obviamente trunca nuestro progreso desde muy jóvenes: el PNUD dice que a partir de los 12 años, por ejemplo, las niñas empiezan a levantar menos la mano en clase, así que se restan posibilidades de expresar sus ideas.
Desde pequeñas comenzamos a escuchar que somos las principales -a veces las únicas- respondientes del hogar, porque “eso le toca es a la mujer” y nos hemos comido ese cuento más de mil años, ¿pero cuál es la consecuencia? Una sobrepoblación femenina en trabajos informales y precarios y no remunerados en el hogar. ¿Sabían ustedes que en el mundo se dedican 16.400 millones de horas diarias a los cuidados no remunerados, lo cual equivale a 2.000 millones de personas trabajando ocho horas diarias sin recibir remuneración alguna? ¡Y adivinen, las mujeres tienen a su cargo el 76,2% de las horas de este tipo de atención, más del triple que los varones!
Sí, sí, alguien tiene que encargarse de ese trabajo, es verdad, el problema es que la carga está “ligeramente” desbalanceada y que por los cuidados domésticos no remunerados son el principal obstáculo para que las mujeres se incorporaren al mercado laboral o progresen profesionalmente.
“En 2018, 606 millones de mujeres en edad de trabajar declararon que no habían podido hacerlo debido a que tenían a niños o personas de edad avanzada a su cargo. Sin embargo, solo 41 millones de hombres dijeron que no formaban parte de la población activa por el mismo motivo”. Ese es un aparte de otro informe, uno de la Organización de las Naciones Unidas sobre ‘Trabajo y empleo en el sector de la prestación de cuidados para el futuro del trabajo’ en el que se destaca también que “a este ritmo, serán necesarios 210 años para acabar con las diferencias entre ambos sexos en la prestación de cuidados en estos países”.
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Todo lo anterior es afuera, ¿pero cómo nos va dentro de la casa o en los espacios privados?
-Según el informe del PNUD, 12 millones de niñas son víctimas de matrimonios forzados, lo que en la mayoría de los casos significa que tienen que dejar sus estudios, quedan embarazadas siendo muy jóvenes y están expuestas a sufrir más complicaciones en el parto.
-Por regiones, las mayores tasas se dan en África, con un 36% de mujeres enlazadas antes de cumplir los 18, y el sur de Asia, con un 29%.
-4 millones están en riesgo de ser sometidas a la mutilación genital femenina anualmente.
-El 70% de las víctimas de trata detectadas en todo el mundo son niñas y mujeres, la mayoría de ellas con fines de explotación sexual.
-Una de cada 20 menores de entre 15 y 19 años, es decir, cerca de 13 millones, había sufrido una violación durante su vida, una de las formas de abuso sexual más violentas que las mujeres y las niñas pueden experimentar.
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Sinceramente, y aprovecharé el Día Internacional de la Mujer y mi condición de mujer para decirlo, me duelen los ovarios cada vez que veo a alguien sorprenderse porque una mujer ha llegado a asumir un cargo directivo. Me duelen siempre que a alguien se le ocurre llamar para decir Oye, Nosequiencita es mujer y es gerente, deberías entrevistarla porque ajá, es mujer y es gerente.
Obviamente me alegra que las mujeres triunfemos, pero me molesta que veamos esos triunfos como algo extraordinario porque esa actitud me sabe, muy en el fondo, a machismo y me lleva a preguntar: ¿Cuándo dejaremos de sorprendernos, cuándo asumiremos como absolutamente normal que una mujer sea exitosa profesionalmente porque tiene las mismas capacidades que los hombres y merece las mismas oportunidades?
No lo sé. Me temo que no viviré para ver ese día porque todavía la ciencia no ha avanzado tanto como para lograr que un ser humano exista 202 años (o 231, si sumo los 29 que tengo), espero, eso sí, que mis tataranietas -si las tengo- sí contemplen un mundo más igual, uno que haya perdido la capacidad de asombrarse frente al triunfo profesional de las mujeres.