¿Qué cosas no hay aquí? Muchas, empezando por algo tan simple como la comodidad. No hay un laboratorio de física, no hay un laboratorio de química. No hay una sala de informática, la que existe está cerrada porque tantas goteras derribaron el cielo raso sobre los niños un día de clases común y corriente. Fue agosto de 2019, la clase se interrumpió intempestivamente porque los icopores ‘volaron al suelo’, sobre los computadores y sobre los niños, los cables de energía tocaron el agua y se generó un conato de incendio. No hubo lesionados pero sí fue todo un drama escolar y la comidilla por varios días entre los padres de familia, un cataclismo informático en la escuela (ahora aprenden computo, en teoría, nada de práctica). El de informática no es el único salón cerrado, el que está al lado lo clausuraron porque no se puede dar clases en él. No hay techos buenos, porque cuando llueve afuera también llueve adentro, hay goteras en las aulas y “hay que guardar los cuadernos”.
“El colegio en sí está por debajo del nivel de la calle, así que cuando llueve se inundan los patios y no podemos salir de los salones, quedamos encerrados. Si lo niños quieren ir al baño, los profesores debemos cargarlos para pasar los charcos y llevarlos. Muchas veces toca esperar hasta una hora que baje el nivel del agua”. Justo hoy, que llegamos, llovió a chorros por la mañana, las clases se atrasaron, algo que suele pasar. Como muchas veces, hoy no hay luz en el colegio, tampoco hay agua. Veo, afanosa, a la señora del aseo con una palita azul en mano, recogiendo agua estancada de un charco de la calle para echarle a los baños sucios. “Hace mucho tiempo que no invierten en la planta física, en la infraestructura del colegio. Está abandonada, los techos están agrietados. No es fácil que podamos fluir en los momentos de lluvia con las actividades”, me explica Petrona Salgado. Es una señora de cabellos trenzados y piel tersa, es la rectora hace menos de cinco años. La seño Petro me enseña algunos huecos en los techos, me enseña la sala de computo vacía, entre otras cosas. Es la Institución Educativa de Puerto Rey. Aunque su infraestructura no está tan mal como me la habían descrito en un principio, sí tiene deficiencias y sí podría estar mejor.
En la fachada, su nombre, escrito en un pintoresco mural de colores, contrasta con una canaleta de desagües a su alrededor, que bordea todo el frente, el agua puede tornarse pútrida y la calle pantanosa. Puerto Rey es una pequeña vereda del corregimiento de La Boquilla, cercana Tierra Baja. Es una de las zonas más humildes que hay y que he visto en Cartagena. Son raizales afro allí asentados y tienen un consejo comunitario que toma las decisiones importantes.
En la Institución Educativa de Puerto Rey no hay muchas cosas que debería tener un colegio, por lo menos para que los niños aprendan a la par de otras instituciones de Cartagena. Entonces, si se le quiere ver así, tampoco hay igualdad aquí. Pero lo más importante que no hay en todo es plantel son excusas. A pesar de todo, aquí no hay excusas, ninguna para sobresalir, para aprender, para emerger de alguna forma aun cuando las condiciones no sean favorables. Aun cuando la pobreza es un común denominador y, en recursos, hay más restas que sumas, más divisiones que multiplicaciones.
¿Qué sí hay en la Institución Educativa de Puerto Rey? Buenas uñas para trabajar con las uñas, ganas, porque hacen falta y talento. Hay mérito, deseo, sueños. Eso lo veo en el rostro de la seño Petrona. De eso me habla ella, emocionada. Porque ante la ausencia, la recursividad es una alternativa válida y necesaria. Tres proyectos hay en la escuela, donde faltan muchas cosas, para suplir esas ausencias.
“Estamos desarrollando varios proyectos de investigación, tres de ellos inscritos en el programa Ondas de Colciencias, con muy buenos resultados. Uno es el grupo Nativos de Puerto Rey, que trabaja por rescatar y fortalecer la identidad étnica y cultural y los impactos que ocasionan los mega proyectos a esta comunidad y a la identidad como tal. Este grupo-proyecto ha pasado por varias etapas de confrontación con muchas otras instituciones de Cartagena, incluso varias de ellas privadas. Se van eliminando entre sí por fases y el proyecto ha logrado superarlas, en estos momentos van a hacer una nueva presentación en Bogotá, que ya es en la fase nacional de esta convocatoria, buscando un espacio a la fase internacional. De Cartagena hay dos instituciones, la de Puerto Rey y otra”, dice con orgullo la seño Petrona. El proyecto está conformado por 26 estudiantes. Dos de ellos, Diego Guerrero y Bella Abello, viajarán en la segunda semana de noviembre a la capital para defenderlo y destacarse a nivel nacional.
“Constantemente el fluido de nuestra institución (y en Puerto Rey en general) no es constante, por ejemplo, hoy no tenemos luz, por eso nació este proyecto”. Quien habla ahora es el estudiante de noveno grado Moisés Ramírez Acevedo, sobre el proyecto ‘Mi escuela solar’, otro de los inscritos en Ondas. “Primero queríamos dotar a una vivienda de nuestra comunidad con luz solar, lo llamamos ‘Casa solar’, después queríamos un abanico solar, porque queríamos que los abanicos de la escuela todos funcionaran con energía solar. Aquí, como el fluido eléctrico no es muy bueno, a veces se queman los equipos, entonces queríamos un aula de clases que funcionara por completo con energía solar. Finalmente tuvimos una ambición buena, nos preguntamos: ¿por qué solamente nos vamos a quedar con un salón y no convertimos toda nuestra institución en una escuela solar y ahí fue donde nació el proyecto ‘Mi escuela, solar’, del que me siento feliz de hacer parte”, señala. Escuela Solar recibió el apoyo de la Fundación Telefónica, en una convocatoria nacional, que la reconocía como una iniciativa sustentable y amigable con el medio ambiente. “Por eso recibimos un capital semilla para comenzar”, explica el profesor de ciencias naturales Álvaro Lara. Con ese dinero, se puso en marcha una primer parte del proyecto, con un primer panel solar que alimentaría a la sala de informática. “Aunque la instalación la hizo un técnico experto, los niños van aprendiendo y han aprendido cómo funciona el sistema fotovoltaico”, añade el docente. La ambiciosa idea es ampliar el proyecto hasta cubrir a toda la escuela o por lo menos gran parte de ella.
La tercera iniciativa de la que me hablan el ‘Rescate del cangrejo azul’, una especie que abunda en la zona y sobre la que los estudiantes se han volcado para liderar un proyecto para protegerla. “Los niños vienen aprendiendo cómo cuidar y preservar el medioambiente, es así como se informan y dan a conocer todo lo concerniente a los cangrejos azules de la zona, a su reproducción y conservación, preservando esa especie de fauna y flora”, expone la seño Petrona. Son unos pequeños de sexto grado los encargados de este proyecto. “Creemos que la institución, muy a pesar de todas las dificultades que tenemos en cuanto a infraestructura, no es una limitante cien por ciento para querer jalonar procesos que nos permitan jalonar la calidad de la educación”.
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Paralelo a los proyectos, en la Institución Educativa de Puerto Rey se realiza el ‘Picnic literario’, que busca promocionar la lectura y la escritura entre los estudiantes. Los libros van a campo abierto, se conjugan con los paisajes naturales de Puerto Rey, tierra rica en verdes espléndidos, donde los niños más pequeños escogen qué quieren leer y los jóvenes de los grados superiores sirven de orientadores, es una simbiosis, un intercambio de conocimientos y saberes, apoyada por diferentes instituciones como Comfenalco y donde además hay mimos y payasos. En Puerto Rey, cuando hay ganas de aprender, no hay excusas que valgan.
