María Elisa Martínez Pinzón, una psicóloga cartagenera, personifica la lucha que las mujeres deben acarrear para alcanzar el éxito. Recién había nacido su segundo hijo, el 26 de diciembre del 2007, cuando recibió una llamada que hubo de moldear los siguientes doce años de su vida. Poco antes ella había renunciado a un cómodo trabajo como ejecutiva para dedicarse de lleno a cuidar de su familia. “Yo sentía que había cumplido un ciclo y quería ahora dedicarme al hogar, pero el 15 de enero me llamó Johnson&Johnson”, recuerda María Elisa. La multinacional farmacéutica había escuchado de ella, de su larga trayectoria en empresas internacionales como Citibank (desde su centro en Bogotá) o Colgate-Palmolive (desde su matriz en Nueva York), y la querían para que dirigiera el departamento de Recursos Humanos en Latinoamérica. Al comienzo, ella se rehusó, ya tenía planes fijos y un segundo niño abordo; ahora tenía que construir desde cero una reputación dentro de una empresa nueva. Johnson&Johnson insistió, la querían solo a ella. “Me dijeron que podía ir a la entrevista y hacer todo el proceso sin ningún compromiso”... Y eso hizo, con una faja que ocultaba las huellas de su reciente embarazo en su cuerpo y un pantalón prestado por su madre (los suyos ya no le quedaban), salió directo a escuchar lo que esa enorme corporación tenía para proponerle. Cuando le ofrecieron el cargo de vicepresidenta de Recursos Humanos, el miedo la invadió. Su nueva propuesta laboral le implicaba todo lo contrario a sus planes: largas jornadas de trabajo, viajes de varios días por Latinoamérica, constante papeleo, reuniones y, lo peor de todo, poco tiempo con sus hijos. En ese momento solo dos cosas la calmaron. Primero, una conversación íntima con su marido en donde él le expuso todo su apoyo. “Me preguntó qué me impedía tomar el proyecto y, cuando le conté, él me propuso reducir su tiempo de trabajo para que pudiera colaborar mucho más en la casa y con los niños”. La segunda fue que ella antes de entrar puso dos condiciones: que no comenzaría a trabajar hasta que se cumpliera su licencia de maternidad y que durante ese año no saldría del país. “Me dieron mis tres meses y todas la reuniones regionales que eran en otros países las movieron a Bogotá”. Han pasado los años y ahora María Elisa es la vicepresidente de Recursos Humanos de la empresa en Norteamérica.
Su historia refleja la posición de muchas mujeres colombianas que buscan el éxito laboral al mismo tiempo que lidian con los gafes del hogar. Frecuentemente, la sociedad las señala, las acusa de negligentes, de abandonar los asuntos domésticos (como si fueran obligaciones de género), de un sinfín de prejuicios que han servido para justificar la exclusión de la mujer del campo laboral. El caso de María Elisa es un ejemplo de que los dos ámbitos son compatibles.
¿Esta nueva oportunidad laboral implica un cambio grande en tu familia?
-Antes trabajaba como vicepresidente de Recursos Humanos en Latinoamérica. Eso me permitía permanecer la mayoría de mi tiempo en Colombia. Ahora me han ofrecido ser la vicepresidente de Recursos Humanos para Norteamérica. Voy a tener Canadá, Puerto Rico y Estados Unidos, entonces me toca trabajar desde New Jersey. Antes de aceptar el puesto, tuve que sentarme con mi marido, Ernesto, para hablar lo que implicaría un cambio como este. Cuando hay familias con dos carreras, todo se resuelve con trabajo en equipo, ese cómo te apoyo y cómo tú me apoyas. Cuando vivía en Nueva York, dejé mi trabajo para apoyar a mi marido, le habían ofrecido una gran oportunidad en una clínica de Bogotá. Ahora él quiere apoyarme y darme la oportunidad de vivir esta nueva experiencia. Afortunadamente, él tiene un prestigio que le permitirá mudarse conmigo sin que le afecte su trabajo.
¿Cómo cambiarán tus responsabilidades?
-El contenido creo que es el mismo, porque sigo en Recursos Humanos, pero ahora voy a tener una responsabilidad más grande. Voy a trabajar en el negocio más importante de Johnson&Johnson. Esta compañía recauda 24 billones de dólares, Latinoamérica tan solo vende 4, voy a trabajar con un negocio seis veces más grande. Cuando te digo que el contenido de trabajo va a ser el mismo, en esencia lo es, pero en una escala muchísimo más grande.
¿Qué sientes?
-Mariposas en el estómago. Llevo toda mi vida trabajando en Latinoamérica. Ya conozco a todos los gerentes generales de todos los países, ya tengo un nombre construido. En Estados Unidos voy a entrar desde cero. Todo lo que he hecho hasta este momento me ha dado esta oportunidad, pero no me garantizará el éxito de ahora en adelante. Tengo que entrar a conocer un poco esa cultura, a la gente nueva con la que voy a trabajar y necesitaré establecer nuevas relaciones.
¿Dentro del país hay mucho machismo laboral?
-Creo que hay una diferencia entre las empresas nacionales y las multinacionales. Siento que estas últimas están más avanzadas en la equidad de género, en incluir mujeres en las ternas, en tener métricas que indiquen que las mujeres van avanzando. Las empresas nacionales van a esa dirección poco a poco, pero deben acelerar el paso. Deben mirar si tienen suficientes mujeres contratadas, en especial en los puestos directivos. Es frecuente encontrar muchas mujeres en las bases de la pirámide, mientras que en la punta hay muchos más hombres. Las empresas están en el deber de acomodar a las mujeres. Si ellas deben salir por licencia de maternidad, cómo vas a hacer para que regresen. Ahí vienen todas las políticas de horario flexible. Por ejemplo, Johnson&Johnson tiene una política de aterrizaje suave, en donde solo trabajas seis horas durante los primeros meses que llegas. Entonces hay muchas políticas que las empresas pueden aplicar para acomodar a las mujeres en el campo laboral. Está comprobado que las empresas con un balance de género positivo son más productivas e innovadoras. Esto no es un tema de moda, sino de negocio.
¿Qué les dirías a las mujeres que quieran ser exitosas?
-Lo primero es que sí se puede. Si quieres ser una excelente mamá, profesional y esposa, se pueden hacer las tres cosas. Se necesita trabajo y se necesita ayuda. No se crean las súper mujeres. Hay una anécdota muy bonita. Todos los días de la mujer a mí me regalaban una carta con una foto de una mujer arrodillada cargando al mismo tiempo con un tetero, un bebé, un celular y un computador. A mí siempre me chocaba esa foto, porque te manda la idea que debes ser la súper mujer. Eso es un piropo engañoso. Si tú tienes que ser la súper mujer, significa que no necesitas ayuda de nadie. Para ser exitoso es necesario que los maridos, los hijos y las familias ayuden. Caer en la trampa de la súper mujer significa que tú puedes con todo y que tu marido no debe ayudarte. Esto es irreal porque llega el momento en que te derrumbas. Por eso es importante saber que sí se puede, pero con ayuda.
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El mundo empresarial, como tantos otros ámbitos de la sociedad, está en deuda en equidad de género. A pesar de todos los grandes avances, el problema de fondo subsiste. Todavía las empresas prefieren hombres en los cargos directivos, todavía hay una brecha salarial entre ambos géneros, todavía se castiga laboralmente a la mujer por situaciones biológicas y naturales como las licencias de maternidad. Aun así, muchas mujeres siguen en la lucha, cada vez más aparecen casos que rompen con este paradigma, mujeres que enfrentan, contra viento y marea, las concepciones patriarcales de la feminidad y que logran tanto el éxito laboral como la armonía familiar. Esta vez, el ejemplo lo ha dado María Elisa: ha escalado los picos del mundo empresarial sin dejar a un lado aquello que más importa. Su caso, más allá del valor profesional que tiene, constituye una gota más en la marea del cambio, ese tsunami que arrasará muy pronto con el letargo en el cual la sociedad ha sumido al sexo femenino.