Sheilla Walker vino de Estados Unidos, a recorrer los pasos de Benkos Biohó en Cartagena. Y lo hizo de la mano del investigador cartagenero Moisés Medrano, el artífice de la Ruta Africana en Cartagena.
Una nomenclatura que ha reconstruido pasos y huellas de los africanos esclavizados, y los africanos en la resistencia y en el encuentro con su libertad.Al asomarse al Muelle de los Pegasos le ha preguntado a Moisés por dónde entraron los barcos cargados de africanos.
Y Moisés le ha señalado un mapa casi invisible entre las aguas de la bahía. Y le ha enseñado la antigua y derribada puerta de entrada a la ciudad colonial, bajo el dominio español. Frente a la Torre del Reloj, una construcción que se hizo para celebrar el primer centenario de la Independencia de Cartagena, Sheilla pregunta cómo pudo ser aquel puente levadizo que conectaba al Centro con el arrabal de Getsemaní. Las aguas llegaban hasta la Boca del Puente.
Mientras Sheilla camina perpleja como si se tropezara con los espíritus de sus ancestros africanos, cierra y abre los ojos como si entrara y saliera del aire caliente de cinco siglos.
Sheilla camina por las mismas calles, y se queda sin aliento cuando reconoce que es la calle Nuestra Señora de África o la antigua Plaza del Esclavo, y entonces ella ya no camina, solo se desliza por el tiempo, con el plumaje sacudido de colores del pavo real de su blusa, y recorre los remotos alfabetos barridos por la impiedad.
Se asoma al muelle otra vez y ve el barco de la memoria que acaba de atracar en el puerto y escucha la sangre que se derrama entre las piedras. Las mujeres trenzan un mapa de regreso en los surcos de su pelo, soñando regresar a la casa africana, en la vieja plaza de los esclavizados. Benkos Bioho es una ceiba recién lavada por la lluvia, y tiene la marca del hierro candente en la espalda. No camina entre el entramado denso y oscuro de la ciénaga de la Matuna, sino que vuela como un pez, por los pantanos de la noche.
Sheilla no puede resistir tanto asombro en una misma mañana cartagenera, y le pide a Moisés un lugar para beber un poco de café o un poco de agua. Un muchacho callejero, trastornado y eufórico, con su piel negrísima y los ojos blanquisimos, abre su boca sediente y se arrodilla para decirle a Sheilla: ¡Mamá, tengo hambre! Y Sheilla lo socorre con su alma sensible y solidaria.
En La Boquilla los niños le dicen Tía, porque no creen que ha nacido muy lejos del corregimiento de pescadores, y la tutean como si estuviera de vuelta.
No saben que es una de las mujeres más sabias, expertas en la diáspora africana en el mundo. Y que al ganar una de las becas de investigación más prestigiosas de la comunidad académica mundial, había preferido revertir su conocimiento entre los nativos de La Boquilla.
En la Plaza BenkosEn la Plaza Benkos Biohó, bautizada después del Bicentenario de la Independencia de Cartagena, no hay ningún busto al africano que se enfrentó a los ejércitos españoles, en busca de la libertad de los africanos esclavizados.
Benkos sembró palenques en el corazón de Cartagena hasta Mahates, y consolidó con la comunidad el primer Pueblo Libre de América en el Palenque de San Basilio.
Fue traicionado al firmar el pacto de paz, y en pleno armisticio, fue capturado por la guardia española, ahorcado y descuartizado, en 1621, en lo que hoy se llama Plaza de la Paz.
Tal vez ese fue el primer proceso de paz de nuestra historia, que se anticipó a la Independencia de 1811.
A veces los taxistas preguntan dónde está esa plaza de Benkos Biohó, y hay que recordarles que se llamaba Plaza de Telecom, porque allí estaba la empresa que comunicaba a los colombianos. Una operadora en una cabina apuntaba los teléfonos de los usuarios, y daba la orden de las llamadas. Esas filas enormes se alteraban cuando el usuario en una cabina decía ¡se cayó la llamada!
Eran otros tiempos. Allí en Telecom también se enviaban telegramas que a través del sistema Morse, llevaba los mensajes brevísimos, en donde cada palabra se cobraba, y el telégrafo no tenía ciertas letras del alfabeto como la ñ. Así que cuando uno escribía: Te deseo un feliz y próspero año nuevo, el remitente quedaba diciendo un disparate.
Benkos tuvo en su tiempo tres maneras de comunicarse entre los suyos: las señales de humo que dejaban los dedos y los susurros, los mapas del cabello, y el latido de los tambores. El tambor fue prohibido porque fue un instrumento sublevador.
En la Plaza San Pedro
En la Plaza San Pedro, el artista Enrique Grau erigió un homenaje a ras de suelo, de la escultura del jesuita español Pedro Claver y un joven africano esclavizado.Entre la Plaza San Pedro y la Plaza Benkos Biohó, hay casi cinco siglos de historia. Pedro Claver aprendió el alfabetro africano para protegera y comprender a los africanos. Medio cuerpo del santo espñol permanece en una urna en la nave central de la iglesia que perpetúa su legado, y la otra mitad de su cuerpo está en el Vaticano.
Pero cuando se conmemora un nuevo aniversario de su muerte el 9 de septiembre, es como si acabara de morir al amanecer de aquel de septiembre de 1654. Y los cartageneros sacan sus restos en una procesión y una misa que se hace en africano y en español. El papa Pío IX lo beatificó en 1850, y el papa León XIII lo provalamó santo en 1888.
Sheilla ha visto que tanto Pedro Claver como Benkos se han encontrado nuevamente en las páginas de una novela escrita por Roberto Burgos Cantor: La ceiba de la memoria. Y los dos personajes, se siguen encontrando en el imaginario de los cartageneros.
Plaza Zapata Olivella
La Placita Zapata Olivella es la más pequeña de todas, es casi invisible, está frente a los antiguos teatros Capitol. Honra a los hermanos Manuel, Juan y Delia Zapata Olivella. Manuel Zapata Olivella escribió poara la revista Cromos en 1948, hace setenta años, una crónica de cómo llegar a Palenque, y allí nombró a Benkos Biohó. Luego, en 1983, le consagró su novela Changó el gran putas.
Ese mismo año, el historiador Eduardo Lemaitre, al publicar los cuatro tomos de la Historia General de Cartagena de Indias, redujo a un párrafo la vida de Benkos Biohó y pone en duda su existencia, diciendo que es un invento de la imaginación del escritor Zapata Olivella.Manuel, como Sheilla Walker, fueron en busca de Benkos en África y en Cartagena.
A falta de rostro para Benkos, el escultor Alfredo Tatis Benzo, recreó el rostro de Nelson Mandela para Benkos, en el Parque Apolo en El Cabrero, encomendado por Lemaitre.
Epílogo
Sheilla recorre la Plaza de la Merced, en cuyo claustro reposan las cenizas de García Márquez. La plaza es muy probable que acabe llamándose como el escritor, que descrifró historias de estas plazas del corazón amurallado de Cartagena.
Sheilla ha leído todo lo que se ha escrito sobre la diáspora africana.
La nomenclatura la lleva a los antiguos pantanos de la Matuna, y a los antiguos reinos de la esclavitud: San Diego, Santo Domingo, Plaza de los Coches, Plaza de la Aduana, Plaza San Pedro, entre otros.
Se detiene contra el sol a ver la última sombra de los barcos en la bahía.
Y se conmueve al ver a las mujeres trenzando una nueva ruta de vuelta a casa.

