“Recuerdo cuando corría con sus amigos por estas calles destapadas, con su pantaloneta de colores y su risa tierna. Su abuela -Cilia Martínez- lo levantó vendiendo bolis de frutas, paletas, cubetas, jugos naturales, chichas de arroz y todo lo que se le ocurría”.
Eso es lo que más recuerda Saidy Jiménez Morales, en el sector Omaira Sánchez del popular barrio La Candelaria, del futbolista Wilmar Enrique Barrios Terán. Él nació allí y ahora está en el Mundial de Rusia, haciendo un gran papel con la Selección Colombia.
‘Mami Saidy’Saidy es de esas vecinas que se vuelven familia y que siempre están dispuestas a ayudar y cuidar sin ningún interés. Dice que conoce a Wilmar desde que está en el vientre de su madre -Yajaira-. “Mi mamá le vendió un lote a la familia de Wilmar. Ellos construyeron una casa de madera, con techo de zinc, y allí nació en 1993, era un niño muy lindo y despierto”, cuenta.
La humilde casa de los Barrios fue levantada a solo unos metros de la de Saidy. Un pequeño caño de aguas sucias pasa justo al frente de las viviendas y desemboca en la ciénaga de La Virgen, que está a unas cuadras.
Allí, en medio de la dificultad, se forjó una amistad que creció con el tiempo y donde Wilmar vivió su primer amor, sus aventuras de adolescente y descubrió su pasión por el fútbol.
“Nuestra amistad es grande, tanto que Wilmar me dice ‘mami’. Era un niño obediente. Su papá hizo de madre y padre, es profesor de educación física y le inculcó el amor por el deporte”, manifiesta la ama de casa.
Saidy se siente orgullosa de lo que ha conseguido el jugador del Boca Juniors, de Argentina. “Yo me emociono cuando lo veo en televisión, es un ejemplo para todos, porque salió adelante gracias a su esfuerzo y el de su abuela, ella lo crió, pues su mamá se fue a trabajar a Venezuela cuando era un pequeñín. Él creció rodeado de niños porque Cilia también tenía un jardín infantil. Siempre fue noble, eso se refleja ahora que es un personaje público”, señala.
La mujer no pierde contacto con el jugador. “Salió del barrio, pero no nos deja, viene cada vez que puede, aunque ya no vive aquí porque su abuela se mudó al barrio El Recreo -cerca de la vía que va a Turbaco-, pues su nieto le compró una casa.
“Dice que nunca nos va a dejar, porque le gusta su barrio y su gente. En sus vacaciones siempre nos visita, es amable y comparte con todos por igual. Nos dice que si fuera por él, viviría aquí. Cuando viene lo recibo con un pescado frito y arroz de coco, ese es su plato favorito”, comenta.
De Wilmar, mediocampo en la Selección Colombia, dice muchas cosas, como que es un guerrero, pues estuvo “expuesto a las drogas, las pandillas y la delincuencia, pero siempre estuvo enfocado en el fútbol”.
“Un guerrero”La Candelaria tiene mucha violencia, como dice una champeta de Míster Black, “muchos nacen y pocos se crían”, pero ya vemos que el que quiere, puede, y Barrios lo demuestra con los gigantes pasos que da cada día.
En la infancia de Wilmar, su barrio no tenía una cancha digna, solo un lote lleno de monte, piedras y basura, sin embargo, su talento floreció.
Nació en medio del caos, la negligencia estatal y las necesidades. Se formó a orillas de La Perimetral y por eso cada jugada, gambeta o movimiento que hace en la cancha lo realiza con una entrega total, como cuando jugaba en las destapadas canchas de su barrio, descalzo y bajo el sol. El trofeo era un litro de gaseosa y una bolsa de panes.
En la peluqueríaEn la tienda, la esquina donde hacen bailes, la cancha que por fin están remodelando, la peluquería y la calle de Los Palenqueros todavía se sienten los sueños del jugador. Basilio Pérez, conocido como ‘el Mauro’, es quien pone “bonito” a Barrios cuando visita el sector. “Soy muy amigo de su abuela, así que lo cuidaba como a mi hijo. A veces me lo dejaban en la casa para que estuviera pendiente él. Le hacía los mejores cortes, le gusta que lo motilen bajito. Todavía viene a que le corte el cabello y le dé consejos, es una persona muy humilde y tranquila”, recalca.
“‘Wilmita’ estaba preocupado por el escándalo de violencia de género en Argentina, hace unos meses, pero sé que es inocente, él es un caballero. Aquí en el barrio nunca ha tenido problemas, nadie lo toca porque todos lo quieren mucho. Es pacífico y comprensivo”, expresa. Frank Mosquera también lo conoce y dice que “no era noviero, así que yo lo molestaba por eso. Él estudiaba en el colegio Seminario en la mañana y en la tarde iba a jugar en la cancha, pero nosotros, los más grandes, le quitábamos el espacio y se ponía bravo”, cuenta entre risas.
Su compincheEn el barrio también está Jhonky Muñoz, su amigo de toda la vida. “Somos como doce muchachos que crecimos juntos y aún nos encontramos para reír y pasarla bien. Para mí ‘Wilmita’, así le decimos nosotros, es una gran persona y se merece todo. Lo recuerdo tímido, solo le conocí dos novias y era muy quieto, yo era quien lo llevaba a las fiestas para que bailara y se divirtiera”, recuerda.
Tiene muchas anécdotas, pero se le viene una a la mente. “Nos fuimos un día para la playa sin permiso de nuestros padres, teníamos como 15 años. Estando allá, nos atracaron y quedamos sin nada. La Policía llamó a nuestros papás y fueron a buscarnos y nos regañaron. Wilmar estaba nervioso, tenía miedo”, cuenta.
Barrios es el segundo heroico en ir a un Mundial, el primero fue Wilmer Cabrera en Italia 1990 y Francia 1998.
Las calles destapadas, con malos olores y charcos con barro, la escasez de dinero, las drogas y la intolerancia, no impidieron que fuera una estrella en la escuela local Ciclones y que viajara a Tolima, donde debutó profesionalmente con ese club en 2013, a los 19 años. Luego, en 2016, fue convocado para la Sub 23 de Colombia, que fue a los Olímpicos de Río de Janeiro y meses después lo fichó Boca Juniors, de Argentina. Se convirtió en una estrella internacional, una estrella que esparce luz en los corazones de su gente de ‘La Candela’.
Para llegar a donde está pasó por todo. Seguro pensó alguna vez en abandonar su sueño, y cuando eso sucedía estaban sus familiares y amigos, recordándole de dónde viene.
‘Wilmita’ es ejemplo de lucha.




