La primera vez que Louis Towers, uno de los pioneros de la champeta en Colombia, escuchó la frase ‘champeta sinfónica’, no le dio tantas vueltas y confió en que los dos formatos musicales podían convivir, sin que perdieran su identidad propia. En ese entonces fue invitado a participar en un proyecto junto al maestro Francisco Zumaqué con el acompañamiento de una big band.
Él sentía que esa idea lo perseguía, pues empezó su carrera trabajando con casas disqueras nacionales con las que tuvo la oportunidad de grabar orquestado, a partir de 1988.
Ahora, casi diez años después, hará parte de la obra ‘Picó sinfónico opus 62’, del maestro y compositor cartagenero Francisco ‘Pacho’ Lequerica, para el lanzamiento de la segunda versión del Festival Cultural de Champeta en Cartagena.
“Cantar champeta con una orquesta sinfónica es una experiencia totalmente diferente, en la que hay que adaptarse a otro tipo de acompañamiento orquestado, el cual enriquece nuestra música. Un proyecto de esta envergadura es muy interesante porque es como darle otro carácter a nuestro género”, dice.
“La champeta y la música sinfónica parece ser que llevan peleados toda la vida”, eso cree Lequerica y sugiere que hacer champeta sinfónica “es como hacer un grafiti con pintura al óleo”.
Es una tarea difícil pero con resultados asombrosos. Es deleitante y placentero escuchar a ‘Papoman’ o a Viviano Torres interpretando sus canciones con la melodía de la Sinfónica de Bolívar. Eso que pudo ser inconcebible en otro tiempo, cuando la champeta era mayormente rechazada por la ‘élite’, hoy toma fuerza y entra en armonía para seguir enriqueciendo nuestra música.
“La champeta, que ya cumple casi medio siglo desde sus inicios, pero es un género muy joven, a menudo lo comparo mucho con el tango, que nació en arrabales, que fue despreciado, que fue mal visto y hoy en día... ¿cuánto se paga por una clase de tango? Ahora es una cosa de lo más ‘élite’ y de ‘caché’”, agrega Lequerica.
¿Qué debe sentir un artista sinfónico tocando los sones de la champeta? ¿Cómo se escuchará el violín o el violonchelo, contrapunteando a Paola, de Sayayín? Tal vez para Towers ya sea familiar eso de la ‘champeta sinfónica’, pero para las nuevas generaciones cartageneras que han crecido escuchando a Míster Black, por ejemplo, es algo extraño y curioso que les puede permitir acercarse a la ‘lejana’ música clásica. Es algo nuevo, incluso, para muchos de los artistas de la champeta como Papoman, que se desespera cuando no logra sincronizar su voz a la melodía pero al final refleja un rostro de satisfacción cuando logra lo esperado.
“Si no nos acercamos de esta forma vamos a mantener esa brecha y esas diferencias que le hacen tanto mal a la ciudad… Esta es una música muy bien hecha, desde el punto de vista de la orquestación y de la composición, pero con todo el sabor y el ‘flow’ que debe tener la champeta: el sabor de la calle, el sabor de la plaza. Eso, sumado a la voz de los cantantes que se ven ansiosos, sorprendidos y nerviosos porque nunca se habían enfrentado a una parafernalia tan grande de instrumentos, de director con una batuta y una terminología nueva para ellos. Es bueno para los estudiantes también, tener a sus ídolos de la calle en un escenario académico y ver que su orquesta pueda hacer esas cosas”, añade Germán Céspedes, director de la orquesta Sinfónica de Bolívar.
Para Blas Guzmán, presidente del festival, “la idea es llegar al público que ha sido escéptico y distante a este género porque considera que incita a la violencia. Queremos demostrar a todos que esto no es de estratos, que nos pertenece a todos y que nuestros artistas también tienen talento”.
Y Lequerica encontró en la champeta, esa expresión cultural, con influencias de África, Haití, del soul, que nos caracteriza. En ella encontró también el punto que necesita para educar y crear un público para que su profesión pueda tener arraigo en su ciudad. “Es difícil llegarle a un ‘pelao’ de un barrio de estrato dos o uno y pretender que vayan a apreciar Beethoven de una. Eso no va a pasar así de sencillo porque él está escuchando a Mister, a Twister, inclusive está escuchando cosas que no tienen que ver con lo nuestro. La champeta sinfónica es futuro, porque es la única manera de conjugar la técnica con la espontaneidad, la pasión musical”.
