Por: Sofía Flórez Mendoza
En 1981 la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó sobre la malaria, una enfermedad que estaba acabando con gran parte de la población mundial. Encontrar un camino para frenarla era indispensable y en 1987 parecía haber llegado el día. Tras seis años de investigaciones, el científico colombiano, Manuel Elkin Patarroyo, creó la primera vacuna sintética contra la malaria, llamada SPF-66. Aunque no tenía una alta efectividad en toda la población, fue usada para vacunar gratis a miles de personas como medida preventiva. Desde entonces Patarroyo ha entregado su vida a perfeccionar este gran invento que salvaría la vida de miles.
***Es mediodía pero a los asistentes del salón Arévalo, del Centro de Formación de la Cooperación Española, en Cartagena, parece importarles poco, el hambre no ha llegado a corroer el interés que los trajo hasta aquí. Niños, jóvenes, docentes o simples curiosos aguardan en sus asientos mientras escuchan a Manuel Elkin Patarroyo compartir sus nuevos logros, entre los que está una nueva versión – una mejorada, más efectiva- de la vacuna contra la malaria.
En Colombia la malaria continúa siendo un problema de salud pública, somos el tercer país en Latinoamérica con prevalencia de esta enfermedad, cerca del 85% del territorio rural colombiano tiene condiciones ambientales, climáticas, geográficas y epidemiológicas aptas para transmitirla.
En África el 40% de la población vive con un dólar por día. Por cada mil chicos nacidos se mueren ciento uno y la esperanza de vida en el continente no supera los 46 años. La malaria –una enfermedad relacionada con condiciones de vida precarias- es la cuarta causa de muerte en este continente.
Para quienes tienen comida y ausencia de malaria garantizadas desde la cuna, la mayor preocupación podría ser huir de la contaminación, andar en bicicleta y no pecar en exceso. Para quienes viven en situaciones de riesgo, cualquier hallazgo que asegure o al menos los exima de las estadísticas de mortalidad por esta enfermedad es un alivio.
Por eso a pesar de la hora, Patarroyo no escatima esfuerzos en explicar sus hallazgos. Manuel Elkin tiene setenta y un años, una panza que tal vez no lo deja ver los dedos de los pies y más de treinta años investigando. Para muchos, es el científico de mayor productividad de todos los tiempos en Colombia y ahora promete una eficacia casi del cien por ciento en su nueva vacuna contra la malaria.
***Manuel Elkin Patarroyo nació el 3 de noviembre de 1946, en Ataco, sur del Tolima, y fue el primero de los once hijos de Manuel y Julia, una pareja de campesinos lo suficientemente sabios para motivar a sus hijos a luchar por sus sueños sin importar las circunstancias.De su padre no solo heredó el nombre, sino la competitividad que lo caracteriza; de Julia, su madre, que era maestra de escuela, aprendió a leer, sumar, restar y todo lo que un niño debe saber.
“Nunca fui a la escuela, mi mamá era la que me agarraba por las noches a enseñarme las lecciones, eso fue hasta los diez años cuando nos mudamos a Girardot, imagínese, yo acostumbrado a vivir en las calles del pueblo, montar a caballo, burro, bañándome en las quebradas, robando mangos”, recuerda.
Y entonces cuando su vida era solo andar por las calles haciendo travesuras, su padre, un libro y la curiosidad guiaron su destino y le dieron vocación. Le gusta contarlo así: siempre quiso hacer vacunas como Louis Pasteur, a los 10 años descubrió su verdadera vocación gracias a un cuento que le regaló su papá, en el que decía: Louis Pasteur, descubridor de vacunas y benefactor de la humanidad, y a sus 71 años nada de eso ha cambiado.
“Cuando me regaló el cuento de Pasteur, le pedí más cuentos y él pensó enseguida: ‘Este va como a ser médico’, y me trajo el libro del bacilo de la tuberculosis, luego el de la lepra, luego el que descubrió el mosquito transmisor de la malaria y de ahí en adelante quedé enganchado a estudiar porque me di cuenta de mi ignorancia”.Con 16 años, llegó hasta Bogotá persiguiendo su vocación, en menos de lo esperado comenzó a trabajar en inmunología y virología, especialidades que lo llevaron a convertirse, aún sin tener su título profesional de la Universidad Nacional, en becario de la Fundación y Universidad Rockefeller y de la Universidad de Yale, más tarde del Karolinska Institute y obtener, a lo largo de treinta años, 21 títulos Honoris causa, más premios de los que recuerda y publicar más de tres centenares de artículos científicos.
Patarroyo es director de la Fundación Instituto de Inmunología de Colombia (Fidic), profesor de la Universidad Nacional de Colombia – único cargo que ha tenido -, y desde su hazaña en 1987 trabaja día y noche para perfeccionar la vacuna y ampliar su rango de protección.“La primera vacuna tenía una efectividad del 30 o 40 % solamente, no ha habido nada superior a eso en los últimos 30 años, lo cual mostraba que sí era el camino correcto pero faltaban más fragmentos y eso fue lo que nos motivó a seguir”. Y con “nos motivó a seguir” se refiere a muchos años de esfuerzo luchando contra más de un detractor y hasta con amenazas de muerte.
La controversiaPor varios años él y su equipo de trabajo han sido blanco de fuertes críticas. Pasó rápidamente de héroe de la humanidad a traficante de micos, torturador de animales, arrasador de la selva.
“Hemos tenido inconvenientes con algunos animalistas, que se propusieron boicotear nuestro trabajo porque yo siempre quiero tener el dominio en las patentes de lo que descubra para poder regalarlas, y los intereses alrededor de esto son muchos. Hay que vacunar a tres mil quinientos millones de personas, véndala a diez dólares siquiera, son treinta y cinco mil millones de dólares... Ahora piense que son tres dosis por persona, es un negocio brutal”.
Las primeras denuncias contra el centro de investigación de Patarroyo, que queda en Leticia, se referían al contrabando de monos Aotus nancymaae y Aotus vociferans, supuestamente traídos del Perú, que eran usados para hacer las pruebas de las vacunas. Estas denuncias le costaron cuatro años de trabajo, hasta que en 2015, por ADN, se demostró que tales micos peruanos eran iguales que los colombianos y nunca ocurrió tal tráfico. En 2017, a raíz un programa de televisión nacional, se encendieron nuevamente las alarmas: “Ahora se inventaron que están en vía de extinción, y sepa usted que de esos micos hay veinticuatro por kilómetro cuadrado y el Amazonas tiene 110 mil kilómetros cuadrados nada más en Colombia”, asegura Patarroyo.
Lo cierto es que esa denuncia trajo consigo mil quinientos correos de insultos y ciento diez amenazas de muerte, que lo han llevado a extremar por primera vez las medidas de seguridad de él y su familia.“A mí me queda muy mal ponerme a contradecir, entonces yo espero que la ley y la ciencia desmientan lo que están diciendo pero, mientras tanto, se van comiendo un mundo de tiempo, las nuevas vacunas debieron publicarse una hace cinco años y otra hace tres, y mientras tanto en África se están muriendo 600 mil niños por año de malaria”.
La redenciónSi hay que reconocer una actitud en Manuel Elkin es su disciplina e incansable deseo de hacer las cosas bien, por eso a pesar de las acusaciones, volvió sin quejarse a su laboratorio, ajustó tuercas, y se hizo fundamentalista de la precisión. Durante los cuatro años de cierre de la sede en Leticia, continuó su rutina, desde las tres y media de la mañana está en pie, enciende la cafetera y se preparara para seguir sus investigaciones en la sede principal del Instituto de Inmunología en Bogotá, y más de treinta años después de su gran hazaña está a menos de seis meses de brindar a la humanidad la nueva vacuna.
“Estamos muy próximos a liberar la nueva vacuna contra la malaria de acuerdo con la característica genética de cada individuo, para cubrir la población del mundo: blancos, negros, pigmeos, etcétera. Tiene cerca del cien por ciento de protección, su efectividad es de 96,6 por dos, porque una mata al parásito en forma de larva y la otra mata al parásito en la sangre, será la primera vacuna completa contra una enfermedad”.
“La diferencia con la primera es que esta tiene 24 fragmentos del parásito, la primera solo tenía 4, hemos descubierto que era necesario mezclar un estadio con otro estadio para atacar completamente al parásito”.Aunque el laboratorio de Leticia está nuevamente en pausa, Patarroyo y su equipo tienen todo listo para iniciar en un mes las vacunaciones de humanos en Ghana, Senegal, Angola y Cabo Verde, a solicitud de los gobiernos de esos países. “Serán unas 15.000 personas y estamos seguros de que podremos tener una vacuna totalmente efectiva gracias a los monos Aotus”.
¿Qué hará con la vacuna? ¿La donará como la primera?-Claro, mi única condición es que los resultados queden aquí en Colombia, para demostrar que las cosas se pueden hacer, que no se necesita estar en los grandes centros de investigación del mundo, aquí también se pueden hacer grandes cosas.
Ahora que saldrá la nueva vacuna, ¿queda algo por cumplir?-Yo quiero dejar a la humanidad vacunada contra la malaria, son tres mil quinientos millones de personas, creo que por ahí como hasta los 85 debo haberlo logrado.


