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"Ese diablo al que le llaman tren", historia sobre el riel

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Los vagones pasan ahora por la memoria de las once estaciones perdidas del tren de Cartagena a Calamar. El nieto de Prisciliano Cassiani, que vendía los tiquetes y era el bodeguero del tren de Turbaco, es el otro tren que escribe la historia.

Javier Ortiz Cassiani, un historiador e investigador que cruza los senderos de la memoria y la historia, como un cronista de las sensaciones, sorprende a sus lectores con un libro que es hijo del tiempo: ‘Ese diablo al que le llaman tren’, publicado por el Fondo de Cultura Económica de México, y presentado en la Filbo 2018.

Ese tren es también un homenaje a Carlos Ortiz Sequea, el padre errante, andariego y enamoradizo que ahora es otra forma de la memoria ferroviaria en el cielo, y a Élida Cassiani Sará, de 86 años, lúcida memoria del tren de su corazón.

El libro se gestó en muchos años, como un embrión que empezó como el proyecto ‘Los rumores de la estación’, ganador de una de las becas Héctor Rojas Herazo 2004-2005.

El investigador deambuló por los rieles del tiempo y emprendió la hazaña de buscar a los sobrevivientes del tren en todas las estaciones. Para ello, tuvo el apoyo de jóvenes historiadores como Francisco Flórez Bolívar y Roicer Flórez Bolívar, estudiantes de historia en ese entonces, hoy en día dos destacados historiadores del Caribe colombiano; y de Sandra Berdugo, también estudiante de historia para ese entonces.

“El libro pasó por varias etapas. Es en esencia, una historia de la sensibilidad hacia el ferrocarril, como espacio, territorio, artefacto tecnológico. La historia de los ferrocarriles, a su vez, desnuda los aciertos y dificultades de la política ferroviaria, las fallas estructurales del Estado. El primer ferrocarril se hizo en 1857, en Panamá, cuando pertenecía al Estado colombiano, inspirado por la fiebre del oro de 1849, que incentivó a los norteamericanos a buscar convenios con los colombianos. Esa historia panameña está ligada con Cartagena, porque el ingeniero contratado es Totten, quien había dragado el Canal del Dique y había hechos su primeras esclusas de madera. Muchos cartageneros trabajaron en la construcción del ferrocarril de Panamá.

“Rafael Núñez impulsó los ferrocarriles y vivió y se casó en Panamá con Dolores Moledo. Las fronteras que crea el hombre se vuelven fronteras mentales. Panamá, que era el ombligo del mundo, era territorio codiciado, malsano, inseguro y el ferrocarril fue un referente civilizador. El tren vino a traer un nuevo orden y otra manera de vivir el tiempo. Sin el tren las distancias entre Colón y Panamá, cruzando el río Chagres, eran amplias, y el tren las acortaba.Mucha gente murió haciendo la vía férrea. En Panamá contrataron chinos que, para controlarlos y evitar suicidios, Estados Unidos les distribuía opio. Fueron conejillos del desarrollo moderno. El libro combina historia y memoria por los once pueblos, entre ellos: Calamar, Hatoviejo, Soplaviento, Arenal, Arjona, Turbaco y Cartagena. Nunca me interesó el dato escueto, sino la historia de la sensibilidad en torno al tren. Soy el nieto de un empleado ferroviario. Las fuentes narrativas y literarias son importantes. La percepción cumple un papel importante. Existe una literatura en Europa y América, en la que el tren es protagonista. Los escritos de Aníbal Galindo, Salvador Camacho Roldán y Rafael Núñez, fueron útiles para esa reconstrucción de la memoria, al igual que el libro ‘Historia ambiental del Bajo Magdalena’, de Alfredo Molano”.

Nostalgia de rieles

El río Magdalena fue la principal vía para conectar a todo el país, pero cuando se inició el auge de construcción de las carreteras y la inversión en el vehículo automotriz, disminuyó el papel protagónico del ferrocarril. El Estado no vio rentable el ferrocarril, que fue relegándose a un elemento de la nostalgia.En los años sesenta el Expreso del Sol, que conectaba a Bogotá con el Caribe, fue un proyecto tardío. Y el tren se convirtió en un ícono de la memoria. El escritor Roberto Burgos Cantor, en su novela ‘El patio de los vientos perdidos’, reconstruye el ferrocarril de Cartagena a Calamar. García Márquez dice: ‘Ahí viene un monstruo: una cocina arrastrando un pueblo’.

Las voces del tren en el libro de Javier Ortiz Cassiani

"Enrique Almanza dice que el tren fue la ruina para el ganado de Soplaviento.

Aquí casi todo el mundo tenía sus ocho, diez vacas, porque existían playas. Existía la playa de Jorrito y la playa de la Anchura. El ganado en el verano comía en esas playas; pero cuando llegaba la creciente de cada año, el ganado se venía buscando el seco para la orilla de la línea, en el terraplén. Así que cuando pasaba el tren mataba las vacas.

La máquina que corría con más cuidado era la que conducía Eduviguen Villarreal, ese tipo nunca hizo daño; pero había otro, un tal John, que era mezclado americano con inglés, y ese mataba vacas cada rato.

….

El ferrocarril y el desarrollo de Calamar dieron inicio a las academias de baile, aquí existían más de treinta academias de baile que se abrían los sábados y domingos con orquestas en vivo y todas se llenaban. De Cartagena venían personajes de la alta aristocracia cartagenera a bailar los fines de año, yo estaba pelao pero me acuerdo.

Yo me iba con varios muchachos, con el chino Juan que era un pelotero famoso aquí, jugador de béisbol, con Juampe, pelotero también, con el Toro Flórez. Nos íbamos desde el campo de La Matuna hasta donde estaba la puerta del taller del ferrocarril, y cuando pasaba el tren nos veníamos atrás para coger chance hasta la estación. A veces nos echaban agua caliente, pero uno muchacho es malo. En esos tiempos existía la Policía Municipal, eran quienes nos correteaban; ellos usaban unos pantalones verde claro, largos. Les llamábamos aquí “la policía de cartón”, yo no sé por qué, pero así les decía la gente. Me chupé varias limpias de mi mamá por eso, porque había un agente de policía que vivió por ahí cerca donde yo vivía y le ponía las quejas a mi mamá: “Allá vi a tu hijo que venía enganchado en el tren”, y me pegaban mis limpias".

(Tomado del libro "Ese diablo al que le llaman tren", de Javier Ortiz Cassiani, publicado por el Fondo de Cultura Económica de México).

Javier Ortiz Cassiani cuando concedía la entrevista a El Universal. Detrás, el busto de García Márquez, realizado por Óscar Noriega. Maruja Parra-El Universal
Javier Ortiz Cassiani cuando concedía la entrevista a El Universal. Detrás, el busto de García Márquez, realizado por Óscar Noriega. Maruja Parra-El Universal
Javier Ortiz Cassiani ha escrito un libro formidable sobre la historia del ferrocarril de Cartagena.Calamar. Maruja Parra
Javier Ortiz Cassiani ha escrito un libro formidable sobre la historia del ferrocarril de Cartagena.Calamar. Maruja Parra
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