Jeimy Bula TurizoEspecial para El Universal
Los zapatos, lo más importante aquí son los zapatos. Hoy es domingo, día de trabajar, y la mañana empieza bien temprano para José Cortés. Son las cuatro de la madrugada y él ya está listo para salir de casa a sudársela, pero antes: los zapatos. No sabe cómo lo va a tratar el clima -nadie lo sabe-, pero, si tiene unos buenos y cómodos tenis o alpargatas va a estar preparado para las que sea, aunque llueva o haga un calor infernal… Hay quienes no salen a trabajar sin la bendición, José no sale sin antes revisar que sus zapatos estén listos y aguanten el trote. José es carretillero.
Es cartagenero, tiene 32 años y vive en el barrio La Candelaria. Me dice que este año ha botado dos pares de zapatos, por eso mira que los nuevos “no lo vayan a dejar en la calle”, pero ojo, no es que no compre unos de “calidad”, quizás se dañan porque él y su carretilla recorren diariamente más 5 kilómetros entre tierra, cemento y, cuando no tiene suerte, agua.
Ahora el reloj marca las cinco, llega al mercado de Bazurto y repite la misma rutina de hace 16 años, cuando decidió ser carretillero: busca los mejores productos para sus “case” (caseras), como él llama a sus clientas. A eso de las 6:20 de la mañana, ya tiene 300 plátanos, 28 papayas, 10 kilos de ñame, 40 de yuca y un sol cartagenero calentándole la espalda; ya ha sudado más que cualquiera en un gimnasio y apenas empieza su recorrido, que lo llevará a cinco barrios de la ciudad.
Empieza a empujar la carretilla desde la Avenida del Lago con más de 400 productos, de su boca solo salen suspiros. Luego de caminar un kilómetro más 400 metros, por fin llega a la casa de la primera “case”, queda en el barrio Danubio en un callejón sin salida. Aquí reina el silencio hasta que Carlos abre la boca y grita: “¡Hay papaya, a mil la papaya! ¡Plátano, a mil la mano!” Él se pasea de un lado a otro, mientras su carretilla queda en la mitad de la calle. Poco a poco van saliendo las caseras, algunas dicen: “Lo mismo de siempre”, otras preguntan: “¿Y esa yuca sí está buena?”, él, como buen comerciante, responde: “se cocina sola”.
Nunca ha tomado una clase de mercadeo, o atención al cliente, pero vaya que sabe aclarar las dudas de las “caseras”.
El Lago quedó atrás, ahora va por la Avenida del Bosque y para a desayunar en una esquina de fritos con siete carretilleros más, y ya con la barriga llena sigue su recorrido por la Avenida Crisanto Luque, hasta llegar al barrio Marión, ya muchos le habían comprado el día anterior y por eso solo lo saludan. Él sigue entrando de calle en calle y gritando: “¡Oye, hay yuca buena, yuca instantánea!”, y así pasa por el barrio Buena Vista, ya ha recorrido 2,9 kilómetros, pero todavía no se le nota: José sigue sonriendo, está con el mismo entusiasmo que le da para cantar y bailar las canciones que va escuchando en cada casa… ¿Ya ve por qué los zapatos son tan importantes?
El tiempo pasa y ya ha caminado 3,9 kilómetros, llega al barrio San Isidro y ahora se ‘hidrata’ por segunda vez con un tinto que le da una ‘casera’. José ‘estaciona’ un momento su carretilla al pie de una loma, pues es difícil subir con ella y los casi 300 productos que contiene, prefiere caminar solo y pararse en la cima a pregonar: “¡Hay papaya, a mil la papaya! ¡Plátano, a mil la mano!”, las ‘caseras’ lo escuchan y le piden yuca, él baja rápidamente a buscar su producto y sube con la misma celeridad a llevar el pedido.
En el barrio Nuevo Bosque no solo le compran en casas, las tiendas de los barrios también aprovechan para surtirse, con la ‘yuca instantánea’, como él la llama. Ya lleva 5,4 kilómetros de caminata, esto es lo que ha recorrido durante 16 años. Esperen… en realidad la mayoría de los carretilleros se devuelve por las mismas calles por donde pasaron, en algunas ocasiones a recoger vueltos o a vender lo que les faltó y Cortés no es la excepción. Saquen las cuentas, que los famosos 10 k de Cartagena José los camina todos los días en algunas calles de nuestra Cartagena desde hace 16 años.






