“¡Cuidado y tú me tomas fotos! Yo no puedo salir así, espera y me cambio”, le advierte enérgica al reportero gráfico que alista cámara y flash. Entra al confín de su habitación, curucutea en el escaparate y, minutos más tarde, sale con labios rojos, colorete, collar blanco, turbante y su vestido amarillo de cantadora.
Ese mismo traje lo luce en la foto de un inmenso afiche colgado en mitad de esta sala humilde, recuerdo de uno de los tantos homenajes al talento que escapa de su boca cada vez que canta. “A mi mamá le gustaba cantar como yo, haciendo oficio, pero de mi familia nadie era cantante”, me dice riendo a carcajadas. Esa señora negra de sonrisa coqueta y voz de mando templada es Isolina León Blanco o, como ella misma dice: “la famosa Tranca”.
El diccionario de la Real Academia Española dice que la tranca es un palo grueso que se pone para mayor seguridad, a manera de puntal o atravesado, detrás de una puerta o ventana cerrada o se refiere a una persona excesivamente puntillosa y meticulosa. Pero es también el nombre de la canción de Luis Guillermo Ríos con la que Isolina incursionó en el mundo musical, a sus 51 años. Es un himno festivo que de seguro usted habrá escuchado: “Esta es la tranca, que prende, el carnaval, noviembre/Qué muchacha tan coqueta bailando nunca se cansa/Gozando el disco de la fiesta que ahora lo llaman la tranca (bis)”.
¿Quién lleva los pantalones en su casa?-Bueno, casi siempre soy yo, porque los hombres son a veces como sin pensamiento, que si se ganan el día no saben en qué distribuirlo. Yo soy la que llevo la batuta en este mocho de rancho. Si es de ir al monte, voy, corto leña, traigo carga, no le digo que esta mañana me fui con el marido mío y trajimos maíz verde, hicimos mazamorra, comimos con eso, porque siempre el campesino vive del campo.
El patio de Isolina, en la calle Corea, de Gamero (corregimiento de Mahates), es una fresca choza de palma, con hamacas y una mesa de palo donde todo el día se juega dominó. Es un juego familiar en el que no se apuesta. “Eso no. Mi único vicio es el cigarrillo y eso, uno o dos al día. No más. Me dicen que lo deje porque me va a dañar los pulmones pero de algo hay que morir”, asegura.
Del zarzo cuelgan perendengues y unas jaulas de pericos siempre activos. Afuera del bohío, un humo negro sale de dos hogueras vivas de hojas secas que ella acaba de barrer con una escoba de palitos. “A mí me gusta es estar haciendo oficios más bien de hombres y del campo. Nunca me quedo quieta”, me dice.
Y es que inquieta era desde pequeña, por lo menos en lo musical. Eso cuenta sobre cuando empezó a cantar. Al lado de su casa existía una cantina donde tocaba el picó ‘Qué dilema’, cuya música se colaba hasta su cuarto. Ella se desvelaba cada vez que sonaba un disco nuevo. “Digamos que no me dormía hasta aprendérmelo completo”.
Además, estudiaba cantando. “Yo canto porque me ha gustado hacerlo toda la vida, pero nunca he ido a una academia o a una universidad. Iba al colegio cantando, había una maestra que se llamaba María Hernández de Atencio, le decían la ‘tía Mayo’, siempre me preguntaba que cómo yo me podía aprender una lección cantando, yo le contestaba: ‘tía Mayo, es que si yo no la canto, no me la aprendo’”, me cuenta.
Dedicada al campo, a los oficios domésticos y a sus cinco hijos siempre, hasta más de medio siglo de vida, su talento se mantuvo anónimo, pero un día resonó en las calles de Gamero. “Yo trabajaba en casa de familia, me fui a Venezuela del 77 hasta el 89, estuve por allá, buscando nuevos horizontes. Cuando Chávez le dio el golpe de estado a Carlos Andrés Pérez, ya yo me había venido a sentar aquí, a mi casa. A lavar en el puerto, planchar, a pilar arroz para ganarme el sustento de mis hijos. Mis patronas me decían: ‘Iso, ustede si tiene una voz bonita, parece la Negra Grande de Colombia’. Yo respondía: y fijése, mire donde estoy, limpiando los pisos a usted, lavando y planchando”.
¿Cómo comenzó en eso de ser cantante?-Wady Bedrán, él es ahora mi mentor, por casualidad me oyó cantar aquí con los muchachos, los Soneros de Gamero, y me mandó a practicar, pero la garganta nunca me daba para cantar algún tema de Irene Martínez. Un día me mandó a llamar a las 9 de la mañana a su casa, me preguntó que si sabía leer, le respondí que un poquito y me enseñó un tema.
En la tarde, cuando le dije que ya me regresaba para mi casa, él me respondió que no podía irme porque íbamos a grabar. Yo le dije: “tú no me avisaste eso, yo nada más que traje la ropa que tengo puesta y la misma pantaleta”. A las 6:30 de la tarde salimos para el estudio de grabación y por medio de William Hincapié, grabamos ‘La Tranca’. No me dieron nervios ni nada de eso.
¿Esperó que tuviera tanto éxito?-Yo sabía que sí iba a pegar, porque ese camino lo dejó abierto Irene Martínez, yo grabé con los Soneros de Gamero que eran los que tocaban con Irene. Por eso es que digo que eso se pegó. Para poder ser hoy lo que soy, Irene me abrió el camino.La canción se grabó el 11 de septiembre de 1999 y en noviembre de ese mismo año se popularizó en la radio y las calles de Cartagena. “El primer baile que hice fue en Las Palmeras, con Lidio García. El siguiente año grabé ‘El tún tún’. Ese que uno toca la puerta: tún tún, ¿quién es? ¡Ay!, quién más que tu marido. Tún tún, ¿quién es? Mi marido está en la fiesta. Tún tún, ¿quién es? Está borracho perdido, por favor abre la puerta. Abre la puerta corazón que tu marido ya llegó”.
A sus 68 años, Isolina sigue siendo la misma mujer espontánea, cálida y hogareña que ama por igual cantar vallenatos, boleros y música folclórica. Vive rodeada de sus nietos y familiares. “Yo digo para mí que cargo un disfraz, cuando me bajo de la tarima, que me quito todos los atuendos y nadie me conoce, no saben que yo soy la famosa Tranca, que tiene tanto éxito en noviembre y en carnavales, me gusta estar desapercibida. Vivo de los bailes que hago, el año pasado me homenajearon en el Centro de Convenciones, dizque la reina del carnaval. Yo lavo, plancho, cocino, todo eso lo hago, a pesar de que tengo un título, el título de la Tranca”, concluye.

