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Pedro Romero, el héroe sin rostro

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Pedro Romero es el único héroe de la Independencia de Cartagena que no tiene un rostro visible.

Pedro está enterrado en la iglesia de Santo Toribio. Fue uno de los pensadores y artífices de la Independencia de Cartagena, pero no aparece firmando el  Acta de Independencia de Cartagena en noviembre 11 de 1811. Su único retrato borroso y manchado por el tiempo, que conservaba entre sus tesoros, el historiador Donaldo Bossa Herazo, se ha ido borrando. Durante muchos años hubo un busto mutilado que simulaba ser Pedro Romero en la Plaza de la Trinidad, forjado por el escultor Héctor Lombana.

Como el escultor no tuvo retratos ni señales de su rostro, le propuso a Alejandro Obregón que posara. Así que el Romero al que se le colocaron muchas ofrendas florales, no era Pedro sino Obregón. Hasta que un día de euforia de identidad, el poeta Pedro Blas clamó que esa escultura  había que derribarla, y no había terminado de decirlo, cuando ya la gente se le encaminó a la mole de piedra de Pedro.  

Romero es el único héroe al que le han inventado rostros de tanto olvidarlo y suplantarlo. Hubo en los años ochenta una recolecta de llaves para hacer un busto de bronce del héroe, como si Pedro Romero no mereciera un monumento digno de su aporte histórico. En el vacío del busto derribado, se instauraron unas esculturas famélicas de los supuestos lanceros y del imaginado Pedro Romero con el puño en el aire.

Hace seis años, sus vecinos de Getsemaní, para celebrar doscientos años de la Independencia, intentaron recrear su silueta entre los muros, y también la desidia humana, lo borró con las lluvias horizontales  de octubre.

Se sabe que Pedro Romero era herrero, mulato, un maestro del taller de La Maestranza en el Arsenal, que armaba un cañón, fundía una campana y armaba un barco. Era de la confianza del virrey y apreciado por su alta calidad como herrero en Cartagena. Llegó a tener muchas propiedades en el Centro histórico. No solo la casa donde vivió en la Calle Larga.  Su hijo Mauricio era dueño de 34 locales en el Portal del Puente, y un número de esclavizados que laboraban en sus casas. ¿Cómo se comprende que  un líder de la independencia tenga esclavos en casa?

Pidió permiso al rey para que se le permitiera que su hijo Mauricio José Romero Domínguez estudiara Leyes en Santa Fe de Bogotá, en una época en que se le prohibía a los negros y mulatos estudiar en las universidades.

La petición ante las autoridades de Madrid la hizo en 1810,  En esa carta, Pedro Romero,  escribe con su puño y letra  ser “natural de Cartagena de Indias”. Este hallazgo es del historiador Sergio Paolo Solano Aguas, quien en 2016, luego de una pesquisa de muchos años, concluyó que Pedro Romero no era cubano sino cartagenero. Y lo demostró con documentos en mano.

La carta de Pedro Romero data del 6 de agosto de 1810,  y se puede leer en el Archivo General de la Marina “Álvaro Bazán” de España.

Siempre se dijo que Pedro Romero era de Matanzas, Cuba. Pero en Matanzas, los archivos parroquiales y notariales, que hubieran podido ser útiles para armar el rompecabezas, se quemaron a mediados del siglo XIX. Los historiadores matanceros no tenían mayor información sobre el célebre líder de la Independencia de Cartagena. No hay familiares de apellido Romero en la ciudad de Matanzas, que pudieran aportar a esa búsqueda. Si Pedro Romero hubiera nacido en Matanzas, toda su vida prácticamente se forjó en Cartagena. El nombre de Romero irrumpe desde temprano entre nosotros. ¿Por qué un equívoco histórico de dos siglos en Cartagena?

Lo del apelativo de matancero, según Sergio Paolo Solano, provino por una misión encomendada por el gobierno local a Pedro Romero, en una aparente escasez de carne, y lo eligieron para inventariar entre sus vecinos de Getsemaní, qué familias tenía criadero de puercos en sus patios. Todos los cerdos fueron decomisados. Los vecinos de Romero cuando lo veían llegar decían irónicamente_“Ahí viene el matancero”. El que ordenaría el decomiso de los cerdos del barrio. Misión ingrata.

La familia de RomeroSergio Paolo dice que una de las primeras claves para armar el rompecabezas de Pedro Romero, fue el folio 126 del censo de 1777 del barrio de Getsemaní. Allí en ese documento encontró con una lupa en mano, que en “la manzana No. 20, de Nuestra Señora del Buen Camino (ubicada entre la Plaza del Matadero -actual avenida Daniel Lemaitre-, Calle de la Magdalena y Calle de Troncoso -actual Tripita y Media), se registra a la familia Romero Porras formada por Andrés Romero (49 años, oficio “de la mar”), casado con María Porras (48 años)”.

Allí el primer dato clarificador: la familia Porras tenía ocho hijos:

Pedro (21 años, soltero, herrero); Petrona (19 años, soltera); Augusta o Agustina (17 años, soltera); Marcelina (13 años, doncella); Andrea (10 años); Melchora (8 años); Andrea (6 años); y María (5 años)”. Los historiadores a lo largo del siglo XX, habían dicho hasta el cansancio que Romero   arribaba de Cuba, casado, acompañado por sus hijas. “En el censo de los artesanos del barrio de Santa Catalina (cerca de la Catedral), en 1780, aparece Pedro Romero (24 años de edad) como pardo, miliciano, casado, y con su taller en una accesoria situada la callecita de Nuestra Señora de la Amargura”.

Los investigadores habían privilegiado indagar en Cuba y no en Cartagena, sobre los orígenes del artífice de los Lanceros de Getsemaní. Si jamás se encontró un documento que probara que había nacido en Cuba, los documentos de Cartagena cobraron una importancia primordial en esta búsqueda. Los familiares de Donaldo Bossa Herazo dicen poseer un rosario de la Virgen de las Mercedes que perteneció a Pedro Romero, en su fuga a Los Caños, Haití, en la noche del 6 de diciembre de 1815, bajo el Sitio de Morillo a Cartagena.

Las casas de Romero fueron saqueadas y tomadas por Pablo Morillo. Romero, sin fuerzas, luego de defender la ciudad ante la amenaza del sitiador, murió de inanición al llegar a la isla.

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