Digamos que a ‘Brazo de Pitillo’ lo apodaban así por la delgadez exagerada en sus extremidades, lo más parecidas a unos pitillos. Que a ‘Chino Maldad’, quizá lo bautizaron con ese alias por el temor que infundía en las faldas de La Popa.
Y que el remoquete de ‘la Chacha’ lo lleva una mujer escasa de miedo, a quien atraparon con 7 mil dosis de drogas, en alguna vivienda de la ‘otra’ Cartagena.
Qué decir sobre Gustavo, un delincuente con prontuario amplio y tendido, condenado a 126 meses de prisión por hurto calificado, ¿por qué le dirán alias ‘el Baba’?
Podríamos mencionar también a dos asaltantes que, huyendo de ser ‘pescados’ por la policía, se lanzaron al caño Juan Angola. Más tarde fueron presentados ante la prensa local como alias ‘Bocachico’ y alias ‘Mojarra’. ¿Por qué será?
O podríamos referenciar a los ‘WhatsApp’, una banda desmantelada que robaba smartphones de alta gama. O ‘al Oreja’, ‘el Plátano Amarillo’, ‘el Pantera’, ‘el Casi’, ‘el Perro Viejo’, ‘el Chayan’, ‘el Chepe’, ‘el Chapa Deo’, ‘El Piñita’, ‘el Jopito’, ‘el Verdurita’, ‘Pipilindo’ o ‘el Chacarita’, cada uno con una historia detrás de su sobrenombre.
Este último, ‘el Chacarita’, cuyo nombre verdadero era Alexander, fue dado de baja en La Candelaria, en 2013. Lo de ‘Chacarita’, bien podría obedecer a una característica de sus genitales o a que fuera algo torpe, una ‘chácara’, como dicen por ahí. ¿Pero quién escoge qué alias ponerle a tal malhechor?
Etimológicamente, la palabra alias viene del latín alia nomine cognitu. Significa: ‘conocer con otro nombre como’. En este momento, hay que decirlo, este artículo no es algún tipo de apología, ni mucho menos.
El sociólogo, investigador y docente universitario, Jair Vega, explica que los alias “tienen que ver con el carácter de ilegalidad. En muchos casos, cuando se está actuando al margen de la ley, tener un alias es una manera de no ser identificado, pero eso se une también a unas tradiciones culturales con el hecho de tenerse apodos”.
Es así como, en el argot popular, surgen los alias de ciertos personajes, algunos que incluso llegan a convertirse en ‘mitos’ barriales. Puede que, al ser capturado, las autoridades bauticen al sujeto con algún apodo, ante la imposibilidad de revelar a la opinión pública su verdadera identidad.
Puede que algún rasgo físico, de personalidad o de su mismo accionar, le otorgue al individuo alguna manera de ser llamado. Como por ejemplo, alias ‘Bam Bam’, capturado en el barrio Chiquinquirá, relacionado supuestamente con un homicidio a mano armada.“Del origen como tal, uno no podría decir que hay una manera o procedimiento para poner apodos, a veces un apodo puede surgir desde la forma como te llamaban los padres, hasta un remoquete que te ponen tus amigos y compañeros de andanzas por cualquier circunstancia como, por ejemplo, a este señor ‘Varela’ del ‘Cartel del Valle’, que la gente comenzó a llamar alias ‘Jabón’, porque hay un jabón de esa marca”, comenta Vega.
“Yo conozco a uno que le dicen ‘el Chapa’, porque es dientón y maluco, pero ese no es delincuente. Hay otro, lo llamaban ‘el Corocito’, porque cuando nació era negrito como un corozo. Está el ‘Chico Pecas’, a ese le han dado palizas y por ahí sigue”, cuenta un habitante del suroccidente de Cartagena.
Del estatus...
Hablando un poco más sobre la relevancia de los apodos, el sociólogo Vega precisa que “hay determinados apodos que la gente asume y que pueden considerar estatus, bien sea por las características del apodo, o porque se va asociando con una relación de poder. Entonces, es un apodo al que supongamos la gente le teme, como cuando uno decía el ‘Negro Acacio’, se asocia con una persona de mucho poder”.
Entonces, se puede decir que surgen casos como el de Alexander Rojas Espejo, mejor conocido como ‘Chino Maldad’ o ‘Chino Alex’, quien forjó su fama de delincuente de asalto en asalto en los alrededores de La Popa.
Sin embargo, Vega sugiere que “no por el hecho de que una persona se ponga ‘drácula’ de apodo, inmediatamente le van a tener miedo, eso depende la asociación histórica que se haga con ese apodo”.
“En un barrio popular de Cartagena nos encontramos a un grupo de jóvenes en riesgo que se hacían llamar ‘los Chicos Solos’, porque ninguno tenía novia. O en La Candelaria a ‘los Felipitos’, una pandilla que era comandada por alias ‘Felipito’, que ya lo mataron. Así son muchos, como ‘los del Hoyo’, ‘Los de la 18’, ‘Los Candelos’, que el nombre los identifica con el lugar donde permanecen y donde muchas veces establecen sus líneas imaginarias”, comenta un periodista judicial de la ciudad.
En estos casos, de los jóvenes en riesgo, el investigador precisa que son distintos, pues no se trata de apodos, sino de una etiqueta que se usa para hablar de un grupo social, y que pueden ser inclusive estigmatizantes.
“Existen estudios sobre los jóvenes y sus identidades, y las formas de construir una identidad, sobre todo aquellos que hacen parte de pandillas juveniles que buscan un apodo que proyecte algo más que un nombre, como Juan o Pedro que no dice nada, entonces el mismo alias, puede constituir algo que significa más que un nombre equis que es común en toda la sociedad”.
Sobre los apodos…
Independientemente de si se trata de un alias o no, en palabras del sociólogo Vega, “no hay una fórmula para poner los apodos, pero sí existe una costumbre cultural de aceptar ese apodo.
“En otras culturas puede que la gente tienda a no aceptar que la llamen por un sobrenombre, pero aquí en nuestra cultura, es muy común. Una forma de apodo es cuando uno le apocopan el nombre. Como de Manuel a Mañe”, asegura. Pero cómo llegamos a inventarnos apodos a nuestros amigos y familiares, y estos apodos cómo cobran incluso más relevancia que los nombres originales de las personas.
El sociólogo Vega asegura que, en general, “el origen de los apodos es diverso, pero la cultura tiende a aceptar, tanto el hecho de nombrar, como de dejarse nombrar a través de un apodo. Se da en muchos contextos, eso es común en América Latina, tal vez en otros contextos no sea tan común”.
Entre nosotros los seres humanos, siempre hay gente que acepta los apodos, como ‘el Cole’, le encanta que lo llamen ‘el Cole’. Pero hay ocasiones en los que las personas no les gusta el apodo y no lo asumen como parte de su personalidad”. Y a usted, ¿cómo le dicen?
