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Un restaurante en la cárcel de mujeres

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Hace poco fui a conocer el único restaurante de Cartagena y tal vez, el segundo en el mundo, que está dentro de una cárcel.

Interno abrió sus puertas el pasado 15 de diciembre de 2016, en la Cárcel de Mujeres de San Diego, y funciona por reservas todos los martes hasta el domingo, de 7 a 11 de la noche. Es una iniciativa de la Fundación Teatro Interno que lidera la actriz caleña Johana Bahamón, y que aspira a replicar en 25 cárceles del país, con el objetivo de brindar una segunda oportunidad  a quienes cometieron un error en su vida y fueron arrestados. El restaurante es atendido por veinticinco mujeres que se turnan cada día, de cinco en cinco, entre 170 internas que conforman el penal. En menos de tres meses, fueron capacitadas por los mejores chefs de Colombia e invitados de España, en talleres de servicio al cliente, panadería, huerta, emprendimiento, teatro y biblioteca. La gerente del proyecto es Luz Adriana Díaz, quien es especialista en bebidas y alimentos, y refuerza el trabajo de las internas en todos los frentes, incluido el del restaurante, y atender visitantes extranjeros. Quien abre y cierra el restaurante es uno de los guardias de turno de la cárcel. Pero ya adentro, sentado en el restaurante, nada hace presentir que el largo pasillo de baldosas desgastadas por tantas pisadas inciertas, era uno de los pasajes oscuros y sórdidos donde dormían los gatos de la cárcel, y donde declina el delgado resplandor de las celdas de lo alto, con sus muros manchados por el verdín del tiempo. Las internas se fajaron a limpiar y a pintar los pisos y los muros, y a pintar de rosado por consenso, la puerta alta de seguridad que da a la calle, que era de un gris opresivo. También ellas eligieron el rosado intenso de los turbantes que usan para atender el restaurante, con sus uniformes negros elegantes, que tienen la imagen contrastante de un llave blanca arriba y otra abajo, que significa la llave con la que abrirán un nuevo destino en sus vidas. Pero antes de abrir el restaurante, lo primero que se hizo fue la huerta sembrada de yerbabuena, albahaca y orégano, que abastece al restaurante. La huerta se quedó pequeña en la misma cárcel, y su director Ramiro Cuadro García se le ocurrió solicitar a la gobernación de Bolívar apoyo para tener un área de mayor producción en el Parque Espíritu del Manglar.

“Es la locura más cuerda y bella que ha ocurrido en la ciudad”, le dije a Johana Bahamón, quien tiene 19 tatuajes en su cuerpo para recordar experiencias carcelarias, de entre 4 mil seres humanos presos en todo el país. Y al decir locura, no es gratuito recordar que en ese ámbito de la cárcel de San Diego que en la colonia fue convento de monjas, camposanto, manicomio, escuela de bellas artes, planta eléctrica, universidad de las artes, cárcel, y ahora en medio de todo ese pasado, restaurante. Y a pocos pasos de allí, la huerta silenciosa de las monjas clarisas y el campo de tiro de los jóvenes soldados españoles. Y las sílabas de agua que ascienden arrastradas por el viento hasta las rejas de las internas. Una historia detrás de cada color que despoja el tiempo entre sus muros.

Johana Bahamón conoció In Galera, en Milán, un restaurante atendido por cinco internos de una cárcel. Pero su proyecto humanístico no es solo el restaurante, sino la capacitación integral. Los viejos muros se convirtieron en un inmenso mural de flores púrpuras, azules y rojas. Los cojines son flores pintadas, y los pasillos están decorados con palmeras, espejos, una imagen de la Virgen de Guadalupe, y la música es piano, jazz latino, Cachao López, Rubén González, Buenavista Social Club, entre otros.

Los primeros comensales de Interno fueron el alcalde de Cartagena y el gobernador de Bolívar; Martín, el hijo del presidente Santos, el actor Andrés Cabas, e invitados especiales, pero ya las puertas se abrieron al público. El valor por cada plato es de ochenta mil pesos, con derecho a entrada, plato fuerte y postre, valor de apoyo para el proyecto, cuyo recaudo es destinado a mejorar las condiciones de vida de las internas, compra de elementos de aseo y mantenimiento del penal. Las internas reciben como compensación por cada día de trabajo, un día de reducción de su pena, y una certificación laboral que les permitirá emprender a su salida un proyecto personal.

El caricaturista Vladimir Flórez (Vladdo) estuvo allí el pasado 27 de enero, y pintó detrás de la puerta a Aleida diciendo: “No hay malas oportunidades. Solo malos momentos. Con cariño, para mis amigas de San Diego”.

Un soplo de libertad

“Cuando estoy atendiendo en el restaurante, me olvido que estoy encarcelada”, me dice Noreidys Batista Correa, de 28 años, de San José del Playón, en Maríalabaja, quien en 2016 fue la Reina del Día de las Mercedes. Ahora mientras se acomoda su turbante rosado en su cabello negro y sale a atender a los clientes de este martes, con una sonrisa en los labios, deja de ser la interna que tiene nueve meses de haber perdido la libertad, y es solo ahora la reina de la noche que sueña con salir de la cárcel y hacer su propio restaurante. En nueve meses ha aprendido teatro. Participa en el grupo Develando humanidad, de la Fundación Teatro Interno. Y sueña abrazar asus dos hijos de 10 y 5 años. La vida en el restautrante es un soplo de libertad que empieza a las 7 y culmina a las 11 de la noche. “Después regresamos a la realidad de la celda”.

“Lo mismo me ocurre a mí”, dice Ana García, otra de las internas que atiende en el restaurente de la cárcel. “Me siento libre atendiendo la gente que llega. Estuve un poco nerviosa la primera vez que atendí porque nunca lo había hecho. Y es la mejor oportunidad que se nos ha presentado dentro de la cárcel”.

Junto a Noreidys y Ana, atienden esta noche: Arleth Martínez, Kelly Sánchez y Emilce Yepes. La más veterana de las internas es una mujer de rostro sonreído y cabello plateado: Isabel Bolaños, quien dice que “todo lo imposible se hace posible cuando hay voluntad”, y está feliz porque al penal se le ha creado una biblioteca.

EpílogoLucelys Correa teje su mochila mientras pasan las horas dentro de la cárcel. Con murano y cuerina, hace unas bellísimas mochilas que vende en Interno. La luz de la luna se cuela en el patio de la cárcel. El restaurante está colmado ahora. Un manjar han preparado las internas. Tan rico y exquisito como la esperanza.

Ambiente de Interno, primer restaurante dentro de una cárcel en Cartagena. Nayib Gaviria-El Universal
Ambiente de Interno, primer restaurante dentro de una cárcel en Cartagena. Nayib Gaviria-El Universal
Las internas de la Cárcel de San Diego trabajando en el restaurante Interno. Nayib Gaviria
Las internas de la Cárcel de San Diego trabajando en el restaurante Interno. Nayib Gaviria
Noreidys Batista Correa Julie Parra Benítez
Noreidys Batista Correa Julie Parra Benítez
Interno en la Cárcel de San Diego. Julie Parra Benítez
Interno en la Cárcel de San Diego. Julie Parra Benítez
Noreidys Batista Correa (izquierda), Ana García, Kelly Sánchez y Emilce Yepes, internas de la Cárcel de San Diego que trabajan en el restaurante Interno. Julio Castaño-El Universal
Noreidys Batista Correa (izquierda), Ana García, Kelly Sánchez y Emilce Yepes, internas de la Cárcel de San Diego que trabajan en el restaurante Interno. Julio Castaño-El Universal
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