Son ángeles con patas. No articulan palabras, pero hablan con su mirada, su comportamiento y sus ladridos o maullidos.
En el sector Plan Parejo, en Turbaco, una amplia casa se esconde tras una verja adornada con plantas y se hace notable por los “personajes” que la habitan. Son cerca de 400 vidas hacinadas en aquel lugar donde los animales se sobreponen de la crueldad humana.
Basta con acercarse a un modesto portón verde y ver entre las ranuras para percibir cicatrices que se sanan del maltrato y el desamor. Uno de ellos ladra al sentir a un extraño, el resto le sigue. El sonido se repite como si fuera un eco. Los que pueden se acercan, olfatean y se recuestan en las piernas de las personas en busca de caricias.
La Fundación Ángeles con Patas se inició en 2010 ante la preocupación de un grupo de mujeres que no soportaba ser testigo de la forma en la que vivían muchos perritos en las calles de Cartagena. Sin comer, en medio de la lluvia, el sol y expuestos a accidentes o agresiones. Sin embargo, no dimensionaron el problema: la sobrepoblación de animales callejeros en la ciudad y los aberrantes casos de maltrato hacia estos.
“Empezamos en un pequeño patio del veterinario Ubaldo Puello, en Canapote. La idea era buscar solución a un problema al cual no le imaginábamos la verdadera magnitud... Cuando uno mira el perrito que está en la calle piensa que solo pasa caminando, comiendo basura, desnutrido y cree que con poquito se puede solucionar algo, pero en la medida en que se va metiendo en esto se da cuenta que el problema es mucho más grave. Muchos son abandonados, maltratados y víctimas de barbaridades que uno no imagina”, cuenta Martha Bonilla, directora de la Fundación.
Al principio fueron diez perros, luego la cantidad subió a 20, después a 50, y ya aquel reducido espacio no era suficiente. Intervinieron las autoridades ante las quejas de los vecinos y encontraron la casa en Turbaco en la que hoy conviven 358 perros y 40 gatos, distribuidos en varios patios. Y las quejas no terminan, los nuevos vecinos también se quejan de las pulgas, de los olores y del ruido.
Mientras Martha Bonilla y Sandra Henao hablan sobre la fundación, Cristiano, un perrito que fue arrollado por un vehículo, intenta librarse del ‘collar isabelino’ que le pusieron para evitar que retire el vendaje de una de sus patas. Tania, ‘la reina’ de ese lugar donde nació -y el único que conoce- se infiltra en cada patio para comer el concentrado y el beber el agua de los demás perros.
Cada animalito tiene una historia, algunos son lanzados desde afuera al patio de la fundación, otros los dejan amarrados afuera y, para colmo, según cuentan en la fundación, algunas personas llaman con el fin de “donar” un perrito porque se van a mudar para un apartamento pequeño y no tienen espacio para tenerlo.
“Todos los días decimos que no recibimos un animalito más, pero todos los días hay casos dolorosos: el que atropellaron, el que machetearon, el que golpearon, el que abandonaron, el que violaron, y siempre buscamos la manera de ayudarlos porque no podemos ser indolentes. La Fundación ya no tiene crédito en ninguna parte porque se debe mucho. Muchas veces nos toca pedir asistencia médica veterinaria a título personal para poder salvar a los animales que lo necesiten. Afortunadamente tenemos voluntarios y gente que nos apoya, pero no es suficiente. El Distrito debe intervenir porque esto es de salud pública. Es necesario un programa de esterilización para contrarrestar este problema porque si no se hace nunca va a acabar y cada día habrá más perros y gatos abandonados”, sentencia Henao.
“Hemos crecido en problemas, con carencia de recursos pero definitivamente no podemos abandonar esta labor. Gracias Dios contamos con personas de buen corazón y con el doctor Jairo Angulo, que es como ángel para la fundación que atiende muchos casos a muy bajo costo”, agrega Martha.
Y este día, como quizá muchos más, alguien llama al teléfono de la directora para avisarle que dejaron tirado un perro en muy mal estado en Cartagena. Necesita ayuda urgente y deben conseguir al menos un vehículo para transportarlo a una clínica veterinaria, luego toca pensar en los gastos de la atención médica y las medicinas. Ella entra y sale de la pequeña sala de curaciones mientras hace la gestión vía telefónica y tras ella va Loli, una perra que rescató. No se le despega ni por un minuto y toca la puerta cuantas veces sea necesario para seguir cada paso de su “mamá” adoptiva.
“Lo único que tenemos es amor y deseos, pero con eso no le damos de comer a los animales, ellos necesitan mucha ayuda y nosotros necesitamos que el gobierno, llámese Dadis, Alcaldía o Gobernación, intervenga porque nosotros no damos para más. Esto no es de once personas, esto es de una ciudad”, concluye Sandra.
El sueño de estas voluntarias y defensoras de animales es ver una ciudad comprometid a y tener un espacio más grande y apropiado para que estos ángeles con patas puedan correr, ladrar y maullar sin ser rechazados ni maltratados.
SOBREPOBLACIÓN DE PERROS Y GATOS
Según la última estadística de la Universidad de Ciencias Aplicadas y Ambientales (UNCA), realizada en el 2014, unos 300 mil perros y gatos viven en las calles de La Heroica. Las fundaciones argumentan que se debe esterilizar para contrarrestar el problema y que el Dadis les prohíbe practicar este tipo de procedimientos. La entidad afirma que no se ha opuesto pero sí pide que cumplan con todos los parámetros que establece el Ministerio de Salud. (Lea también: Sobrepoblación de perros y gatos, un tema que el Distrito no ha podido controlar)
Hace unos días, el gobernador de Bolívar, Dumek Turbay, dejó clara la intención de destinar recursos para construir un centro de bienestar animal en el departamento.
*Quienes deseen colaborar pueden llamar a los teléfonos 300 814 7449 o 320 559 1708.
