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Bayunquera de oro en Toronto

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Hace unas semanas los medios de comunicación abrían sus ediciones con una noticia que llenaba de orgullo al país: la cartagenera Rusmeris Villar se alzó con la medalla de oro en los 56 kilos femeninos en los Juegos Panamericanos de Toronto.

Sin embargo, Rusmeris, una bayunquera que pasó su niñez a pie descalzo y jugando bolita de uñita con sus amigos, no entendía cuál era el alboroto.

Para ella, levantar pesas, más que un deporte para conseguir triunfos, es la forma natural que aprendió para gastarse la vida y disfrutarla al máximo.

No hace nada distinto a entrenar todos los días, en dos jornadas, en el Coliseo Chico de Hierro. Entrevistarla es facilísimo: usted se va hasta el coliseo y muy seguramente, como en mi caso, la encontrará levantando unas pesas gigantes. Son tan enormes que parece que en cualquier momento se fuera a ir para atrás.

Aunque tiene una personalidad muy serena, al punto que ni siquiera se siente cuando llega al gimnasio, todos la notan. Es tan fuerte, tan segura, tan perfeccionista en sus movimientos.

Tiene 31 años, pero aparenta 24. A primera vista, da la impresión de ser una mujer tosca, cerrada y difícil de abordar. Pero una vez te acercas, es delicada, conversadora y súper dulce.

Logré contarle cuatro tatuajes: unas estrellas en el cuello, un Corazón de Jesús en la espalda, algo que se parece a un tribal en el tobillo y la inicial de su nombre en la mano.

Tiene una sonrisa amplia, dientes grandes y se tapa la cara cuando se siente apenada. Está lejos de parecer la chica ruda que levantó 201 kilos, 86 en arranque, y 115 en envión, hace unos días en Toronto.

Nació en Bayunca, uno de los corregimientos más vulnerables de Bolívar. Recuerda que le encantaba jugar bolita de uña con sus amiguitos de la cuadra. Era tremendamente buena. Tanto, que los niños, fastidiados de perder sus bolitas, ya no la dejaban jugar.

“Uff, hasta bolita de uñita jugué. Los pelaítos ya no querían jugar conmigo, porque siempre les ganaba y les tocaba entregarme todas sus bolitas”, dice riéndose.

Detestaba ir al colegio. La única materia en la que le iba bien era, evidentemente, Educación Física. Jugaba todos los deportes. El problema era mantenerse concentrada en el salón de clases; y, eso, si se dejaba capturar por su mamá.

“Soy bayunquera. En mi infancia fui muy rebelde. Mi mamá me pegaba mucho, porque no hacía caso. Me correteaban para ir al colegio. Odiaba ir a clases”, cuenta.

Después que terminó el bachillerato se puso a practicar atletismo. La primera carrera le bastó para darse cuenta de que eso no era lo suyo. Se cansó minutos después de empezar la competencia. Probó entonces con el lanzamiento de disco, pero tampoco estaba segura de que era realmente lo suyo.

Alfredo Obyrne, quien aún es su entrenador, la motivó a que aprendiera la técnica del levantamiento de pesas. Tenía solo 14 años.

La primera vez que llegó a Cartagena a entrenar, la barra le cayó en el tobillo. El impacto fue tan doloroso que se prometió no volver a levantar una pesa más.

Sin embargo, su entrenador veía algo especial en ella, sabía que tenía talento. Fue hasta su casa en Bayunca y le dijo que le diera una segunda oportunidad, que estaba seguro que tenía potencial para las pesas.

“Volví y clasifiqué en unos juegos intercolegiados en Bogotá. Ahí gané tres medallas de oro, suficiente motivo para quedarme en las pesas”.

Levantando pesas ha sufrido cualquier cantidad de accidentes: una vez, en unos Juegos Panamericanos en Cali, perdió el equilibrio y se fue para atrás con todo y barra, además de las incontables veces que le ha caído la barra en el cuello. Ese golpe es el que más le duele.

Ya son 18 años en esta disciplina. Una de las anécdotas más inolvidables le ocurrió en un mundial en República Checa.

Apenas llegó al país europeo comenzó a sentirse mal. El malestar terminó en una inflamación de colón. Duró 3 días hospitalizada. Cuando salió de la clínica tuvo una charla con su entrenador:

-No vas a competir- dijo enérgico el hombre.-Llegué hasta acá fue para eso, y sí voy a salir.

La rebeldía surtió efecto y la bayunquera se ganó la medalla de oro en su división: “Lo sufrido llegó con alegría”, expresa.

De Bayunca para el mundo

Desde febrero venía preparándose más intensamente para los Juegos Panamericanos de Toronto 2015. Ya había estudiado bien a sus contrincantes más fuertes: la representante de Venezuela y la de República Dominicana.

Esta última quedó eliminada en la modalidad de arranque. Pero la otra, la de Venezuela, le sacó seis kilos de diferencia.

“En ese momento me vi perdida en la competencia, porque me sacaron muchos kilos, pero dije: ‘si lo mío es el envión, tengo que meterle todo el peso. Voy por el oro’”.En esos minutos previos sintió un silencio absoluto en el escenario. Solo pensaba en ganar. En sus términos, “le metió toda”, y en el segundo intento consiguió la medalla de oro.

“Me puse a llorar de la felicidad. Nunca había sido campeona de los Juegos Panamericanos. Una vez quedé de segunda, pero en Río de Janeiro. Los siguientes cuatro años no pude ir porque estaba lesionada y me la pasaba con dolores en los hombros y en las rodillas. También tuve roces con otro entrenador. Este era mi momento”.

Se siente orgullosa en especial de este logro, porque solo participar en unos Juegos Olímpicos ya es bastante difícil: solo abren cuatro cupos para mujeres, y hay mucho talento femenino en esta disciplina en el país.

Ahora se prepara para los Juegos Nacionales, en octubre; y para el Mundial en Houston, en noviembre. A largo plazo aspira a ganar en su división en los Juegos Olímpicos.

“Ya tengo medalla bolivariana, suramericana, centroamericana y juegos panamericanos. Sólo falta la medalla olímpica. Voy con toda por ella”.

Rusmeris sueña ahora con la medalla olímpica. Fotos: Aroldo Mestre/ El Universal/
Rusmeris sueña ahora con la medalla olímpica. Fotos: Aroldo Mestre/ El Universal/
Es bayunquera.
Es bayunquera.
Se alzó con la medalla de oro en los 56 kilos femeninos en los Juegos Panamericanos de Toronto.
Se alzó con la medalla de oro en los 56 kilos femeninos en los Juegos Panamericanos de Toronto.
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