El anuncio del clasificado decía: “Se arrienda apartaestudio sobre la Avenida Pedro de Heredia, frente al centro comercial Los Ejecutivos. Una habitación, sala amplia de labores, baño y cocina. Buenos acabados. $600.000”. Suena bien, ¿cierto?
La realidad: cuchitril sobre la Avenida Pedro de Heredia, al lado de un estanco nocturno. Minúsculo cuarto, baño y cocina. Lo de la sala de labores...aún no estoy segura.
No bastando el panorama tan desalentador, había un olor insoportable a humedad, el techo parecía de paja y, de algún lugar, apareció algo que a primera vista parecía una mariposa negra. Pero en realidad era algo peor: un murciélago.
“Se arrienda apartaestudio recién remodelado. Barrio San Fernando, ubicación central. 800.000 mil pesos. No incluye servicios”.
La realidad: se arrienda pasillo en el barrio San Fernando. Microscópico baño y cocina. No tiene patio. El cuarto puede quedar en cualquier parte. Depende de usted.
El resto de apartamentos recorridos, principalmente los del sector La Castellana, cumplían con los mínimos que se requieren para una vivienda digna, pero los precios se salían del presupuesto de cualquier ciudadano promedio.
Mudarse en Cartagena, mientras no sea a casa propia, puede resultar una verdadera molestia: precios desmesurados, inmuebles en malas condiciones, servicios altísimos, trabas, papeleos, burocracia y negligencia en las inmobiliarias. Ni hablar de las empresas de mudanzas: cobran valores exagerados por un servicio, que muchas veces no es el mejor. Si no, que lo diga William Oyola, quien contrató el servicio de una de esas empresas para que lo trasladaran del barrio El Campestre al Pie de la Popa.
Cuenta que el personal que atendió su solicitud fue demasiado amable y gentil. Parecían una organización muy seria. El trasteo se realizaría un sábado en la mañana. Ese día madrugaron para desmontar camas, muebles, closet, televisores.
Para que la mudanza resultara más rápida, sacaron los artículos a la terraza. Durante la mañana la empresa seguía comunicándose con ellos, para que no se desesperaran.
“Cuando ya eran como las 4 de la tarde, me empecé a preocupar. A esa hora me llamó una señora para decirme que no iban a llegar, porque tenían un trabajador incapacitado. ¿Puedes creer? Discutí con la mujer, pero al final nos tocó dormir en el piso”, dice enojado.
El caso de Adolfo Sepúlveda también tuvo que ver con el personal de mudanza. Pero a él sí le cumplieron con todo. El problema fue más fortuito.
En sus ratos libres coleccionaba fotografías de traseros de mujeres de todas las etnias y nacionalidad. Creó, en sus términos, una “nalgoteca” de chicas blancas, negras, trigueñas. En fin...
Dicha compilación la guardaba clandestinamente. El día del trasteo se aseguró de ponerla en una caja en un lugar estratégico del camión, con el fin de que su esposa jamás la viera.
Cuando iban en el camión, este pegó un frenón en seco y la caja se cayó. Por todo el lugar salieron volando los recortes de los múltiples traseros que tanto había guardado.
“Me sentí descubierto. Mi mujer discutió conmigo y me reclamó ofuscada. Eso generó un conflicto conyugal enorme. Mi esposa me tildó de pornográfico frente a todos, y yo lo veía como algo más artístico”, dice, y se rasca la frente.
AL NIÑO MALO SÍ LE PASAN VAINASSi usted se va a mudar tiene distintos caminos: llamar a una empresa de mudanza formalmente establecida en el mercado o llegar directo al Parque del Centenario y contratar un camión. Si opta por lo segundo, es posible que se ahorre unos pesos. Eso sí: todo, pero todo, puede pasar con la mercancía.
Luis Carlos Pombo, de 48 años, más conocido como Luis K, lleva más de la mitad de su vida haciendo viajes. Su camión se llama “El 800”, porque ese el número de su placa. Es de color rojo Ferrari, para no pasar desapercibido. Es de los pocos ahí que tienen su vehículo. Por eso, goza de cierto estatus dentro del gremio.
Llega todos los días a las 6 de la mañana y se va cerca de las 5 de la tarde. Hay días en que no da abasto con tanto trabajo, como hay otros en lo que no le sale nada.
Lo que más le molesta de algunos clientes es la mentira. La mayoría habla en diminutivo para obtener un buen precio.
“Siempre aplican la misma. Llegan diciendo que solo tienen una neverita, una camita, un mueblecito. Cuando uno llega, se encuentra con la tronco de nevera Whirlpool, doble puerta; el sofá de tres metros, las camas dobles. Ahí es cuando comienza la pelea”, dice.
El dinero que cobra por cada trasteo depende de la distancia, el número de viajes que debe hacer y si el inmueble queda en un primer, segundo o tercer piso. Entre más alto el piso, más caro será el valor. Ha cobrado hasta 1 millón de pesos por una mudanza”.
“Entre más alto es el piso, más esfuerzo se necesita y más ayudantes”.
A estos les pagan el 25% del valor pactado. Uno de sus colaboradores más asiduos es Carlos Bravo, mejor conocido como “El niño malo”.
Lleva 20 años en el negocio y lo que tiene son anécdotas con los clientes. Como dicen sus amigos: “a El niño malo, sí le pasan vainas”.
Una vez lo contrataron para que mudara a una señora de San Diego a Crespo. Cuando empezó con el trasteo alzó el sofá de la sala y vio un celular nuevo, modelo Blackberry. Le pareció extraño, pero lo metió en una caja. Cuando entró al cuarto a desarmar una cama, encontró otro aparato igual debajo de esta. Le dio mala espina y lo echó en la misma caja. Ya en la cocina, detrás del microondas, vio otro Blackberry Curve. Nuevamente lo echó en la caja.
Al día siguiente le dijeron que la señora de la mudanza necesitaba hablar con él. Ya El niño malo sabía por dónde iba la cosa, así que se presentó bien temprano a Crespo.
-Buenos días. Cuénteme, doña. -Se me perdieron tres teléfonos, mijo-dijo la mujer.-¿Si?,¿dónde los tenía?-contestó El niño malo.-Encima de la nevera.-No sea mentirosa. Usted pensaba que nosotros la queríamos robar, por eso puso un teléfono debajo de la cama, el otro dentro del sofá y otro más detrás del microondas.
Y señaló la caja donde había metido los tres celulares. La mujer, cuando la abrió, bajó la mirada y se retiró apenada.
En otra ocasión lo llamaron para hacer un trasteo en el barrio Manga, en un edificio frente al banco Davivienda. Cuando estaba en uno de los cuartos, intentando sacar un closet, se cayó un bolso repleto de dólares.
“Erdaa, cuando ese bolso se abrió y vi ese poco de billetes, casi me vuelvo loco. Ahí apareció la tentación: ¿Será que lo agarro o no lo agarro? Pero le dije al compañero: ¿sabes qué? Vamos a quedarnos sanos”.
Cuando iban a mitad de camino hacia Malagana, el que los contrató dijo: -paren el camión, y pásenme ese bolso- Y sacó una máquina para contar dinero y lo organizó por pacas. Hasta que no terminó, no arrancaron.
“Erda, ¿qué tal que uno hubiese metido la mano? Hubiéramos quedado ahí mismo muertos. No te estaría echando el cuento. Esa gente era como de la mafia. Qué miedo”, dice mientras se santigua.
Una de las cosas más frecuentes que suceden en la mudanza son los accidentes. Según él, entre más cuidado se tenga, hay mayores riesgos de dañar algo.
“Cuando uno está trabajando, las señoras comienzan con la intensidad: cuidado con el vidrio, cuidado con el vidrio, cuidado con el vidrio. Y se termina partiendo el vidrio”.
En esos casos, como fue culpa de la cantaleta de la mujer, El niño malo se hace el loco y dice que fue un accidente de trabajo.
***Solo mudarse ya es una situación caótica. Pero mudarse en Cartagena, eso sí es una verdadera tragedia.



