Lo único pequeño que tiene Tonny Trocha es su nombre.
Mide 2,10 mts de estatura, calza 50 en zapatos, es XXL en camisetas y 38 en pantalones, aunque su cintura pequeña es más de 36. Sus manos son dos veces las mías, al igual que sus brazos y piernas. ¡Lo juro: es un gigante!
Desde que nació, se sabía que sería grandísimo: midió 55 centímetros, 10 más que un bebé promedio. Su madre lo tuvo por parto natural: “¡ayyyyyyy, qué dolor!”, pienso en voz alta. Y su mamá, quien está detrás de nosotros, deja escapar una risotada por mi inoportuno comentario.
Hasta su casa tuvo que sufrir algunas modificaciones. Por ejemplo: el techo es más alto de lo normal. Para no tener que tropezarse, evita tener muchos objetos en la sala. La puerta tuvieron que diseñarla de acuerdo con la estatura de Tonny. El muchacho (acaba de cumplir 20 años) estaba cansado de golpearse con el portón, cada vez que pasaba. Lo único que no lograron conseguir gigante fue la cama. De modo que cuando se acuesta, parte del cuerpo le queda al aire.
Tuvo una infancia tal como su estatura: singular. No entendía por qué tenía que ser tan alto. Para colmo, sus dos mejores amigos eran bajitos, casi enanos, y eso hacía que su descomunal tamaño fuera más evidente.
Detestaba ir a las fiestas que hacían por su barrio. Siempre era el más grande y las niñas nunca querían bailar con él.
“Como soy tan alto, me decían que no, que se les cansaba el cuello y no sé qué. Me rechazaron tantas veces como para hacerme saber que había un problema conmigo”, dice.Jugaba fútbol y siempre tenía que cargar con el registro civil. Durante los partidos, la gente lo chuleaba y le gritaba que estaba pasado de la edad. Casi siempre llegaba llorando a su casa porque no lo dejaban jugar.
“Un día me harté de tanto llorar y me cambié de deporte”, cuenta.
Lo dice porque lo llamaron para que integrara un equipo de baloncesto de Bogotá. Tonny aceptó y se fue a estudiar todo el bachillerato. Al vivir solo, le tocó lidiar por su cuenta con las críticas, las burlas y los comentarios desalmados de quienes se atrevían a juzgarlo por su apariencia.
Siendo un niño, se aconsejaba a sí mismo y creó una barrera invisible, pero imposible de traspasar, para protegerse de los demás. No permitiría que nadie le colgara etiquetas. Él no era “ un puya nubes, un gigante, un bobo grande, un ser de otro mundo, un extraño”.
“No era nada de lo que ellos decían. Yo era Tonny, un excelente deportista que aprovechó su estatura para algo bueno. Hay gente que es alta... y hasta ahí. Pero yo usé ese supuesto defecto a mi favor”, expresa enérgico.
Y es cierto: Tonny ha representado seis veces a la Selección Colombia de Baloncesto. La primera vez fue cuando tenía 14 años, que lo invitaron a representar un equipo en la categoría sub 17. Era el menor de toda esa liga y uno de los mejores. Eso le demostró que tenía que tomarse el deporte más en serio.
Recuerda que el primer día de clases, en el colegio José Celestino Mutis de Bogotá, se percató de que los pupitres eran compartidos. Supo enseguida que no entraría en las sillas, de modo que era el único en el salón que tenía escritorio propio. Cada vez que salía de la clase se golpeaba con la puerta, y entrar al baño se convertía en un verdadero reto personal: todo era diminuto en comparación con su tamaño. En la escuela vendían el uniforme, al único que se lo tenían que mandar a confeccionar por fuera era a él.
La ropa siempre fue un dolor de cabeza. No había nada que se ajustara a su medida.
Nos interrumpe en ese momento la mamá de Tonny y cuenta que hubo un diciembre en que sintió que caminó todos los almacenes de ropa de la ciudad y no halló nada para su pobre hijo. De modo que ese 31, después de quedar exhausta por el intenso recorrido, le tocó comprarle una mochona y con esa pinta, su niño --como cariñosamente lo llama-- recibió el año nuevo.
Su altura le ha dado ciertas ventajas. En una ocasión, tenía que ir a depositar un dinero a una entidad bancaria. Cuando llegó, había una fila enorme, imposible de hacer. Sin embargo, una vez entró, todos quedaron deslumbrados por su estatura y pensaron que se trataba de una estrella de la NBA. Le dieron un trato especial y hasta se disculparon por hacerle creer que tenía que hacer la eterna fila.
Sus tres hermanos también son altísimos, pero Tonny es el más grande del grupo. Miden 2, 7; 2,2; y el más bajito 1,98 mts. Este último, me cuenta su madre, se quedó pequeño por levantar tantas pesas.
Una vez los cuatro fueron a playa. Para esa época la marea estaba revuelta y la seguridad era extrema. Los hermanos se pasaron el banderín rojo y el salvavidas de turno casi enloquece.“Mis hermanos se agacharon y el salvavidas no paraba de silbar y nos hacía señas de que por favor regresáramos, que la corriente nos iba a llevar. Cuando nos pusimos de pie, el agua nos llegaba debajo de la cintura. Después de eso, el tipo nos gritaba: 'sigan, sigan'”, expresa riéndose.
Lo llamaron de un equipo de España, pero su sueño siempre fue viajar a Estados Unidos, así que rechazó la propuesta. Más pronto de lo que esperaba, una universidad norteamericana le hizo la oferta de entrar al equipo que ellos manejaban y aceptó con la misma velocidad con que apareció la proposición.
De no ser por uno de los jugadores de ese equipo, que mide 2 centímetros más que él, Tonny fuera el más alto. Estando allá, ha ganado varios campeonatos. Sobre el mueble del televisor de su casa, en el barrio 13 de Junio, tiene tres trofeos de un torneo en el que quedaron campeones. De los cinco trofeos que ese día ganó el equipo, tres de ellos fueron para Tonny: Mejor reboteador, Mejor ofensiva y defensiva y Mejor encestador.
Hoy tiene los mismos problemas de cuando era niño: debe buscar sábanas, ropa y zapatos de acuerdo con su tamaño. Por fortuna, en Estados Unidos es más fácil ir de shopping. Cuando viaja en avión siempre debe ir en clase ejecutiva o en los asientos de salida de emergencia. De otro modo, el viaje se le hace insoportable: no entra en una silla normal. Dice que todas sus novias han sido bajitas, pero la pregunta mental obligada cuando me cuenta eso es: ¿quién no se ve enano al lado de él?
A primera vista, Tonny parece un tipo muy rudo. Nadie con una pizca de sentido común se atrevería a buscarle la pelea. Mas cuando habla, te das cuenta que es un niño con un tamaño descomunal: todas las respuestas que me daba eran aprobabas o desaprobadas por su madre. Tiene una personalidad muy genuina. De hecho, parece que su corazón es directamente proporcional al tamaño de su estatura.
“Me encanta ser tan alto. Ojalá pudiera crecer más”, concluye el pequeño gigante.



