De niño lo que quería era ser marino de guerra.Los veranos de su infancia en el Mar Menor de la región de Murcia, en España, cautivaban su atención y le salpicaban el Mediterráneo en su memoria.Quizá esa fue la primera vez que escuchó el nombre de Cartagena, municipio español de esa comunidad autónoma. Pero también fue el primer aviso de un viaje que emprendería, con 62 años, luego de ser nombrado por su país, en 2011, como Cónsul General de España en esta otra Cartagena de Indias.Juan Antonio Martínez - Cattáneo Hingston cumplirá el 1 de agosto próximo tres años en esta ciudad que desconocía, de la que dice ser un convencido, y en donde sus ojos han visto atardeceres irrepetibles.Más allá de su trabajo burocrático que se acumula en 39 años de carrera diplomática, 25 en el extranjero y 14 en su nación, este madrileño se revela como una persona serena y amable, cuyos profundos conocimientos en historia, política y economía lo destacan, ante todo, por sus ganas de vivir. De ello podrían dar fe sus tres hijos y nueve nietos.Su oficio, que asume con rigurosidad de despacho, lo ha llevado a toda suerte de países tan disímiles como Irak, Ecuador, Alemania, Marruecos o Japón. De ahí que pueda referirse a las maneras de ser colombiano y a las similitudes inmanentes que tenemos con España, siendo la principal: la alegría de ir hacia adelante.
¿Usted está encargado del consulado desde el 1 de agosto de 2011, cuál es su lectura de Cartagena?- Soy tan convencido de Cartagena de Indias que no la conocía antes de elegir venir aquí, es decir, vine con un convencimiento pleno al punto que no conocía la ciudad pero sabía que iba a acertar. Sí conocía Colombia, desde Bogotá hacia el sur porque hace muchos años mi segundo destino en la carrera fue el de consejero en una oficina comercial en Ecuador donde estuve 4 años, entre 1977 y fines del 80. Mi primer destino fue Bagdad (Irak) también encargado de asuntos económicos y mi tercer destino fue consejero comercial en Bonn (Alemania).
¿Por qué escogió a Bagdad cómo su primer destino?- Irak estaba en paz, ya estaba el Baaz en el gobierno. El número dos era Sadam Husein, el jefe de comando de la revolución, pero no era el presidente de la república, era muy joven. Llegué a conocer a Sadam en dos ocasiones. Fui voluntario porque el título de mi tesis en la escuela diplomática era: ‘Posición y futuro de España en la geopolítica del petróleo’. En aquel momento, año 75, Irak era el primer suministrador de crudo. Los primeros años de mi carrera fueron interesantes pero duros en el aspecto personal y familiar, porque tenía dos niños pequeños y estaba casado, y no había allí abastecimiento de productos básicos. Nosotros éramos unos privilegiados porque viajábamos por carretera a Kuwait, siete horas largas de viaje, 725 kilómetros de desierto, y comprábamos patatas, naranjas y productos frescos, cosas que era imposible conseguir en Bagdad.Tengo como anécdota pintoresca que todavía guardo una nota verbal oficial de la embajada de España dirigida al gobierno Irakí solicitándoles, por ejemplo, 30 cartones de huevos o 25 pollos.
¿Qué anécdota recuerda de su servicio en Tokio (Japón)? Teniendo en cuenta la espiritualidad de los japoneses...- Los japoneses tiene una gran espiritualidad, pero le diría un poco en plan humorístico que esta justificada en la vida del japonés tan austera. Los españoles que estábamos teníamos la teoría de que pasan hambre. Eran la segunda economía del mundo, hoy ya es la tercera. El japonés vive en casas que son pequeñas, tienen horarios de trabajo larguísimos, las ciudades son grandes y modernas, y tiene una alimentación dietética y un índice de cáncer bajísimo.Recuerdo que en un restaurante pedí para cenar unas sardinas y me trajeron: ¡Una sardina! Para una mentalidad española esto es extravagante.
¿Cómo fue su niñez, siempre quiso ser diplomático?- Pertenezco a una familia de la alta clase media española. Mi padre fue lo que aquí llaman ingeniero civil, muy conocido en España. Un hombre que dedicó su vida al servicio y al estado, con una gran capacidad técnica y profesional. El programa básico de grandes presas y embalses que se construyeron en España, después de la guerra, en los años 40, 50 y 60, se debe a mi padre. Mi madre nunca trabajó porque somos siete hermanos, siempre ha sido una ama de casa. Mi padre ya no vive, desgraciadamente, desde hace 19 años. Mi madre todavía sí con 92.
¿Está en Madrid?- Sí, junto con toda mi familia, todos mis hermanos, mis tres hijos y nueve nietos. Tengo dos chicos varones y una hija que es la pequeña. La nieta mayor tiene 18 años y está en la universidad. Me casé muy joven con 19 años, por lo tanto tengo un hijo de 45 años y uno de mis hijos también se casó muy joven. Es una familia muy unida y muy bonita. En mi familia no había ninguna vinculación con la carrera diplomática.Desde pequeño quería haber sido marino de guerra, porque pasábamos los veranos en la provincia de Murcia, en el Mar Menor. Muy próximos a Cartagena de Levante, de Murcia, que es el origen del nombre de Cartagena de Indias. Y a su vez Cartagena de Murcia se deriva de Carthago Nova, que es el nombre que le dieron los cartagineses que venían desde el Cartago que es el Túnez actual. Entonces estaba muy vinculado por los largos veranos que pasamos en aquella época maravillosa. Tuve una infancia maravillosa y una juventud también maravillosa, se la debo a mis padres. Mi mujer también tuvo una infancia y juventud muy bonitas. También ellos son siete hermanos, también es de Madrid.
¿Se enamoraron en la adolescencia?- Nos conocimos a fin de los 17. Llevamos toda la vida juntos. Siempre digo, en plan de broma, que no recuerdo otro estado civil que el de casado, ¿No?Somos quizás hoy en día un ejemplo, no porque lo queramos ser, pero soy consciente de que en el mundo en que vivimos somos una especie de aves prehistóricas, pero al mismo tiempo un ejemplo, para la gente de menos edad, en el que demostramos que se puede tener éxito y una vida feliz mano a mano. Que no hace falta cambiar de pareja.
¿Qué semejanzas encuentra entre los colombianos y los españoles?- Comparamos las ganas de vivir de los colombianos de hoy, esa alegría de vivir, con la que perdimos los españoles y la que teníamos hace 40 años...El primer rasgo es la alegría de vivir, de ir hacia adelante que se tiene hoy y que en España se tenía. Y lo viví cuando era pequeño y hoy lo añoro, sinceramente. Eso es un elemento que para nosotros es una maravilla vivir en un país como este. Ahora, hay que tener en cuenta que Colombia tiene unas influencias de su entorno y una proximidad con los Estados Unidos muy grande, eso hace que la influencia en el estilo de vida sea grande. Pero Colombia para nosotros es de los países más próximos en el idioma, porque el colombiano habla un castellano que es muy puro. Una cosa extraordinaria es que el nivel de educación de cualquier persona, por sencilla y humilde que sea, es enorme. La forma de expresarse de una persona modesta de aquí, hoy en España ya no es comparable.Porque por desgracia la televisión y este mundo moderno y el estilo de vida en que vivimos ha producido que haya una moda en España de utilizar unos modismos que han degradado el idioma. La gente joven habla un idioma muy pobre y muy feo. Aquí uno habla con un taxista y se expresa de una manera fabulosa.
¿Cuál es su lugar favorito de la ciudad, qué disfruta hacer en Cartagena?- Estoy muy atado por el trabajo, tengo bastantes horas de despacho y trabajo burocrático de un consulado, visitas y obligaciones. En mis horas libres tengo una vida muy ordenada y muy tranquila, y obligaciones sociales. Me gusta mucho la lectura. Paseamos cuando cae el sol.
¿Los atardeceres son fascinantes no?- Preciosos. Aquí de las 5:15 p.m. a 6 y pico, es la mejor hora de la ciudad. El atardecer cartagenero es único, eso sin duda. Pero el sol cae muy vertical y no dura mucho el comienzo del atardecer.

