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“Tyson”, enfermero sólo para mujeres

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Tyson* es un enfermero musculoso que gana más dinero acostándose con mujeres que atendiendo pacientes.
Es gigoló desde los 18 años y antes de dedicarse a esta actividad practicó físicoculturismo pues desde muy joven se preocupaba muchísimo por su apariencia.
Un primo fue quien lo instó a que se dedicara de lleno a este negocio. Él le sugirió que probara poniendo un aviso en los clasificados de El Universal ofreciendo shows de stripper para ver cómo le iba.
El experimento salió mejor de lo que pensaba. Ese mismo día recibió numerosas llamadas de mujeres interesadas en contratar su servicio. Hasta tres “contratos” le salían por semana.
De los shows pasó a tener intimidad con sus clientas.
“Me pareció chévere. Lo vi como una forma de conocer mujeres, hacer cosas distintas, tener nuevas experiencias, hacer real alguna de mis fantasías que, de otro modo, hubiese sido más difícil cumplir”, explica.
Su estrategia es brindarle a las mujeres la atención y los detalles que sus esposos ya no tienen con ellas en casa. Luego de estar con una, si está de acuerdo, intercambian números de teléfonos, y él las llama de vez en cuando convirtiéndose en una especie de consejero sentimental.
Asegura que este trabajo lo disfruta plenamente. Por eso, más que por dinero, lo hace por placer.
La persona que más se opone a que siga desempeñándose como gigoló es su madre. Ella no entiende cómo un joven que terminó enfermería auxiliar, y que ahora cursa sexto semestre de enfermería profesional en la Universidad Rafael Núñez, se acueste con mujeres a cambio de dinero.
“No lo miro desde el punto de vista económico, sino por el lado que me rumbeó una vieja, la paso rico y me gusta”, precisa.
Cuando lo contratan, es muy claro en cuanto a lo que incluye su servicio. No le interesa sentirse cómodo, sino que sus clientes regresen satisfechas a sus casas.
Son múltiples los personajes que ha interpretado en sus presentaciones. Se ha hecho a un banco de disfraces dentro de los que se destacan el vestuario de marinero, enfermero, médico, militar, agente del FBI, policía, monje y vaquero. Este último es el más apetecido.
Su tarifa, sólo por bailar, es de 150 mil pesos. Sin embargo, afirma que sabe bien cómo moverse y coquetear con las clientas hasta llevarlas a que el servicio incluya cosas extras, por las que también deben pagar.
“Normalmente te dicen que sólo el baile, pero en el momento en que estas bailando y, ven tu herramienta de trabajo, comienzan a pedir otras cosas. Me parece que cobro un precio justo, porque tienen que darse cuenta que mantener un cuerpo así no es gratis”, expresa.

De malas en el amor
Pese a haber perdido la cuenta de las mujeres con las que ha salido, este gigoló no ha podido sostener una relación que sobrepase los tres meses.
Todas las mujeres con las que ha intentado tener algo saben a qué se dedica, y aparentemente no tienen problemas con eso, pero cuando transcurre un periodo corto de tiempo, la relación comienza a presentar problemas.
A Tyson no le gusta ponerle nombre a sus relaciones. La palabra novio no entra dentro de su vocabulario. En estos momentos está intentando salir con una persona y espera que los tres meses de mala suerte que lo rodean, desaparezcan.
Sale mucho con mujeres casadas que frecuentan Mirros, el bar donde trabaja  como stripper todos los jueves. La razón de ello es que a Tyson le es muy difícil demostrarle interés a una mujer cuando está fuera de su entorno de trabajo.
Afirma que es un hombre muy tímido. No recuerda la última vez que cortejó a una mujer en un centro comercial, en la universidad y en otros lugares diferentes al bar donde trabaja.
Ha perdido la cuenta del número de mujeres con las que ha estado. Asegura que nunca revelaría la identidad de alguna de ellas. Coincide con aquel refrán popular que dice que los caballeros no tienen memoria.
“Me queda mal ponerme a anotar en un papel (por ponerte un ejemplo) con cuántas mujeres me he acostado. Trato de cuidarme de que ellas piensen que soy bocón. Eso es inmadurez”, expresa.
El sexy enfermero dice que todavía no ha tenido relaciones sexuales con un hombre; y que cuando éstos lo llaman interesados en su espectáculo, les cobra una suma bastante alta.
“En los shows hay que saber manejar el alejamiento. Trato de bailarles a una distancia que no alcancen a tocarme. Hay que saber jugar con los movimientos. Trato de hacer un baile exótico, mas no erótico”, aclara.
Tiene un socio con el que trabaja a veces. Es moreno y un poco más extrovertido que él. Dice que un baile no dura más de 20 minutos, que es lo que dura máximo una mezcla, y muchas veces las mujeres pagan por otro show y él no le gusta “quemarse”. Según él, los movimientos de la música electrónica son los mismos y las clientes merecen variedad, ahí es donde entra su amigo.
Su trabajo también se ha convertido en el gancho perfecto para que le patrocinen todas las rumbas.
“Algunas veces veo que hay dos chicas solas tomando una botella y entonces llega uno y le pregunta que cómo le pareció el show, ellas mismas te dicen que te quedes en la mesa hablando y te gastan toda la parranda. Aunque no se ve muy bien, lo hago”, confiesa Tyson.
Lo más jarto de su trabajo es cuando tiene que acostarse con mujeres poco agraciadas. En esos momentos trata de ingerir licor, buscar algo lindo en la personalidad de la clienta y posteriormente olvidar lo que sucedió.
Otras veces ha contado con más suerte. Hace algunos meses una paisa frecuentaba todas las semanas su lugar de trabajo. La mujer viajaba todos los jueves de Barranquilla a Cartagena para verlo bailar y le dejaba 50 mil pesos de propina.
En una ocasión  lo invitó a su mesa y le pidió que invitara a un amigo, pero su amigo estaba interesado en otra mujer. Esa noche la mujer le regaló 100 mil pesos y una botella de Old Parr. Intercambiaron números de teléfonos y quedó en llamarlo.
La misteriosa mujer le dijo que se verían en el Hotel Capilla del Mar. A Tyson lo recibió otra paisa muy joven, quien lo condujo hasta la habitación donde se encontraban.
“En la habitación estaba la paisa junto a la señora que había hecho la cita. La más joven me pidió un beso, pero la veterana también quería participar. Hicimos un trío, que era una de mis fantasías sexuales, me pagaron y además me trajeron hasta mi casa”, cuenta como apenado el joven de 27 años.
Tyson es un tipo muy agradable. No se avergüenza de lo que hace y está dispuesto hablar e, incluso, a revelar detalles de su oficio sin el más mínimo morbo. No le interesa el qué dirán. Casi todos sus amigos saben a qué se dedica y no tienen problemas con eso.
Hablamos cerca de una hora y en la expresión de su rostro pude ver sinceridad en el relato. Le gusta su trabajo, lo disfruta y habla con pasión de cada historia que le ha ocurrido durante estos 9 años que lleva de gigoló. 
“Yo no vivo de esto. Casi todo lo que me entra, me lo gasto en rumba y en darme ciertos gusticos. Yo en la vida normal soy tímido y este trabajo es una forma de abrirme a conocer mujeres”, concluye.

*Por petición del entrevistado se modificó su nombre.

*Tyson baila todos los jueves en Mirros, un sitio de entretenimiento nocturno.
*Tyson baila todos los jueves en Mirros, un sitio de entretenimiento nocturno.
Archivo particular. Este sexy enfermero es gigoló desde los 18 años y antes de dedicarse a esta actividad practicó físicoculturismo.
Archivo particular. Este sexy enfermero es gigoló desde los 18 años y antes de dedicarse a esta actividad practicó físicoculturismo.
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