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Los recuerdos del campeón en su diamante

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“Se han muerto todos los compañeros. Hace 15 días se murió el último”, es lo primero que me dice sin ningún preámbulo Néstor “Jiquí” Redondo. 
Se refiere a cada uno de los miembros de la Selección Colombia de Béisbol, que en el año 1947, un 29 de noviembre, hace ya 65 años, ganaron la Novena Serie Mundial, en el Estadio 11 de Noviembre.
A pesar de tener 87 años, es un hombre muy lúcido. Recuerda perfectamente los nombres de cada uno de los jugadores y hasta la forma cariñosa como  los llamaban.
“Carlos 'Petaca' Rodríguez; Ramón 'Varita' Herazo; Andrés 'Venao' Flórez; Carlos 'Pipa' Bustos; Pedro 'Chita' Miranda; Humberto 'Papi' Vargas; Enrique 'Quique' Hernández: Roberto 'Pepín' Pérez; Armando 'Niño Bueno' Crizón; Julio Isidoro 'Cobby' Flórez; José 'Judas' Araújo; Manuel 'Policía' Peñaranda; Andrés 'Fantasma' Cavadía; Cipriano 'Flaco' Herrera; Marcial 'Joló' Miranda;  Dagoberto 'Ronquecito' López; Julián 'Pololo' de Ávila; Miguel 'Chiva' Ramírez y 'Pelayo'”, dice con mucha precisión para no equivocarse.
Me cuenta entre lágrimas que ha visto morir a casi todo su equipo. De los 20 integrantes sólo quedan 3, incluyéndolo a él, y a los lanzadores Cipriano 'Flaco' Herrera y Enrique 'Quique' Hernández. Este último se encuentra bastante enfermo.
Hace unos pocos días falleció el jardinero Dagoberto 'Ronquecito' López. Jiquí todavía no supera la muerte de su gran amigo.
Hoy se alimenta de la sensación que le produce pensar en aquellos años de oro en que el “Coloso Novembrino” se llenaba en su totalidad.
“Ver el estadio repleto era lo a uno le daba emoción y ganas de jugar. El equipo de la Selección Colombia era muy compacto, porque nosotros nos queríamos como familia, no como compañeros, sino como una verdadera familia”, precisa Jiquí.
Relata que un poco antes de la inauguración del estadio, el 29 de noviembre de 1947, él y otros cuatros de sus compañeros tenían sólo 20 años de edad.
“Eramos Ramón ‘Varita’ Herazo, Armando Crizón, Dagoberto López, Leonardo Ramírez y yo. Fuimos de 20 años a la Octava Serie Mundial, en Caracas (Venezuela).
Con el mayor orgullo dice que fueron campeones de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, en Barranquilla, evento considerado, según él, como una serie mundial, porque fueron los mismos equipos que asistían a la serie. Además quedaron como campeones bolivarianos, en Lima (Perú).
Atribuye el descenso del béisbol a la poca atención que le prestaron a las “escuelas gringas” que llegaron a apoyar este deporte y cita como referentes a Venezuela, Nicaragua y Panamá, donde el béisbol, dice, se salvó.
Le tiene mucho amor al Estadio 11 de Noviembre”, porque desde ahí se impulsó su carrera deportiva. Conoce a todos los vendedores que por ahí pasaron, e inclusive fue jefe del escenario deportivo durante 12 años.

Leyla le robó el corazón
Jiquí era un tipo buen mozo. Le llamaba la atención a las mujeres, quienes no dudaban en invitarlo a salir. Sin embargo, Fue Leyla Méndez quien finalmente robó su corazón.
Con ella pasó los mejores años de su vida, siendo jugador del deporte que movía masas en la ciudad. Todo lo que conseguía era para ella como la casa en Blas de Lezo, donde todavía vive.
“Mi esposa compartió conmigo toda esa época del béisbol. Cuando viajé a los Estado Unidos, ya nos habíamos mudado de Getsemaní para Blas de Lezo, pero no teníamos ni puertas, ni ventanas, ni nada. Entonces le mandaba el cheque, ella me decía: ‘Ya compré las ventanas y eché la baldosa’. Yo todo lo que me ganaba era para eso”, expresa.
Su esposa murió en 1990. Sobre este tema prefiere no hablar. En sus ojos todavía se  nota el dolor por su partida. Con ella tuvo 6 hijos, dos de ellos mujeres.
Con el mayor orgullo expresa, en voz alta, que todos sus hijos son profesionales y que tres de ellos se interesaron en la medicina.
“Mis seis hijos estudiaron y fueron a la universidad. Yo tengo como 20 años que no compro ropa, todo me lo mandan. Todo el mundo aquí estudió”, expresa.
Vive con sus dos hijas y tres nietos. La única pelea que tiene con ellas es cuando se quiere ir para el Centro a hablar con sus amigos veteranos acerca de la época dorada del béisbol.
Néstor ya no tiene 20 años. Se tiene que apoyar en un bastón para poder caminar. Cada vez que va a reunirse con sus amigos le piden un taxi, pero sus hijas dicen que es muy difícil, en especial en este mes de diciembre, conseguir un taxista que lo quiera regresar hasta Blas de Lezo.
“Mis hijas ya no me dejan salir. Hay una amistad con el Ñato Ramírez, Joaquín Gutiérrez y otros que saben de béisbol. Es sabrosa la conversación y el fresco que corre por ahí también”, dice.
Fueron múltiples las anécdotas que le ocurrieron como jugador. Sin embargo una de las que más recuerda le ocurrió ahora viejo cuando el ex presidente Ernesto Samper le preguntó a él y a otros presentes qué les habían dado por haber dejado el nombre de Colombia en alto.
Ellos le contaron que los concejales que estaban en su momento le prometieron a todos una casa que nunca recibieron, de modo que el ex mandatario le ofreció una pensión de la que todavía gozan.
“Ahora hace poco Javier Cáceres, un cartagenero, nos quería quitar nuestra pensión. Cómo puede ser que se le quite eso al gran Pambelé, Rocky Valdez y toda esa gente que dejó el nombre del país en alto, pero como Dios está en el cielo, mira donde está. Allá la está pagando toda. El mismo Gobierno nos dijo que esta era una ley”, cuenta Jiquí.
Fue gran amigo de Melanio Porto, Napoleón Perea y otros grandes de la narración deportiva. A ellos también los extraña muchísimo. Su aporte al deporte de la pelota caliente fue indispensable.
Melanio Porto fue quien lo apodó “Jiquí”, que es un tipo de  árbol que existe en Cuba. En ese país también había un lanzador que lo llamaban así y Melanio encontró parecido en los dos y por eso se refería en su narración como Néstor ‘Jiquí’ Redondo.
Con Napoleón también tuvo una relación muy cercana. La familia del narrador decía que Jiquí era su gran amigo.
“Es más, Napoleón tiene un hijo, Napito, que me llama papá, porque dice que yo fui muy buen amigo de su padre. Nos encontramos en los juegos y él me grita: ‘Papi’”, dice.
A Jiquí la gente lo quiere mucho. Es un gran conversador. Sabe muchísimo de béisbol y expone sus argumentos en tono bajo, pero contundente. Asegura que ha cumplido con todo lo que se ha propuesto.
“Me siento satisfecho con todo lo que he hecho. Yo sembré mucho, niña, y cuando uno siembra, recoge”, concluye la gloria del béisbol.

Jiquí es uno de los tres integrantes de la Selección Colombia de Béisbol que queda vivo y que en el año 1947 ganaron la Novena Serie Mundial. Kailline Giraldo/ El Universal/
Jiquí es uno de los tres integrantes de la Selección Colombia de Béisbol que queda vivo y que en el año 1947 ganaron la Novena Serie Mundial. Kailline Giraldo/ El Universal/
En el cuadro el jugador cuando tenía 20 años.
En el cuadro el jugador cuando tenía 20 años.
Jiquí vive en el popular barrio de Blas de Lezo.
Jiquí vive en el popular barrio de Blas de Lezo.
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